El Ultimo Cazador de Sombras 5 - Un Cuento de Hadas
Fue
horrible.
Había
deseado en muchas ocasiones tener la oportunidad de viajar a través
de un portal, su padre le había hablado de ellos, incluso Hodge le
habló de ellos, le habían contado que solo los brujos eran capaces
de hacer portales. Alec tenía un viejo diario, una reliquia que su
padre había guardado y en donde se narraba la historia de la
creación de los portales, el diario era de Henry Branwel, un Cazador
de Sombras y según su diario, un brujo al que a través de sus
letras, pudo saber que estimo mucho, ese brujo se llamaba Magnus Bane
y de él, no sabía nada. Henry no había escrito en su diario la
advertencia sobre tu primer viaje en portal, debió haber escrito:
“Asegúrate de no haber ingerido alimento alguno antes de
adentrarte en la luz brillante”.
Alec
cayó sobre el piso mojado de un callejón oscuro y desconocido, se
quejó y agradeció el hecho de que hubiera terminado el viaje, sin
importar que ahora estaba cubierto de lodo.
Alice
se acercó para ayudarle.
—Tomate
tu tiempo, es la primera vez que atraviesas un portal, debes de estar
desorientado.
—Yo
diría que algo más que eso, pero lo dejaremos en desorientado si
quieres.
Le
ayudó a levantarse y caminaron juntos hacia la esquina del callejón,
Alice se había encargado de colocar en ambos un glamour, entonces y
aun con la ayuda del hada, Alec estuvo a punto de caer.
—Suerte
que no estamos lejos, es este edificio.
—¿Quien
vive aquí? ¿En dónde estamos?
—Pronto
lo sabrás, pero necesito que me des unos minutos primero, estas
personas se sorprenderán mucho al verte así que necesito
explicarles antes, o por lo menos intentarlo.
—¿Ellos
me conocen? —preguntó el chico recargándose en la pared de
ladrillo rojo.
Alice
le miró fijamente y su expresión parecía divertida, Alec no creía
que hubiera dicho nada remotamente divertido.
—Sí,
sí, ellos te conocen bien. Vamos.
Se
apoyó en el hada, Alec pudo leer el nombre de la calle a lo lejos
cuando giraron en la acera, era Greenpoint, pero no se veía como
cada noche, las aceras estaban llenas, había aparadores de tiendas
lujosas, museos y gente, mucha gente, estaba seguro de que el toque
de queda debió haber empezado hace horas y que las calles nunca se
habían visto tan vivas como ahora, incluso las luces de la ciudad
parecían brillar con mayor intensidad.
Ellos
entraron a un edificio, le ayudó a sentarse en las escaleras.
—Espera
aquí, te prometo que seré breve y que ellos te ayudaran a sentirte
mejor.
Alec
movió su mano para no tener que hablar, incluso eso le dolía,
ciertamente Alice podía hacer lo que quisiera siempre y cuando le
dejare descansar en esa escalera un par de minutos.
—Bien,
—dijo la chica apresuradamente cuando subió de igual manera las
escaleras dejándole abajo.
Alec
pegó la frente a la pared, el dolor era insoportable, sabía que
estaba herido, pero no lo había resentido tanto hasta que atravesó
ese portal. Había demasiado ruido afuera como para que su curiosidad
no se despertara. Lenta y dolorosamente se levantó ayudándose de la
pared, de la misma manera salió, pudo ver la escalinata y a los
costados de ella las flores que estaban delicadamente cuidadas, no
recordaba haber visto flores desde hace mucho tiempo, las seguía
observando cuando un grupo de chicos paso frente a él, claro que no
lo veían, pero él a ellos sí, y se sorprendió al ver lo jubilosos
que estaban, y lo poco cuidadosos que eran al caminar, como si la
noche no fuera más que eso, una noche normal y sin amenazas.
Todo
era tan extraño, todo brillaba más, olía mejor, la multitud que
paseaba por la lujosa calle se veían absurdamente feliz y tranquila.
Alec sacudió la cabeza y decidió volver a la escalera, al girar
pudo ver el timbre y de bajo el nombre de quien vivía, esa era una
básica forma de descubrir a quienes venían a ver. El chico leyó
una y leyó dos veces para estar seguro de que había leído
correctamente. Incluso cuando estaba seguro, no podía entender lo
que pasaba.
- !Oh, maldición! —dijo cuando entendió.
Familia
Lightwood-Bane.
Decía la placa dorada.
*
* *
—Te
amo, creo que demasiado. —dijo Magnus sentado en el sillón de su
sala de estar—. Definitivamente demasiado.
Alec
sonrió y se sentó despreocupadamente a su lado, el hombre recargó
su cabeza en el hombro del brujo claramente agotado.
Alec
dejó salir aire fuertemente.
—Tener
a Max ya era cansado, ahora tener también a Rafe es... Agotador.
Magnus
rio y Alec de inmediato sintió su reacción.
—¿Qué
pasa? —preguntó su novio intrigado—. ¿Dije algo gracioso?
—Es
algo gracioso —le respondió el brujo tomando su mano—.
Considerando todo cuanto hiciste para lograr traer a Rafe con
nosotros, si lo pones en perspectiva… Eso sí que fue realmente
agotador, fuera de los limites.
Alec
lo pensó solo un poco.
—¿Prioridades?
—Tus
prioridades son mesuradamente bondadosas.
Alec
movió su cabeza.
—Con
lo que pasa contigo, los demás brujos, Rafe y lo que sucede en Los
Ángeles, debes de pensar que no te doy un respiro. —El hombre se
escuchó cabizbajo.
Magnus
no lo soportó y levantó su barbilla con dos de sus largos dedos,
algo que hacía desde siempre.
—¿Estas
bromeando? Porque no hay forma en la que tu pienses que cualquier
prioridad tuya no sea mía también, estamos juntos en esto, tenemos
dos hermosos hijos, son nuestros y no será de otra manera, no lo
permitiré.
Alec
recuperó por completo su confianza, no había palabras que salieran
de la boca de Magnus que no creyera, lo amaba demasiado, sabía que
era correspondido y confiaba en él con corazón y alma.
—Tampoco
lo permitiré. —Respondió Alec sonriendo.
Magnus
se tumbó de nuevo en el sillón con gracia.
—Pero
si a futuro piensas dejar que nos superen en número, solo avisa,
porque quizás eso puede ser demasiado para mí.
Alec
jaló el cabello de Magnus con cariño.
—Nada
nunca es demasiado para ti.
—Me
asusta un poco la forma en la que sutilmente no descartaste la idea—.
Magnus subió su mano para acariciar el cabello revuelto de Alec—.
Me asusta un poco más darme cuenta de que me encantaría.
Alec
le sonrió delicadamente.
—Sabes
lo que creo: Nosotros
no encontramos a nuestros niños, nuestros niños nos encontraron a
nosotros.
La
última parte la dijeron ambos al unísono en una forma en la que
Magnus le dio la razón.
—Es
verdad —Magnus atrajo más hacia si a Alec para ambos recostarse en
el sillón—. ¿Ellos están?…
—Dormidos.
—Grandioso
—El brujo se acercó para buscar los labios de su novio, pero se
detuvo en medio movimiento al sentir el cambio en el ambiente.
—¿Qué
ocurre? —Preguntó Alec rápidamente, pero era un Cazador
experimentado y se dio cuenta de lo mismo que Magnus, volteó hacia
la entrada con ojos hechos unas líneas severas—. ¿Qué es?
—No
qué
—le respondió sin poder quitar también su mirada de la puerta y
levantándose—. Quién.
Magnus
caminó por la sala hasta la entrada para abrir la puerta principal,
detrás de ella se encontraba una mujer de cabello azul, lo llevaba
trenzado y este caía casi hasta el suelo. A Alec solo le tomo un
segundo pasar sobre el Glamour y ver las orejas en punta y las alas
de la chica.
—Alice.
—dijo Magnus sin emoción—, ¿Qué te trae aquí, este día?
¿Miraste acaso lo que pretendía usar y viniste a advertirme sobre
la mala combinación? —Volteó hacia Alec y guiño un ojo para
darle confianza al joven confundido—. Como si eso fuera posible.
La
chica hada hizo un esfuerzo sobrehumano para sonreír.
—Me
da gusto saber que tu sentido del humor sigue intacto. ¿Me permites
pasar?
La
respuesta no llegó de inmediato, no como vendría cuando de una
visita inesperada pero agradable se tratará, Magnus lo pensó un par
de segundos, su rostro era tenso, aun cuando sonreía, Alec pudo
notar la verdad en estado y noto lo mucho que le costó decir sí.
Magnus
finalmente le indicó con un gesto que podía pasar.
Alice
entró no sin antes dejar notar el alivio que le recorrió,
definitivamente había llegado a dudar por un momento en si Magnus le
dejaría entrar. Una vez dentro se quedó observando a Alec sin poder
disimular, lo escudriño sin pena de pies a cabeza y de regreso.
—Hermoso
¿cierto? —el brujo se movió entre ambos como si intentara
mantener una barrera entre ella y Alec—. Él es mi…
—Sé
quién es.
—Algo
que no me sorprende. —Aseguró el brujo—. Ciertamente nada de lo
que puedas decir y que sea fantástico podría sorprenderme si surge
de ti, Viajante.
Alice
no respondió a eso aun cuando Magnus parecía estar acusándola de
algo.
La
tensión que había entre el hada y el brujo aumentó demasiado
rápido para Alec.
—¿Me
dirán que ocurre? —preguntó finalmente.
Magnus
se movió aún más cerca de él al notar su descontento.
—Querido
Alexander, te presento a Alice, un hada del reino…
—Sabes
que no poseo un reino.
—Un
agente libre. —Completó la frase Magnus―. Bueno, evidentemente
su nombre no es Alice, eso lo sabemos. Es así como ella quiere ser
llamada, eso también lo sabemos... Lo que no sabemos es que haces
aquí.
Alice
bajó su mirada por un momento provocando que la ansiedad aumentara
en Magnus. No saber por dónde comenzar era una señal de enormes
problemas cuando se trataba de un hada, cuando se trataba de Alice,
era señal de un caos catastrófico, literalmente.
El
hada finalmente lo afrontó y soltó las palabras como si fuera su
única alternativa.
—Hice
algo que quizás no debí hacer.
—Esa
es una muy mala forma de comenzar una conversación —dijo Magnus—.
Sobre todo, si eres tú quien la inicia.
Alice
había caminado un poco por el departamento, la última vez que había
visitado a Magnus este vivía en una casa victoriana en Londres, su
nuevo hogar era muy diferente, muy confortable, moderno y lleno de
juguetes y artículos de bebes, le preguntaría sobre ello en la
primera oportunidad.
—Eres
una de las pocas personas que conoce mis habilidades, de lo que soy y
no soy capaz. —Ella tomó aire fuertemente—. Lo que diré a
continuación no te agradará.
—Al
menos que sea la destrucción del mundo, supongo que podemos con lo
que sea. —dijo optimista el brujo.
Alice
observó a Magnus y el brujo deseó estar equivocado.
—Destrucción
del mundo... —Repitió incrédulo—. Tenía que ser.
Alec
no permaneció más tiempo en silencio.
—Magnus
¿Qué ocurre?
Miraba
fría y duramente al hada, Alec era incapaz de hacer daño sin razón
alguna, pero esta desconocida no sabía eso, los Cazadores de Sombras
eran conocidos por ser descorteses con los subterráneos. Y ésa era
su casa, Magnus su marido y sus dos pequeños niños dormían en la
habitación de junto, podía ser descortés con quien quisiera si eso
mantenía a su familia segura.
Magnus
comenzó su explicación antes de que Alec tomara alguna daga y
convirtiera el momento en algo incómodo.
—Alice
es un hada especial, tiene habilidades incomparables a cualquier cosa
que conozcas o incluso hayas escuchado hablar, ella… Viaja entre
dimensiones.
—Las
hadas viajan entre dimensiones —Respondió el hombre sin sonar nada
impresionado por un hecho ya bien conocido.
—Lo
hacen —estuvo de acuerdo Magnus—. Pero no a voluntad, por lo
menos no como ella y tampoco pueden manipular el tiempo, ningún otro
ser conocido lo ha hecho, sólo ella.
Entonces
Alec miró a Alice como si ella fuera un objeto extraño mientras
Magnus continuaba su explicación.
—Alice
había permanecido los últimos cien o ciento diez años sin
aparecer. Los rumores decían que habías vuelto a tu dimensión de
origen —Magnus sonrió forzosamente—. Estoy ansioso por escuchar
el porqué de este aislado acontecimiento. Sin mencionar que el
acontecimiento sea precisamente en nuestro hogar.
Alice
tenía que ser concisa.
—Me
involucre. —Dijo con su voz ligera—. Me topé con una dimensión
diferente a esta, fui atraída a ella por la energía demoníaca que
emitía y lo que vi no me gusto.
Ambos
hombres la observaron como si presagiaran la confesión de un crimen.
—También
viaje en el tiempo en ella —Continuó Alice con su explicación—.
Y… lo que sucede… Simplemente no pude mantenerme al margen. Lo
que sucede en esa dimensión después de unos años nos afecta a
todos.
—Viajar
entre dimensiones es en contra de La Ley —dijo Alec—. Aun cuando
las hadas pueden hacerlo se les está estrictamente prohibido
hacerlo. Es algo muy peligroso que ningún ser debe hacer.
Probablemente han sido tus propios viajes los que provocaron un
desequilibrio.
—No
puedo discutir eso. —A Magnus le gustaba la forma en la que Alec
tomaba los problemas para comenzar a resolverlos.
—Me
mantuve al margen, —repitió Alice al sentirse acorralada—. Hasta
que no pude hacerlo más. No hubiera sido correcto que no hiciera
nada. Lo que hago lo hago para ayudar, no tengo ninguna otra razón.
Alec
y Magnus compartieron una mirada.
—¿Has
venido aquí para buscar la ayuda de Magnus? porque no dejare que se
involucre en este tipo de situaciones, es muy peligroso y él no
está...
—Sé
lo que está pasando, la energía de los brujos está siendo afectada
y no quiero complicar más las cosas aquí, pero créanme cuando digo
que vengo de un lugar mucho peor y que no tiene esperanza. —Ella
miro hacia la entrada con un anhelo indescifrable para ambos
hombres—. Por lo menos eso creía.
Ella
suspiro recuperando el enfoque.
—No
vine aquí solo por Magnus. —declaró.
—¿Qué
otra cosa podías buscar? —Los ojos de gato dorado verdoso se
hicieron dos líneas severas.
Alice
respondió con una mirada, una fuerte y firme que se enfocó en el
Cazador de Sombras.
—¿Quieres
ayuda de Alec? —preguntó Magnus.
—De
La Clave — Corrigió su amado sin preguntar, esa tenía que ser la
única respuesta.
—Si
quieres involucrar a La Clave, es tu decisión. —dijo Alice—.
Como dije, esto nos afecta a todos. Y a ti… Más que a cualquier
otro.
—¿A
qué te refieres con eso? —Magnus era una persona difícil de
sobresaltar o impresionar, pero la calma que siempre le representaba
estaba abandonándole rápidamente—. ¿Por qué?
—Te
lo dije: porque esto le concierne más a él de lo que nos podría
concernir a cualquiera en esta dimensión.
Las
manos de Magnus brillaron en azul y camino hacia Alice lentamente de
manera amenazante e inesperada.
—¿Has
involucrado al padre de mis hijos en esto? ¿Cómo te atreves?
—Magnus.
—Le llamó Alec en forma de advertencia para intentar calmarlo.
—No
fue mi decisión. —dijo Alice en un intento débil de explicarse—.
Y… Estrictamente no estamos hablando del padre de tus
hijos.
—Alice,
la viajante, será mejor que nos des más información antes de que…
El
hada se había cansado de las palabras, inhaló aire con fuerza
hastiada y camino hacia la entrada y abrió la puerta. Ella se asomó
por la escalera.
—Está
bien —Dijo amablemente a alguien abajo—. Ya puedes pasar.
Magnus
y Alec de nuevo compartieron una mirada, ellos se encontraron con la
sorpresa de que ambos estaban preparados para enfrentar cualquier
peligro que se atreviera a amenazar a su familia, Magnus había
conjurado el arco de Alec el cual apareció discretamente a un paso
de distancia del cazador, Alec movió la cabeza aceptando la ayuda
silenciosa. Estaban listos para conocer a la persona a la que Alice
le hubiera concedido el pase.
Se
escuchó el sonido de pasos ligeros y lentos subiendo.
Todas
las leyendas son ciertas; era algo que todo el que vivía dentro del
mundo de las sombras conocía, incluso aquellas que solo habían sido
escuchadas por los más antiguos brujos, las historias perdidas en
los siglos podían ser verdad y podían llegar a ti sin poder
anticiparlo.
Alec
y Magnus creían en los viajes entre dimensiones, ellos habían
escapado de una dimensión en donde la tierra se había convertido en
infierno, pero ni siquiera ese ya inverosímil viaje los podía
preparar para aceptar lo que tenían frente a ellos. Magnus no vió a
Alec de regreso, le fue más fácil mirar hacia una fotografía de
años pasados de su amado que estaba sobre la repisa de la chimenea,
incluso entonces, no se miraba tan joven como este Alec parado frente
a ellos, sin hablar, sin moverse, con ojos enormes, azules y
aterrados. Se veía temeroso como hacía años no lo miraba, pequeño
como nunca lo fue y claramente mal herido.
El
silencio fue abrumador por varios instantes hasta que Magnus, el
brujo difícil de sorprender, habló.
—Oh.
—exclamo con falsa tranquilidad—. Otro Alec, esto es como navidad
para mí.
*
* *
—Esto
no está bien —dijo Magnus mientras caminaba de un lado a otro de
la habitación, era el más inquieto ahí ya que extrañamente, Alice
y ambos Alec estaban muy tranquilos—. Estoy muy seguro de que nunca
debe haber más de un mismo individuo en una misma dimensión.
El
hada sonrió mostrando sus dientes un poco en punta.
—Estas
en lo cierto. —No parecía demostrar ni una pizca de
arrepentimiento o preocupación al respecto—. Siempre lo estas,
Magnus.
Magnus
se detuvo sólo para confrontarla.
—Esto
no es ninguna broma.
—Basta
los dos. —Dijo el Alec mayor con voz firme mientras daba a su otro
yo un vaso con agua, el chico estaba sentado muy quieto sobre el
sillón—. No te vez muy bien ¿Qué te pasó?
Alec
se limitó a tomar el vaso y beber toda el agua, por alguna razón
estaba sediento y seguía terriblemente desorientado, y el que
estuviera ahí en medio de estos desconocidos quienes le miraban como
un bicho raro no ayudaba a mejorar, y el ver a este hombre que era
como verse a sí mismo con cinco, quizás seis años más de edad,
tampoco lo hacía.
—¿No
habla? —preguntó Magnus levantando una ceja.
—Lo
hizo hace un par de minutos, tal vez sólo habla con las personas que
le agradan.
Magnus
cerro dolorosamente sus ojos, pero debía esperar a tener la
oportunidad de castigar a Alice de alguna manera, ahora, el hada
tenía muchas preguntas que responder.
—¿Y
de qué hablaron? – Insistió el brujo.
La
actitud de Alice no ayudo en nada, ella rodó los ojos al cielo.
—No
profundizamos ¿Si, Magnus? Sólo hablamos.
—¿Podrían?
—les hablo finalmente Alec—. Dejar de hablar como si yo no
estuviera aquí. Claro que hablo, es sólo que…
—Esto
es demasiado para todos nosotros —dijo el hombre mayor con su mismo
rostro y sus mismos ojos—. Entiendo que para ti debe ser peor, pero
necesitamos entender que ocurre. ¿Puedes ayudarnos con eso? –
Pidió amablemente.
Alec
no recordaba la última vez en la que un adulto le hablaba como un
igual, la paz que su otro yo transmitía le envolvió con mucha
facilidad, le respondió moviendo la cabeza.
—Yo
no sé mucho —habló tímidamente—. Sé que estaba luchando
contra esos demonios y creí que moriría, entonces Alice apareció y
me trajo aquí. Sé que es otra dimensión... En donde tomo
asteroides o algo ¡Eres enorme!
La
actitud del chico le hizo despertar su curiosidad aún más.
—¿Qué
edad tienes? —le preguntó sonriendo.
—Dieciséis.
—Eso
lo explica, soy mayor que tú.
Magnus
se acercó a su Alec, era algo que hacía sin darse cuenta, estar
hombro con hombro con él era una forma de autodefensa.
—¿Te
veías así a los dieciséis? —pregunto.
Alec
observó con mayor detalle al chico sentado en el sillón, observó
las marcas en sus brazos, no de runas, la mayoría eran de heridas
cerradas, sus brazos eran delgados, sin musculatura, su rostro estaba
demacrado, cubierto en sangre e icor, bajo sus ojos había grandes
sombras negras de cansancio.
—No.
—dijo Alec serio—. Definitivamente no. Pero… No lo entiendo
¿Qué hacías tu solo luchando con demonios? Claramente no llevas
siquiera el equipo de combate, ¿En dónde están los demás? ¿Y tus
hermanos?
—No
tengo hermanos, fui hijo único.
El
rostro del Alec adulto cambió, Magnus tomó su mano y la presionó
con fuerza y éste le miró de regreso con ojos aterrados pidiéndole
ayuda para comprender eso.
—No
puede ser hijo único, eso es imposible ¿cierto?
—Calma,
cariño, recuerda que es otra dimensión, no olvides eso.
—¿Tú
tienes hermanos? —La voz del chico fue casual tras su pregunta
inofensiva, pero Alec mayor sintió que le preguntaron el equivalente
a si tenía órganos internos.
—Si
—Respondió rápidamente—. Claro que tengo, tengo tres.
Siempre
serian tres, sin importar que Max no estuviera con ellos.
—Oh,
que cool.
Alec
sacudió su cabeza intentando despejar la simple y horrible idea.
—¿Que…
qué hay de tu parabatai? ¿En dónde está?
Alec
sonrió, pero Alec mayor no creyó haber preguntado nada mínimamente
divertido.
—Apenas
conozco a un par de Cazadores, uno de ellos es malvado, por cierto…
¿Y esperas que tenga un parabatai?
El
hombre llevó una mano a su boca. Magnus decidió intervenir
preocupado por la reacción de su Alec.
—De
acuerdo, nos detendremos aquí antes de que Alexander tenga un
colapso nervioso. —El brujo tomo el rostro de su Alec entre las
palmas de sus manos—. No olvides lo que te dije, ¿sí? estaremos
bien, cálmate mi amor.
Comenzaron
un breve dialogo privado entre ellos, mientras su visitante
interdimensional les observaba fijamente, para Alec era muy obvio que
eran pareja, incluso más que eso, recordó el nombre bajo el timbre,
ellos habían juntado sus apellidos para formar un nuevo nombre, uno
que los representara a ambos como una unidad, ellos estaban en un
mundo que cada vez se veía más inalcanzable, como un cuento que
había tenido un final feliz.
—¿Qué
harán ahora? —Pregunto Alice interrumpiendo a la pareja en su
conversación y a Alec en sus pensamientos.
Magnus
no tenía ya paciencia para Alice.
—¿Tú
preguntas eso? Fuiste tú quien lo ha traído.
El
hada movió la cabeza rápidamente aceptando ese hecho.
—Y
fue una gran interferencia de mi parte, de ahora en más seré
precavida por lo que pueda pasar.
—Y
ahora se te ocurre abandonar el barco —la acuso Magnus y después
regreso su atención a su Alec—. Tú decides.
Había
algo en la forma en la que Magnus miro a su pareja que hizo que se
sonrojara, era muy evidente el apoyo que se brindaban, Alec los había
conocido apenas hacía unos minutos y ya podía darse una idea del
amor que ambos se profesaban.
Bien,
hermanos, parabatai… Otra cosa que envidiarte.
—No
quiero causar problemas. —Se puso en pie con dificultad—. Gracias
por salvarme, pero creo que debo volver.
—No
aún. —Le aseguro Alice—. No es posible que abra un portal de
regreso aun y no es posible que sobrevivas al viaje.
Los
ojos de Alec se abrieron aterrados.
Magnus
reclamó al hada.
—¿Quizás
quieras mantener tu boca cerrada? Por un tiempo sería excelente.
—¿Voy
a morir? —preguntó Alec y ambos hombres le miraron como si miraran
a un hijo.
Le
calmaron fraternalmente.
—Claro
que no.
—En
lo absoluto, estarás bien.
—Te
llevaremos al Instituto. —declaró el Alec mayor.
—Excelente
idea —respondió Magnus—. Haré un portal.
—No
creo que eso sea una buena idea. —dijo Alice nerviosa—. El
pequeño Alexander acaba de usar por primera vez un portal, sin
mencionar que no fue de un lugar a otro si no de una dimensión a
otra. Debe estar a punto de colapsar, me extraña que no lo haya
hecho ya.
—¿Primera
vez? —le preguntó su yo mayor—. Dime algo ¿Acaso no eres un
Cazador de Sombras?
La
pregunta le tomó por sorpresa y respondió de manera defensiva.
—Lo
intento ¿de acuerdo?
Su
versión mayor tenía un fuerte deseo de seguir preguntando, pero el
hombre Magnus tocó su hombro haciendo que la paz volviera, Alec
nunca había visto ese tipo de interacción entre dos personas, era
como si las extremidades de uno fueran también las del otro.
Palabras adecuadas, movimientos perfectos, estaba comenzando a tener
nauseas.
—Tenemos
que llevarlo de alguna manera. —Dijo el hombre alto con ojos de
gato.
Alec
Mayor sacó su teléfono desde el bolsillo trasero de su pantalón.
—Llamaré
a Simon, tiene ese auto que usa cuando está en la ciudad, le pediré
que venga a recogernos.
Alec
observaba a Magnus mientras este hacia lo mismo con su amado, estaba
preocupado, sin duda lo estaba, le observó fijamente mientras este
se retiraba un poco para hacer la llamada, no se había dado cuenta
de que en algún momento esos ojos dorados se habían posado en él.
Intentó disimular moviendo rápidamente la cabeza.
—Acompáñame
—le pidió el brujo sonriendo—. Tienes que limpiarte un poco,
amiguito.
El
hombre le indicó el camino, mientras caminaban por el corredor, Alec
tropezó un par de veces con diferentes juguetes.
—Debes
disculparnos, no somos muy organizados.
Había
fotografías por toda la pared, en verdad se sentía mal.
—Y
este… Instituto… ¿Es una especie de escuela?
Magnus
se detuvo, su rostro era una máscara indescifrable.
—¿No
conoces los institutos?
El
joven sacudió la cabeza.
—No,
no que yo recuerde.
Magnus
tomó la información con tranquilidad, también una gran bocanada de
aire y sonrió de la forma en la que lo haces para no alterar a tu
interlocutor.
—Te
agradecería mucho que dejaras que fuera yo quien le de esa
información a.… Ya sabes… Mi Alec.
Alec
se encogió de hombros.
—Claro,
no hablaré más de lo necesario, se está poniendo algo…
El
chico levantó ambas manos y las movió como si un gato hubiera
saltado con sus uñas salidas. Magnus rio.
—Que
tierno eres, quisiera poder conservarte, pero estoy seguro de que
debe haber algo muy malo en intentarlo.
—Eso
creo, no puedes quedarte con las personas, porque… Ya sabes, no son
objetos.
Magnus
continúo guiándolo por el corredor, el hombre movió la mano como
si espantara una mosca.
—Tecnicismos.
El
brujo amablemente indicó en donde podía ducharse, le aseguró que
encontraría un cambio de ropa en la habitación de al lado y que era
libre de sentirse en casa.
—Aunque,
está en realidad si es tu casa.
—Gracias.
Entro
a la regadera y dejó que el agua caliente comenzara a relajar sus
músculos, había partes de su espalda y pecho que ardían, la
suciedad se fue por el sumidero rápidamente, se sorprendió al ver
la misma botella de shampoo que usaba en casa, también la misma
loción, era como si realmente viviera ahí, algo que técnicamente
hacía. Sacudió la cabeza para evitar pensar en ello, ya le dolía
lo suficiente como para estresarla aún más.
Caminó
por el pasillo hacia la siguiente habitación con una toalla
alrededor de su cintura, al entrar en ella pudo ver una muda de ropa
colocada sobre la cama, era exactamente como la ropa que traía
puesta y que había dejado en el piso del baño sucia, rota y llena
de icor. Pero no entendía cómo era posible, aun cuando este Alec
tuviera los mismos gustos, que ya había comprobado que sí, no podía
ser de su talla ya que su gemelo adulto tenía un cuerpo por completo
diferente. Se vistió finalmente con lentitud ya que sus heridas no
habían sanado, se hizo el apunte mental de que debía tratarlas en
cuanto tuviera el tiempo, también debía preguntar sobre la ropa
nueva, la lista de cosas extrañas estaba en aumento y sabía que
quizás nunca se detendría.
—Así
está mejor —dijo una voz desde la puerta—. Ya no das pena.
¿Estás
seguro de eso?
—Dejé
ropa sucia en…
Magnus
chasqueo los dedos y pequeñas chispas azules salieron de ellos.
—Listo,
esa ropa no es más un problema.
Un
brujo, claro.
El
chico movió con dos dedos la manga de su propia camiseta.
—Gracias
por la ropa, supongo que tu…
—¿La
conjuré? Así es, ¿No sabias que los brujos podemos hacer eso?
—No,
pero en realidad no sé muchas cosas.
—Ya
veo. Ven, el auto llegó.
Cuando
ambos llegaron de regreso a la sala de estar, Alice se había ido y
en su lugar estaba un hombre de cabello castaño, usaba gafas y tenía
runas en sus brazos, muchas de ellas, Alec nunca las había visto.
—Por
el ángel —exclamó en cuanto le miro—. Me lo dijeron chicos,
pero verlo es…
—Alec,
quiero presentarte a Simon Lovelace.
—¿Es
uno de tus hermanos? ―preguntó acercándose para darle la mano.
Alec
y Simon se miraron y rieron.
—Aun
no, pero pronto se casará con mi hermana.
Wow,
más buenas noticias.
—Que
cool. ―respondió secamente.
—Espera
—dijo Simon ignorando el sarcasmo adolescente—. ¿Entonces no me
conoces?
—No,
es la primera vez que te veo.
—Que
gracioso.
—Si
—dijo Alec de nuevo con su peculiar tono—. Me muero de risa.
La
actitud del chico fue fácilmente leída por su yo mayor, cambió el
tema de inmediato preguntándole si quería comer algo antes de que
se fueran rumbo al instituto. Alec no quería comer, su ánimo había
decaído mucho más en los últimos minutos, agradeció la atención
y se negó lo más amable que pudo, su amabilidad justo ahora no era
su fuerte.
Simon
era un joven amable, se quedó con él mientras la pareja se retiraba
de nuevo hacia su universo privado, Alec les puso mucha más atención
a ellos que al amable Simon Lovelace.
—Odio
sacarlos de su cama a media noche —se lamentaba su otro yo mayor.
Magnus
tenía una sonrisa mientras acariciaba el cabello de Alec.
—Estarán
bien, llegarán a su propia cama en el instituto y no tendrán tiempo
de quejarse.
Alec
movió la cabeza.
—Los
veo allá.
Y
se besaron, lento, dulce y como si no fuera suficiente, ellos pegaron
sus frentes después de hacerlo y se dijeron mutuamente: Te amo.
Alec
quiso largarse de ahí más que cualquier cosa en el mundo.
El
auto era uno muy normal, tipo sedán de color gris con ventanas
oscurecidas, parecía de los que usan los detectives en las series de
televisión.
Simon
Lovelace tomó el volante, El Alec mayor le acompaño de copiloto y
él subió atrás, después de todo seguía siendo un niño. Ambos
adultos se hicieron preguntas rápidas, Alec lo hizo sobre lo que al
parecer era el trabajo de Simon, algo sobre reclutamiento y Simon
sacó lo que parecía ser el tema favorito de Alec; su familia,
rieron un poco cuando mencionó a un Max y un desastre con
mantequilla de maní.
Tuvo
suficiente de bellas historias y decidió no seguir escuchando, las
luces de la ciudad se estaban reflejando a través de las ventanas,
todo estaba tan vivo que le fue muy fácil perderse entre las calles
de esta ciudad que parecía desconocida. No se dio cuenta de cómo el
silencio había llegado al auto, como si la realidad les hubiera
alcanzado a los tres.
—¿Y
a Magnus? —preguntó su yo mayor sorprendiéndole—. ¿Lo conoces?
Había
un sentimiento lúgubre en su voz, tanto que no pudo responder de
manera sencilla como lo era la pregunta.
—No
había conocido a ningún brujo hasta hoy.
Alec
sonrió como lo había hecho Magnus antes en el corredor, intentando
no alterarlo.
—Deja
por favor que yo se lo diga —murmuró mirando hacia la ciudad.
Son
tan parecidos que me dan nauseas.
—¿Todo
bien? —le preguntó Simón al notar el cambio en su ánimo.
—Si
—respondió, pero al Alec más joven no le pareció que fuera del
todo sincero—. Es solo que... Es difícil imaginar mi vida sin
Magnus.
¿Crees
que es difícil? Pensó
Alec. Intenta tener
la mía.
*
* *
La
llegada al mencionado Instituto no fue tan rápida como esperaba, aun
cuando se había pasado el trayecto mirando hacia las personas que
caminaban tranquilas en media noche, un privilegio que supuso nadie
valoraba por el simple hecho de ser algo que tenían seguro, el
tiempo se le hacía lento.
El
ruido de metal lo sacó de sus pensamientos, dos grandes portones
oxidados se abrían frente al auto negro. El instituto no era para
nada como se lo imaginaba o si quiera como su padre se lo había
descrito, su padre olvidó mencionar que los institutos eran
edificios abandonados de aspecto gótico y sucios, muy sucios.
Las
portezuelas se abrieron y los tres chicos salieron de él.
Alec
echó una mirada a la parte alta de la enorme catedral.
—¿Este
es el instituto?
El
Alec de esa dimensión se dio cuenta de cómo este arrugaba su nariz
tras su pregunta, entendió lo que ocurría.
—Concéntrate
y… Observa de nuevo.
—¿En
qué debo concentrarme -Oh maldición…
Simon
sonrió.
—Lo
mismo dije la primera vez que lo miré, es impresionante ¿cierto?
Alec
seguía mirando el hermoso edificio.
—Es
un glamour ¿cierto?
—Así
es —le respondió su yo mayor—. Se supone que deberías de ver a
través de él sin problema y…
Se
detuvo al percibir la juiciosa mirada asesina que el chico le dedico.
Y se preguntó si era también capaz de hacer algo parecido, o si en
alguna ocasión la hubiera usado sin saber que lo hacía.
El
hombre apartó la vista cambiando el tema, era muy claro que el
asunto de no ser un Cazador de Sombras instruido era una fibra que se
debía tratar con mayor delicadeza.
—No
importa, trabajaremos en eso después. Pasa por favor.
Caminaron
por los jardines cubiertos de hojas amarillas y llegaron hasta un
elevador en donde los tres permanecieron en silencio.
—Deberían
de poner una música de espera aquí —dijo Alec adolescente, odiaba
los silencios.
—Lo
he sugerido un par de veces —respondió Simon—. Pero no somos muy
amantes de la música, tiene que ver con la apariencia circunspecta
que debemos mantener.
—Nos
gusta la música —protesto Alec mayor mirando a Simon—. Mi
Parabatai es músico y disfruto escuchar como toca el piano, solo
somos algo… Selectivos con ella.
—
Circunspectos —confirmo
Simon.
Su
otro yo no pareció molestarse, por el contrario, sonreía como si le
sonriera a un ser querido.
Simon
se apresuró a abrir la puerta corrediza del elevador cuando el ruido
de los frenos se escuchó, lo hizo con una cotidianidad adquirida
invisible quizás para ellos, pero no para los nuevos visitantes como
lo era él.
Solo
dio un paso dentro del piso lujosamente alfombrado antes de que un
desconocido se colocara frente a él, el hombre de cabello rubio y
ojos miel casi le hace inclinarse hacia atrás.
—¿Es
cierto? —le preguntó sin contexto alguno—. ¿No tienes un
Parabatai?
Alec
sólo tuvo tiempo de mover la cabeza antes de que un desconocido más
se le acercara, ella tenía cabello negro muy largo, sus ojos eran
negros profundos y había un parecido a si mismo que no pudo evitar
mirar con ojos casi desorbitados, la cabeza se sentía como si le
fuera a estallar en cualquier momento. Ella apartó al primer hombre
como si él no tuviera la musculatura y estatura que tenía.
—Eso
no es importante —le reclamó y después posó su rostro frente al
de él—. ¿Es cierto que no tienes hermanos? Eso no es posible, no
hay mucha diferencia entre Alec y yo, debiste tenerme por lo menos a
mi…
―
¡Isabelle! —la reprendió su
hermano mayor—. Por favor no digas esas cosas, es horrible.
—Horrible
es que no me tenga.
—¿Que
dicen de mí? ¡Soy su Parabatai!
Tiene
tres hermanos, dijo tres.
Hubo
una discusión entre los tres con nombres de personas desconocidas,
las voces estaban en aumento hasta que una mujer de baja estatura y
cabello rojo se acercó a ellos.
—Chicos,
creo que lo están abrumando, parece como si fuera a desmayarse.
Los
tres se preocuparon y le prestaron atención, ciertamente se veía
exactamente así.
—Está
bien —le habló su otro yo con voz calmada, al parecer tenía
experiencia en hablar para calmar—. Nos iras conociendo de a poco,
no hay ninguna razón para que te sientas abrumado u hostigado por
alguno de nosotros.
Estoy
abrumado desde que vi tu nombre debajo de ese timbre.
Sólo
movió la cabeza, aun si quisiera, no tenía como responder a nada de
lo que había pasado. Después de eso se permitió mirar de nuevo a
Isabelle, ella se parecía tanto a él quizás era esa la razón por
la que su corazón se había acelerado al verla y porque su estómago
se descompuso, el tenerla en frente le despertaba una sensación
indescriptible de malestar, no era que le desagradara, era más un
sentido de alarma incomprensible, tenía la sensación de que la
había mirado antes.
No
es tu mundo, no es tu vida.
Se
reprendió al darse cuenta de la facilidad con la que podría querer
a Isabelle Lightwood.
—Daddy,
Daddy…
Un
pequeño cuerpo regordete se movió rápidamente hacia Alec mayor,
este se agachó sin esperar para alzarlo en brazos, el adolescente
pudo ver la piel azul del niño y sus cuernos, su sonrisa fue
contagiosa y sus bellos ojos azules brillaban como dos estrellas.
Que
bebé más lindo.
—Creí
que estarías dormido ―el hombre le habló con sus labios pegados a
su mejilla.
El
brujo Magnus Bane se acercó y como Alec, cargaba a otro niño en
brazos sólo un poco más grande que el primero.
—Demasiada
conmoción creo, no pude hacerlos volver a la cama.
Alec
pareció hipnotizado por los rostros de ambos niños, Magnus se dio
cuenta y no esperó para hacer las presentaciones.
—Ellos
son nuestros hijos —explico—. Max
Lightwood y Rafe Lightwood.
Max,
Max Lightwood y tambien Rafe, Rafe Lightwood.
No
dijo nada, pero todos se dieron cuenta de su respiración agitándose.
—Por
favor no te desmayes ―pidió Isabelle―. Papá y mamá están por
venir.
Los
ojos de Alec adolescente se abrieron por la impresión de haber
escuchado eso último.
—¿Mamá
y papá? ¿sus padres?
—Sólo
de nosotros tres —explico Jace—. Si fueran los padres de todos
aquí sería algo moralmente extraño.
Quizás
sea que nadie se conocía mejor que si mismo, ya que fue Alec el
único que se percató de la sombra de dolor que atravesó el rostro
del adolescente.
—Pasa
—le habló con toda la amabilidad posible—. ¿Tienes frio?
Se
habían trasladado todos a la sala principal en donde la chimenea
calentaba el ambiente agradablemente.
El
adolescente aprovechó la oportunidad para caminar por una pared y
otra mirando los títulos de los libros que había ahí, la
decoración era algo arcaica, pero era fantástica, había cuadros de
batallas y espadas empotradas por encima de la chimenea que brillaban
con la luz chispeante del fuego, se perdió un poco al estar leyendo
los títulos en los lomos de cada libro uno más interesante que el
anterior.
—¿Qué
hay de la chica hada? ¿La que lo trajo aquí? —quiso saber
Isabelle, ni ella ni ninguno de los presentes le podía quitar la
vista de encima al adolescente curioso.
Simon
estaba al lado de su Parabatai.
—Se
marchó al reino hada, habló algo sobre recargar energías.
—No
podemos contar con ella —respondió Magnus con una voz seria y que
pocas veces se le había escuchado—. Eso nos lo dejó muy claro,
espera que nosotros resolvamos lo que provocó.
—No
entiendo —habló Clary bajando un poco la voz—. ¿Por qué
traerlo aquí cuando es tan peligroso para todos y más para ella
misma?
Alec
dejó ir al inquieto Max.
—Dijo
que quería ayudar.
Rafe
también bajó de los brazos de Magnus y siguió a su hermano.
—¿Ayudarnos
o ayudarlo? —preguntó Jace, todos ellos murmuraban para no
perturbar al ya alterado visitante.
Alec
siguió el andar de sus hijos hasta su otro yo.
—Eso
sólo lo podremos saber cuándo hablemos con el chico.
Max
se había imaginado que su padre adolescente estaba buscando algo
importante, el bebé le ayudó con esa tarea, fue directamente desde
el sillón en donde estaba su libro favorito y se lo entregó,
seguramente estaba esperando la hora de la lectura y por ello estaba
tan interesado en los libros de los estantes.
El
Alec que venía de otra dimensión tomó el libro despacio y con
cuidado, no sabía cómo interactuar con niños, mucho menos con unos
tan pequeños. Al notar como el otro niño también se le acercó,
cedió a los enormes ojos expectantes y se sentó en el piso con
ellos, Alec comenzó a leer en un tono de voz suficiente como para
que sólo ellos escucharan, Max se colocó sobre sus piernas cruzadas
y Rafe a lado de ambos para no perderse de los dibujos. Fue extraño
y conmovedor al mismo tiempo.
—Pase
lo que pase —dijo Isabelle cruzando sus brazos sobre su pecho, ella
se veía muy determinada—. Tenemos que mantenerlo a salvo.
Magnus
dejo salir aire fuertemente.
―Creo
que lo más difícil será que confié en nosotros y que nos cuente
lo que sucede en su dimensión, lo que Alice nos dijo y lo poco que
sabemos sobre él solo indica que la situación allá es muy
precaria.
―Es
alarmante ―dijo Clary sin apartar la Mirada de los niños y del
adolescente leyendo en el piso―. No conozco a ningún hada que
actué solo por el hecho de ayudar, no me mal interpreten, es solo
que…
―Buscan
siempre un bien mayor y que por lo general los beneficie ―habló
Simon completando la frase de Clary como ya todos estaban
acostumbrados. Simon e Isabelle mantenían uno de sus brazos
entrelazados mientras el hombre meditaba―. Y si no tendremos
respuestas de ella, debemos tenerlas de… el Alec adolescente que no
nos quiere de amigos.
―Hacerte
amigo de Alec es difícil ―dijo Clary mirando a su ahora hermano y
parabatai de su amado.
Alec
jaló uno de los mechones de Clary con cariño sonriéndole.
―Quizás,
pero… No es como yo, es decir, es más… Un mundano.
―Noté
lo mismo ―aseguro Jace―. La forma en la que nos mira me recuerda
mucho a Alec, casi estoy seguro de lo que está pensando, pero ese es
el problema, solo lo piensa y no lo dice.
―Adolescente
―acentuó Isabelle.
El
Alec de esta dimensión jugó con su mejilla al estar pensando.
―Tenemos
que comenzar a ganarnos su confianza y descubrir porque lo han traído
aquí, si La Clave sabe de él…
―Quiero
irme a casa. ―Ninguno de ellos se había dado cuenta de cómo se
había alejado de los niños y se les había acercado haciendo que
estos Cazadores de Sombras experimentados dieran un pequeño salto
que intentaron después disimular.
―Vaya
―dijo Magnus mientras caminaba a por sus hijos―. Sabemos que es
escurridizo al menos.
Alec
mayor notó la seriedad mortal en ese rostro molesto. Ninguno ahí
más que él se percató y estaba muy seguro de que algo estaba a
punto de explotar.
Isabelle
sonrió intentando calmar al chico.
―Recuerda
que no puedes irte, Alice no…
―Díganme
en donde encuentro al hada, haré que me lleve de vuelta.
Esto
se estaba saliendo de control con demasiada rapidez.
―Vamos,
peque, ―le llamó Jace amablemente―. Solo necesitamos que nos des
un poco de tiempo para descubrir que es lo que pasa contigo y tu
dimensión.
―No
vuelvas a llamarme así.
Esto
ya se había terminado antes de empezar, no había vuelta atrás.
Éste Alec adolescente había decidido que les odiaba.
―Además,
¿Por qué les importa? No conozco a ninguno de ustedes y voy a irme
a casa aun cuando eso signifique ir al reino hada yo solo.
―Calma
―Pidió Isabelle mirándole con preocupación.
―Quiero
irme ―Repitió el chico con voz temblorosa―. ¿Por qué estoy
aquí?
―Algo
no anda bien ―Magnus se acercó al adolescente con su mano envuelta
en una neblina azul.
Alec
dio dos pasos atrás.
―
¡No te
acerques a mí! ¡Aléjate de mí con esa cosa azul!
―Vamos,
peque, queremos ayudarte.
Había
comenzado a sudar, su visión se había nublado, sentía el cuerpo
entumido y le era cada vez más difícil moverse o mantenerse en pie,
miraba esos rostros desconocidos acercándose e intentando tomarle,
sus voces se hicieron sonidos chirriantes que sólo le hacían que la
cabeza retumbara, sabía que no tenía mucho tiempo, sabía que debía
salir de ahí, vio alrededor de la habitación, la misma que daba
vueltas infinitas, encontró lo que necesitaba, una salida, no dudó
y corrió hacia ella, le fue difícil, fue quizás lo más difícil
que haya hecho nunca.
Se
quitó de encima un agarre y dos, le llamaron por su nombre pero no
hizo caso, escapó y corrió y siguió corriendo hasta que llegó a
la entrada, pero algo lo detuvo, su cuerpo chocó con el de alguien
más. Alguien que lo tomó y no lo soltó. Estaba a punto de
protestar y exigir que lo liberara cuando sus ojos chocaron con los
del hombre, no era un extraño y ya había estado en estos brazos
antes, la última vez que eso paso ambos habían estado sobre una
azotea mirando las estrellas, él le cantaba mientras el hombre le
abrazaba y lloraba con su rostro oculto en su hombro.
Alec
dejo de pelear, ambos estaban igual de sorprendidos por verse.
―Eres
tú ―respiro Alec con dificultad, sonriendo sin darse cuenta.
Robert
Lightwood estaba ahí porque le habían llamado por una emergencia,
había chocado con este Alec que era inconfundible, era su hijo con
menos edad, levantó la mirada un poco para ver a su Alexander, este
la sostuvo, pero en la habitación estaban preocupados, preocupados
por lo que pasaría a continuación y por este Alec más joven.
―Estas
aquí, en verdad… estas…
Pudo
sentir el cuerpo de su hijo a punto de colapsar. Era algo imposible,
pero antes de tratar lo imposible, necesitaba saber que ocurría con
su salud.
―
¿Qué pasa?
¿Qué tienes?
Alec
no respondió, aun cuando parecía estarse esforzando por ello. Uso
toda su fuerza, toda la que le quedaba en su cuerpo cada vez más
débil para tirar sus brazos alrededor de su padre, no quería dejar
de abrazarlo, no quería soltarlo y que se fuera de nuevo.
―Papá
―murmuro el chico―. Papá.
Robert
habló al resto en la habitación.
―Debemos
llevarlo arriba, parece veneno.
Pero
el plan no siguió tan rápido como habían pensado.
―
¿Alec? ―le
llamó una voz externa sonando como un recién llegado.
Recordaba
esa voz y fue consciente de que la había extrañado y necesitado
toda su vida, fue como recuperar una parte de ese último arrullo, de
un último Te
Amo
e incluso el sonido de una última risa, todo en un solo sonido. Que,
sin estar consciente de ello, la había guardado en una parte de su
mente y su corazón.
Giro
hacia su derecha sin soltar a su padre, la mujer tenía ojos azules
enormes y le miraban con demasiada angustia, Alec sintió que iba a
morir, veneno,
había dicho su padre y no le importo, podría morir, y aun así se
sentía inmensamente feliz, no se resistió más, no tenía la fuerza
para hacerlo, dejó que la oscuridad le llamara y le envolviera sin
poder o querer hacer nada, se desvaneció lentamente con una palabra
en su mente que llenó su corazón:
Mamá.
*
* *
Micah
había dejado de ir a la escuela, en algún momento sin darse cuenta
comenzó a sentir que no tenía ningún caso seguir con la fachada de
estudiante, el propósito había sido mantener seguros a los
estudiantes, pero ahora que su equipo se había reducido a una
tercera parte, ellos tenían que tomar una actitud más de ataque que
de defensa. Se habían convertido en una sola unidad, un equipo, una
misión cada noche. Micah no creía que su desinterés a la escuela
caía en la idea de que Alec no había aparecido a la mañana
siguiente para que ambos hablaran como lo habían pactado, o que no
respondiera sus mensajes desde hacía tres días. Tampoco quería
pensar en el hecho de que Maia no se había comunicado con él,
siempre que llegaba a su departamento en Manhattan y miraba las
fotografías en donde los tres se veían felices y como grandes
amigos se daba cuenta de que había sido un ingenuo, quizás no había
sido el que les había estado engañando con su actuación de
estudiante de colegio, quizás ellos como los adolescentes que eran,
formaban relaciones que a final de cuentas eran efímeras, quizás
había sido un tonto al ver profundidad en una amistad con
adolescentes.
Pero
aun así no podía abandonarles, quizás a ellos no les importaba,
pero a él sí y no podía estar tranquilo hasta saber que ellos
estaban seguros, aun cuando lo más difícil de eso sería ponerse en
contacto con ellos primero, una cosa que no tenía idea de cómo
hacer ya que no sabía en donde se encontraba Maia y el apartamento
de Alec y su padre parecía abandonado desde la última vez que fue a
buscarlo.
Eso
sería después, ahora tenían que sobrevivir a una misión.
―
¿Qué haces
con ese traje? ―preguntó Micah a Oscar―. No te ofendas, pero no
te queda.
Oscar
acomodó sus anteojos sobre el puente de su nariz.
―No
me voy a quedar aquí mientras ustedes se ocupan de la acción, ya me
cuesta aceptar que nada de la tecnología que intentamos usar
funciona para matar esas cosas.
Ambos
jóvenes tenían el equipo completo de Swat, como armaduras negras
que brillaban en sus partes endurecidas. Tenían una enorme arma y un
auricular en su oído.
―Demonios
―les interrumpió Kairi acercándose a ambos―. Esas cosas son
demonios.
No
se quedó a conversar, se fue al frente del pelotón para escuchar
las ordenes de su comandante que había entrado a la habitación.
―
¿Soy yo?
―preguntó Oscar terminando de montarse todo su equipo―. ¿O esto
de las cosas sobrenaturales se le da bastante bien?
Micah
recordó la última extraña conversación que había tenido con su
compañera, la advertencia que le dio y como al parecer sabia como
podía llamar a cada una de las criaturas que les atacaban.
―Creo
que tiene más que decir de lo que pensamos y obviamente de lo que
dice.
―Maldición
―se quejó Oscar―. No me gusta tener a esos miembros en el
equipo, nunca sabes si puedes confiar en ellos.
Micah
pensaba lo mismo y sin querer los pensamientos de sus amigos ausenten
vinieron a él, confiar en ellos era lo único que podía hacer
ahora.
Micah
bajó la cabeza con pena.
―No
tenemos otra opción ―respondió mientras se acercaba a escuchar
las instrucciones de la misión.
El
general señalaba en un pizarrón con un láser una parte de
Manhattan.
―Este
es un instituto, o lo fue, era un centro de reunión de los
desaparecidos Cazadores de Sombras, ha sido de todos ellos de donde
hemos conseguido la mayor información acerca de las criaturas que
atacan a los civiles cada noche. Hoy será una misión de extracción,
en los pasados archivos recolectados de un instituto en los ángeles
se encontraron antiguos informes sobre una ciudad oculta que podría
ser ahora un refugio para los últimos Cazadores de Sombras,
necesitamos recaudar más información sobre en donde se encuentra
escondida esa ciudad. La misión es simple: Entrar, tomar y salir, no
se queden a observar.
Micah
quedó extrañado por ese último comentario. Mientras daba
instrucciones más precisas al jefe de la unidad, se preguntó que
sería tan digno de observarse como para que arriesgues tu vida.
El
movimiento de sus compañeros le despertó, todo estaba listo para
salir.
―Vamos
―le pidió Oscar.
Micah
movió la cabeza, había tantas cosas que no entendía, quizás aún
no lograba adaptarse a lo extraordinario de la situación, respiro
profundamente para prepararse a sí mismo.
―Vamos
―respondió a su amigo.
*
* *
El
equipo llegó a Manhattan, usaron el callejón para que sus
camionetas no llamaran la atención, era de noche y generalmente
trabajaban después del toque de queda, pero nunca podían estar
seguros de que algún civil no pudiera verles.
Micah,
Oscar y Kairi bajaron con agilidad y entraron a los jardines de lo
que parecía una catedral gótica.
Micah
echó un vistazo rápido hacia las torres que brillaban con la luz de
la luna.
―Impresionante
¿cierto? ―Oscar se colocó a su lado mientras esperaban la señal
de avance.
―Es
muy extraño, he pasado por aquí toda mi vida y siento que es la
primera vez que veo el edificio.
―Es
parte del engaño. Los Cazadores siempre tuvieron trucos bajo la
manga para mantenerse ocultos de los mundanos ―les dijo Kairi, pero
ninguno de los dos supo que preguntar a continuación.
La
señal de avanzada apareció y los tres chicos fueron seleccionados
para entrar por el edificio que parecía estar externo a la catedral,
ellos abrieron las enormes puertas y se toparon con una decoración
exuberante, había viejos muebles dispersos por algunas áreas,
estaba todo definitivamente abandonado, ya que el polvo había
formado una capa muy gruesa sobre las mesas y las sillas que ahí se
encontraban.
―Es
como una iglesia ―comentó Oscar sin bajar la mira de su arma.
―Es
el Santuario ―les respondió Kairi.
Micah
estaba empezando a desconfiar más y más de esta chica. Ellos habían
encendido sus linternas para poder avanzar en la oscuridad absorbente
del lugar. Oscar había memorizado la ruta que debían seguir y
rápidamente se colocó frente a la línea de expedición que los
tres habían formado. Pasaron por largos pasillos los tres agazapados
sobre las miras de sus rifles hasta que bajaron por unas escaleras.
―Nos
toca revisar en el sótano ―les informó como cortesía a sus
compañeros.
Pero
el sótano no parecía en lo absoluto eso, era como una especie de
zona recreativa abandonada, tenía un aire de sala de entrenamiento
que no se había usado en años, las marcas conocidas, que ahora
sabían eran runas, estaban en todas partes y también había líneas
en el suelo, una vez que terminaron su mapeo y que se dieron cuenta
de que no había nadie más ahí, pudieron iniciar su búsqueda,
aunque su sentido común les dijo que no encontrarían nada de
documentos ahí. Micah se acercó a una de las paredes, a pesar de la
poca luz que le entregaba su linterna, pudo notar los estantes y las
sombras de las armas que habían estado ahí desde hacía mucho
tiempo y que alguien había quitado dejando esas marcas del paso del
tiempo en la pared.
―
¿Qué crees
que signifique? ―preguntó Oscar al notar lo mismo que su amigo.
―Que
alguien vino por las armas que había aquí, incluso cuando estas
parecían ser solo decoración.
Micah
se movió con su linterna a través de los estantes, había cajas
vacías amontonadas sobre uno de ellos, su atención fue hacia un
objeto que reacciono al reflejo de su linterna, movió las cajas y se
encontró con una pieza extraña, era un cristal opaco con forma de
bolígrafo. Observo hacia atrás rápidamente para asegurarse de que
nadie le estuviera observando. El chico coloco el objeto en uno de
sus bolsillos internos.
―Alguien
vino por las armas. ―meditó su compañero―. ¿Ósea que hay
alguien por ahí con uno de estos?
Oscar
señaló una sombra en la pared en donde parecía haber estado un
hacha que media el doble de su estatura.
La
idea también le pareció aterradora a Micah quien solo respondió
con un encogimiento de hombros.
―Los
Cazadores de Sombras se están ahogando en su propio ego, se merecen
esto y más.
―
¿Sabes?
―confrontó Micah a la chica―. Me estas hartando con tu actitud
de “Sé más que todos aquí” si no dirás algo que podamos
comprender, será mejor que mantengas tu boca cerrada.
Kairi
rio.
―
¿Es así
como tratas a las chicas?
Micah
se alejó de ella.
―Creo
fielmente en la igualdad de género. Larguémonos de aquí.
―Te
sigo ―respondió Oscar―. Es todo tan extraño, desde que entramos
he estado buscando una fuente de energía, pero estos tipos, no
usaban instalaciones eléctricas, ¿Cómo funcionaban esas?
Oscar
levantó su mano y la luz de su linterna para señalar a las lámparas
en la pared.
Era
una pregunta muy válida. Micah no se cohibió esta vez y miro a
Kairi por una respuesta.
Ella
se encogió de hombros.
―Piedras
rúnicas de luces mágicas ―respondió la chica.
Oscar
y Micah compartieron una mirada.
―Supongo
que en alguna parte de esta historia eso tiene sentido. ―dijo Oscar
tomando su posición detrás de Micah para iniciar su regreso a la
primea planta.
Una
vez ahí, los tres comenzaron a caminar por el largo pasillo, había
puertas a ambos lados de este y por diversas ocasiones Micah pensó
en entrar o si quiera abrir una de ellas para averiguar lo que podría
descubrir ahí, estaba intentando perder interés en eso cuando vio
una luz blanca moviéndose a través del pasillo detrás de ellos.
―
¿Vieron
eso? ―preguntó a su pequeño equipo.
―No,
-respondió Oscar, ― ¿Qué viste?
Micah
guardó silencio mientras miraba fijamente al lugar.
―Quizás
fue una de las linternas de los demás equipos ―sugirió Kairi al
ver el interés de Micah―. Sigamos.
Micah
estaba a punto de hacer eso cuando la luz apareció de nuevo
moviéndose dentro del pasillo.
―
¡Ahí está!
Micah
corrió detrás de ella sin que Oscar o Kairi pudieran evitarlo.
Era
veloz, pero Micah también lo era, subieron por una escalera y se
topó con un callejón sin salida cuando llegó a un campanario, su
equipo se había quedado atrás por la sobresaliente habilidad de
Micah para correr, era rápido, siempre lo había sido.
Antes
de que pudiera avisar a su rezagado equipo que no había encontrado
nada, una mano lo tomó del cuello y lo empujó en contra de la
puerta, esta se cerró con Micah como principal obstáculo, la
linterna y el arma fueron arrancadas de sus manos con demasiada
velocidad y la iluminación de un cristal le dejo ver el rostro de su
atacante.
Él
mantenía una mano sosteniendo el cristal que iluminaba la habitación
y la otra estaba en su cuello, evitando que Micah se moviera o que
incluso respirara, Micah conoció rápidamente a su atacante.
―Señor
Starkweather ―dijo con dificultad con el dolor de su agarre en la
garganta.
Micah
sabia sobre la diferencia de sus apellidos porque Alec les había
confesado que este hombre no era su padre, aun así, eso no
importaba, habían sido años de ver el trato que le daba a Alec,
para cualquier persona con un poco de información sabría que este
hombre era el padre de Alec, sin importar que no tuvieran la misma
sangre o el mismo apellido.
Hodge
tenía ojos sobresaltados.
―
¿En dónde
está mi hijo? Dímelo o te juro que te presionaré el cuello hasta
que se rompa.
Micah
no dudó que eso fuera imposible, estaba comenzando a ver borroso.
Hodge
lo soltó antes de que se desmayara.
Tosió
y gimió para recuperarse.
―Habla,
mundano, no tengo tiempo. ―Le dijo el hombre que se había
encargado de poner una gran viga a través de la puerta que evitaba
que se abriera por el exterior.
―
¿Alec?
―preguntó Micah con dificultad―. No sé en dónde está, fui a
buscarlo a su departamento, pero no había nadie.
Hodge
no tenía paciencia y tomó de nuevo al chico para que su cabeza se
estrellara contra la pared de piedra.
―Sé
de lo que son capaces de hacer los tuyos, podrían haber encerrado a
mi hijo para recaudar la información que tienen de los Cazadores de
Sombras, ¡Habla!
―No
sé en dónde está Alec, pero la información que nos dan la han
tomado de institutos como este, es lo que sé.
Hodge
retiró su mano para que Micah cayera deslizándose por la pared
hasta el suelo.
―No
puede ser ―murmuró el hombre―. No te creo.
Micah
buscó la mirada del hombre, el que estuviera vestido como lo estaba,
su espada e incluso las runas ahora visibles en su piel eran lo que
menos le importaba.
―
¿Le pasó
algo malo a Alec? Dígame.
La
angustia en la voz del chico le hizo bajar un poco su enojo.
―Desapareció
hace tres días. Y ahora tú y tu equipo entran al instituto, eso no
puede ser una casualidad.
Micah
uso la pared como apoyo para ponerse en pie.
―Tres
días ―repitió―. Pero yo lo vi, en el centro de patinaje hace
unas noches.
Eso
atrajo el interés del hombre.
―
¿Qué te
dijo? ¿De qué hablaron?
―Le
pedí que se fuera de ahí, le dije que era peligroso por las
desapariciones. Él se fue y quedamos de hablar al día siguiente,
pero… Pero no apareció. No lo he visto desde entonces, le ha
llamado, pero… ¿Cree que le paso algo malo? ¿Qué fue atacado por
una de esas cosas?
―Alec
no es tan indefenso, no como tú incluso con todo ese equipo que
llevas, es un brillante luchador y no se dejaría vencer por un
demonio, no sin que ates hiciera cualquier cosa para salvarse a sí
mismo.
Micah
se asustó un poco por el estado del hombre, sus movimientos eran
erráticos, había demasiada desesperación en él.
―No,
no, no está muerto, lo sabría ―levantó la mirada de nuevo hacia
Micah―. Ustedes lo tienen y yo voy a…
Micah
levantó sus dos manos antes de que Hodge lo sujetara de nuevo.
―Usted
no me conoce, pero Alec es mi mejor amigo y nunca dejaría que le
pasara nada malo, si usted cree que mis superiores lo tienen
encerrado, se lo juro, que quemare todo el maldito cuartel hasta
encontrarlo, se lo juro.
Hodge
era bueno leyendo a las personas, entendía a los guerreros mejor que
nadie, siempre le habían considerado un tutor nato, este chico no le
estaba mintiendo, este chico era un guerrero nacido aun cuando era un
mundano.
―Encuéntralo
y entonces creeré en tu palabra, y te haré una advertencia, si no
lo haces tú, lo hare yo y nunca sabrán siquiera que los golpeo.
Micah
no dudo ni por un segundo en esas palabras.
Oscar
y Kairi habían llegado a la puerta y la golpeaban con fuerza para
intentar abrirla.
―Tengo
que irme de aquí ―anuncio el Cazador―, Los institutos son ahora
el punto de enfoque de los demonios, y gracias a las muertes, el
suelo sagrado no repele más a los… ―miro al chico al darse
cuenta de que había hablado de más―. Es peligroso que un solo
Cazador venga aquí.
―
¿Por qué lo hizo?
―Nada
me detendrá para seguir buscando a mi hijo y tampoco
será la última vez que me veas, mundano. ―Estaba por irse cuando
giro una vez más hacia Micah―. Y, por cierto, informa a tus
superiores que si quieren continuar con esta farsa que se han
montado… Que realicen las misiones en el día; los demonios no
pueden sobrevivir a los rayos del sol.
Entonces
Hodge se acercó a uno de los grandes arcos del campanario y sin
titubear saltó.
Micah
se acercó esperando ver una tragedia, se topó con la increíble
visión del hombre dando saltos agiles sobre los edificios,
convirtiéndose rápidamente en una sombra que desapareció en la
lejanía.
La
puerta se abrió violentamente haciendo que la viga saltara en miles
de estillas a través de la habitación, Kairi había usado uno de
sus potentes movimientos de pelea.
―
¿Con quién
hablabas? ―quiso saber la chica al notar que Micah estaba solo.
―Con
nadie.
―
¿Nadie? ―le
miró Kairi inquisitivamente.
―Nadie
―repitió Micah mientras tomaba su arma y linterna del suelo―.
Debemos irnos, parece que el lugar no es nada seguro.
Kairi
se colocó frente al chico.
―
¿Cómo lo
sabes? ―le preguntó sin rodeos con esa cara ya conocida para
Micah, la misma que decía que ella no te creía.
Micah
se encontraba ahora carente de paciencia. Dio un paso hacia la chica
colocando su rostro frente a frente en una manera de desafío.
―Supongo
que de la misma forma que tú sabes todas esas cosas.
―Vamos,
chicos ―intervino Oscar preocupado―. Debemos irnos, deben estarse
reagrupándose ahora.
Kairi
estaba a punto de responder cuando una criatura con alas se colocó
en uno de los arcos del campanario, esta se inclinó hacia enfrente y
emitió un sonido tan fuerte que provocó que los tres soldados de
balancearan hacia atrás por el dolor en sus oídos. La criatura
entró a la misma habitación que ellos rápidamente.
―
¡Salgan!
―gritó Micah y comenzó a disparar al demonio.
Los
disparos disminuyeron la velocidad a la criatura, pero no lograron
ningún daño significativo.
Oscar
y Kairi habían bajado por la escalera y se quedaron a la mitad de
ellas apuntando hacia arriba y esperando que Micah apareciera para
que ellos pudieran cubrirle, pero eso no ocurrió, pasaron cinco,
seis y siete segundos y no apareció.
―
¡Maldición!
― la chica emprendió de regreso su ascenso para ayudarle.
Se
topó con una escena horrible en donde el demonio había rasguñado
los brazos de Micah, el chico ya sangraba de casi todo su cuerpo y la
criatura parecía dispuesta a romper su cuello.
Le
disparó, pero las balas solo le movieron muy poco, aun así, era
todo lo que podía hacer para que este soltara a Micah, en un segundo
Oscar se le había unido, ambos estaban vaciando la carga de sus
armas sobre la criatura, pero esta solo se quedó parado recibiendo
los disparos, cuando las municiones se acabaron, el demonio prestó
de nuevo atención a la víctima en su garra. La criatura abrió su
boca y Kairi saltó sobre él para evitar que mordiera a Micah, era
resbaladizo, pero usó su arma como una palanca apresando su cuello
para mantenerse encima, el demonio se movió violentamente para hacer
que la chica se soltara, Micah había caído al suelo y ya no estaba
en la garra de la bestia.
Oscar
se colocó frente a su amigo intentando cubrirlo mientras buscaba un
nuevo cartucho para su arma. Pero el demonio era más fuerte y rápido
que los tres juntos. Antes de que pudiera terminar de cargar su arma
fue arrojado hacia una de las paredes violentamente haciendo que
perdiera el conocimiento.
Entre
el demonio y Micah, que parecía ser su principal interés, no había
nada.
Kairi
seguía sobre el demonio luchando sin posibilidades cuando soltó un
extremo de su arma para buscar algo en uno de los bolsillos de su
cinturón, era una botella de cristal con un líquido rojo protegido
con un corcho de madera. Uso su boca para retirarlo y lo vertió todo
sobre la espalda del demonio. Este chilló tan fuerte que hizo
despertar a los dos chicos heridos, Kairi se liberó del demonio y
dio dos pasos lejos de él mientras este se consumía por la poción
que le había vertido encima. La habitación se inundó de un
horrible olor a azufre y en poco tiempo los gritos se terminaron,
cuando el demonio cayó al piso sin moverse, los tres seguían
mirando atónitos lo que pasaba, unos segundos después el cuerpo de
la criatura se convirtió en cenizas sin quedar más que partículas
de polvo flotando en toda la habitación.
Antes
de que cualquiera de los tres hablara, la habitación se llenó con
los integrantes de los demás equipos, ayudaron a ambos chicos y
todos salieron del campanario y del instituto rápidamente. Micah
estaba siendo atendido, Oscar usaba una tableta electrónica para
escribir su informe o eso intentaba, ninguno de los dos chicos podía
quitar la vista de Kairi.
Kairi
sabia más de lo que incluso Micah podía imaginar y sin importar lo
que pasara lo descubriría, las palabras de Hodge le atormentaron
mientras llegaban a su base, quizás tenía razón, quizás Kairi era
parte del grupo que tenía Alec, no podía explicarse cómo poseía
toda esa información que conocía.
Nada
era seguro, solo una cosa: Si Alec estaba en la estación, lo
encontraría sin importarle por quien tuviera que pasar.
Incluida
la hábil y misteriosa Kairi Himura.
*
* *
Se
sentía como si todo su cuerpo estuviera amarrado a la cama, aun el
más mínimo movimiento provocaba una pulsación de dolor que corría
por todo su sistema nervioso, poco a poco fue sintiendo como la
conciencia llegaba a él, Alec no abrió los ojos, no podía hacerlo
aun cuando estaba esforzándose, podía escuchar el movimiento a su
alrededor y las personas que hablaban de él, fue muy extraño
escuchar su propia voz, aunque eso fue lo que le hizo recordar el
lugar en donde estaba y con quienes estaba, los nombres giraron en su
cabeza como un remolino; Jace, Clary, Simon, Magnus, Isabelle… No
quiso abrir los ojos, no quería hacerlo, no hasta que recordó ese
último memento antes de desmayarse, los brazos que le sujetaron y la
voz que le llamó.
Mamá
y papá.
Y
abrió los ojos. Parpadeó muchas veces antes de que una imagen con
algún sentido apareciera ante él, no había prisa ya que su cuerpo
no podía moverse por el entumecimiento.
La
urgencia llegó a él cuando sintió una mano cálida tocando la
suya, sintió el peso de alguien a su lado sobre la cama y la imagen
de la mujer más dulce que podía recordar se presentó claramente
ante sus ojos. Se levantó rápidamente, el dolor no importaba más.
La miro por más tiempo, mismo que no se sentía el suficiente y se
atrevió a levantar su mano para ponerla sobre la mejilla de su
madre.
―Había
tenido tanto miedo de que algún día, con el paso del tiempo yo te
olvidara ―le dijo con voz baja y sonrió un poco―. Pero eres
exactamente cómo te recuerdo.
Maryse
presionó la mano del chico aún más sobre su mejilla, recordaba esa
dulzura, la forma de demostrar cariño que su hijo tenía, había
pensado que en algún momento lo había perdido, pero no era así, su
hijo había tenido que esconderse del mundo y se había visto
obligado a esconder una parte de sí. Alec siempre fue cariñoso,
pero en algún momento le obligaron a no demostrarlo, eso hasta
ahora, ahora que había encontrado a su familia y volvió a hacer el
ser más dulce que solo él podía ser. Era fácil darse cuenta de
que este Alec había crecido sin temor, este Alec había crecido sin
sus padres y sin el duro juicio de Cazadores de Sombras cerca.
―Me
alegra que estés mejor ―dijo su padre cerca de su cama sonriendo.
Alec
sonrió y se miró con la intención de correr de nuevo hacia él.
―No
te levantes ―le pidió su padre―. Aun no te recuperas del todo,
por favor quédate tranquilo.
El
chico lo hizo, su actitud había cambiado, era ahora un ejemplo de
obediencia y su hostilidad se había ido.
―Por
lo menos no intenta irse corriendo al reino hada ―dijo Magnus
acercándose a Alec quien estaba al lado de su parabatai.
Todos
ellos observaban la curiosidad que era ahora el visitante de otra
dimensión, era extraño para todos, excepto para Alec.
―No
le gustan los extraños ―aclaró el hombre―. Necesita confiar
primero en nosotros.
Magnus
observo el nuevo comportamiento del chico, de cómo sonreía a los
dos adultos que le miraban con una fascinación similar.
―Creo
que podemos dejar esa parte a mamá y papá.
*
* *
Alec
pasó toda la tarde y buena parte de la noche hablando con sus
desaparecidos padres, él les habló de su vida, de sus amigos y de
su padre, no pudo evitar ver una sombra de preocupación en sus
rostros cada vez que hablaba de él. Ambos hicieron uso de toda su
persuasión para que el chico aceptara descansar y dormirse, aún
estaba delicado y necesitaba recuperar su energía. Su familia en
esta dimensión se dio turnos para mantenerse con él el mayor tiempo
posible.
A
Magnus le toco el primer turno de la noche. El brujo esperó a que
este se durmiera para usar su magia y hacer un diagnóstico de su
condición.
―
¿Cómo
está? ―preguntó Alec mayor entrando a la habitación.
Magnus
le miro y la paz que Alec transmitía le inundó, le encantaban este
tipo de cosas, le gustaba mucho como sólo bastaba que con que el
cazador entrara a una habitación para que se sintiera feliz.
―Parece
que todo está…
Se
interrumpió a sí mismo quedándose en silencio.
―
¿Qué
ocurre? ― preguntó Alec mirando la mano del brujo sobre la frente
de su yo más joven.
―No
estoy seguro. ―respondió Magnus y con determinación apartó la
mano del rostro del chico―. Parece que alguien hizo una especie de
bloqueo en su mente.
―
¿Qué? ¿Qué
clase de bloqueo?
Las
manos de Magnus brillaron con mayor intensidad.
―Se
parece… Es tan parecido al hechizo que Jocelyn me pidió para
Clary, aunque este no es inquebrantable, quien lo puso lo hizo con la
intención de que fuera retirado con facilidad.
―Quítalo
―le pidió su Alec.
Magnus
negó con la cabeza.
―Es
solo que… No se colocó para hacer daño, se realizó como una
forma de protección.
―Quizás
su padre intentó desvanecer su visión, como intentaron con Clary.
Las
manos de Magnus se habían alejado del adolescente.
―
¿Robert?
Alec
sonrió con dolor.
―No,
aun no estamos seguros, pero parece que su padre adoptivo es Hodge.
El
brujo se recargó sobre su silla con un rostro de asombro y un poco
de alarma.
―
¿Hodge?
―preguntó sin intenciones de que le respondieran―. ¿El mismo
Hodge que ayudo a Valentine y que traiciono a todos? Wow, estoy mucho
menos preocupado por él ahora.
El
Alec en la cama se movió un poco volviendo a una respiración
profunda casi de inmediato.
Alec
mayor puso su dedo atravesando su propia boca para que Magnus midiera
el volumen de su voz.
―Mis
padres me hablaron sobre eso. Él les conto sobre su vida, sobre su
padre y sus amigos.
Magnus
se inclinó hacia enfrente demostrando interés en lo que su amado le
decía.
―Entre
ellos están Maia y Raphael ―continuo―. Maia no me sorprende,
pero Raphael, eso es…
―Una
sorpresa de la vida, no deja de sorprendernos.
Alec
le sonrió, camino hacia él y parado a su lado, Magnus sujeto la
camiseta gris que le hacía ver más joven de lo que era. El cazador
metió su mano en el enredo de cabello que tenía Magnus, habían
salido de su casa con demasiada anticipación que este no había
pensado si quiera en usar la brillantina o el maquillaje que usaba
siempre, cerro su mano sintiendo su cabello como una caricia entre
sus dedos.
―Me
dijo que no te conocía. En esa dimensión tu y yo…
―Lo
sé, me lo dijo también. Pero no debemos enfocarnos en eso, por
ahora debemos intentar ayudarlo, es más que obvio que la ha pasado
bastante mal.
Alec
se sintió aliviado por esas palabras.
―
¿Qué me
dices del bloqueo? ¿Debemos quitarlo? ―el hombre se movió al otro
lado de la cama, su postura había cambiado a una de determinación.
Magnus
volvió a colocar su mano sobre la frente de Alec.
―No
por ahora, no sé qué es lo que está cubriendo, Alec, pero creo que
fue colocado ahí por un bien mayor, y… Para evitar un profundo
dolor.
―Eso
no suena bien.
―Y
no se siente bien, esto es… ―se interrumpió de nuevo.
―
¿Qué
ocurre ahora?
―Encontré
la firma ―Magnus miro a su amado y sonrió― Definitivamente no
fue para provocarle un daño, nunca pensaría algo así de la bruja
que lo coloco.
―
¿Quién es?
La
mirada de Magnus brilló con una nube de esperanza.
―Si
ella está cerca, quizás yo también, es Catarina, Catarina Loss.
*
* *
Catarina
siempre tomaba turnos dobles, la habilidad de bruja que le hacía
recobrar su energía era siempre muy útil para mantenerse en las
salas de urgencias en los turnos más pesados, en los últimos días
la actividad demoniaca se había intensificado, ella había esperado
ver a más pacientes con heridas peculiarmente extrañas entrando a
las salas de emergencia, había sido optimista ya que los demonios no
dejan heridos, nunca lo hacen.
Eran
casi las tres de la mañana cuando sintió al extraño en la sala de
enfermería, ella se excusó con sus compañeros de guardia
diciéndoles que tomaría un descanso, algo que alegró a los demás,
Catarina rara vez tomaba descansos, el que lo hiciera ahora daba un
poco de alivio a sus compañeros.
Eso
le daba la seguridad de que no irían a molestarla, por lo menos no
en un buen rato. Entró al pequeño cuarto con las mesas, una pequeña
cocina, una camilla y un vestidor, todo lo necesario para que las
largas guardias se hicieran más llevaderas.
―
¿Qué haces
aquí? ―preguntó la enfermera al hombre parado frente a ella―.
¿Alec está bien?
Hodge
levantó la cabeza, sus ojos estaban enrojecidos, su piel tenía un
tono grisáceo, las malas noticias estaban por llegar, eso era claro.
―No
lo encuentro, mi hijo no está por ningún lado ―el hombre levantó
su mano con una prenda en ella, solo Catarina tuvo la capacidad de
ver el temblor casi imperceptible de sus dedos―. Necesito que me
ayudes a rastrearlo.
Al
ver el estado del hombre, Catarina no se atrevió a hacer ninguna
otra cosa más que tomar la prenda que resultó ser una chaqueta
escolar, había un escudo en uno de sus frentes y el apellido
Lightwood en el otro.
Catarina
hizo brillar su magia sujetando la chaqueta.
―
¿Desde
cuándo no está?
―Cuatro
días.
La
bruja levantó su rostro horrorizado, si le hubiera dicho que, hacia
un par de horas, su rastreo podría tener sentido, con ese tiempo,
era como si la esperanza siquiera se hubiera acercado.
Hodge
leyó fácilmente sus pensamientos.
―Mi
hijo no está muerto, lo sabría si fuera el caso.
La
enfermera no se atrevió a decir nada, ella se concentró en la
prenda y en encontrar al chico.
Pasaron
uno, dos y tres minutos, por lo general un rastreo le llevaba a un
brujo un par de segundos, pero ninguno de los dos parecía estar
dispuesto a rendirse. La magia cesó solo cuando Catarina dio un tras
pie hacia atrás, ella había usado todo su poder para intentar
encontrarlo, ahora apenas podía mantenerse en pie. Hodge la sujetó
para que no cayera, ella tomó el valor para hablarle.
―Lo
lamento, no he logrado encontrarlo, lo lamento.
―No.
―No
está en ninguna parte del mundo, no hay ninguna señal de rastreo.
Hodge
se alejó de la mujer como si ella le hubiera hecho daño.
―No,
no, eso no es verdad, no es posible. ―su voz se quebró.
Catarina
dio un paso hacia él, no sabía cómo tratar con Cazadores de
Sombras, pero si con pacientes y había visto demasiadas veces esa
reacción de los familiares al recibir esa terrible noticia, era una
enfermera, sabia tratar con las personas, y los Nephilims eran mitad
humanos al final de cuentas, y todos ellos, ahora lo entendía,
sufrían de la misma manera.
La
bruja levantó sus manos con precaución, se acercó aún más como
si ella estuviera tratando con un animal peligroso.
―Sé
que es terrible escuchar esto, pero debes ir a la Ciudad de Hueso,
debes asegurarte de que…
―
¡No está
muerto!
Catarina
le miró con pena, no estaba segura de que hacer a continuación, aun
así, no se quedó sin hacer nada.
―Yo
puedo acompañarte, entonces podremos estar seguros de lo que pasó,
deben buscar su cuerpo y llevarlo a la tumba familiar, merece estar
con su familia, con toda ella.
Hodge
movió la cabeza.
―Yo
soy su familia.
No
le dio tiempo de entender lo que eso significaba, el hombre se acercó
a la ventana y salió del edificio saltando hacia el otro techo.
Catarina corrió hacia ahí para observarlo, este se perdió con
rapidez entre las sombras de la noche.
Se
quedó ahí con el frio entrando por la ventana y tocando su piel,
agradeció que este le entumeciera un poco, no quería sentir, no
como lo hacía, no quería saber lo que esas últimas palabras
significaban y no quería recordar a ese pequeño que llegó a ella
sufriendo y que ayudó a que la paz volviera a su corazón, no quería
recordar sus ojos azules llenos de esperanza o las dulces sonrisas
que le dedicaba cada vez que ella le ayudaba a sanar de alguna
enfermedad.
Ella
aún tenía la chaqueta de Alec entre sus manos, al final se dejó
caer sobre la camilla que estaba ahí y abrazó la prenda, lo hizo
mientras lloraba por ese chico, por uno de los últimos Cazadores
que, como todos, se había perdido en la soledad y en medio de la
noche.
*
* *
Alec
despertó y de inmediato buscó otros ojos azules, ya fueran de su
madre o de su padre, pero en su lugar solo había unos ojos negros,
oscuros, profundos y bellos, ella le miraba con admiración y
¿cariño?
―Buenos
días, espero y te sientas mejor ―Isabelle movió el cabello del
chico para apartarlo de sus ojos―. Te ves mejor por lo menos.
―Gracias,
tu no… ¿Te quedaste toda la noche? no tenías que quedarte toda la
noche.
La
chica le sonrió, era muy entretenido escucharlo hablar.
―Es
lo que hacen los hermanos mayores, irónicamente, tú me lo
enseñaste.
―No
tengo hermanos. ―le respondió para hacerle comprender que no
estaba seguro de que le hablaba.
La
chica se levantó, ella parecía estar feliz de estar ahí y de
hablar con él.
―Ahora
los tienes y es oficial, soy mayor que tú, necesitamos dejar eso en
claro.
―Pues
si lo eres.
―Así
es.
Isabelle
caminó hacia una de las mesas y tomo una charola con comida en ella.
Comida que parecía extraña.
―Te
prepare el desayuno, espero te guste. ―colocó la charola sobre las
piernas de su ahora recientemente adquirido hermano menor.
―Am,
gracias, la verdad no tengo hambre.
―Come
o nuestros padres traerán a los hermanos silenciosos, odian ver a
uno de sus hijos con un peso bajo y no aceptable.
Alec
rio y hundió su cubierto en el plato tomando una porción de la
comida que le era desconocida. Antes de que llegara a su boca este
sintió la necesidad de preguntar algo más importante que su
alimentación.
―
¿En dónde
están?… ya sabes, tus…
―Nuestros
padres
están atendiendo algunos asuntos, ellos quieren estar aquí para ti
y deben dejar algunas cosas listas en Alicante.
Alec
de nuevo bajó la cuchara que estaba a medio camino de su boca al
escuchar esa palabra.
―
¿Qué es
Alicante?
Isabelle
se sintió mal al escuchar esa pregunta, pero no quería hacérselo
notar.
―Es
una ciudad, la capital de Idris, el país de todos nosotros. ¿No
sabias eso?
El
chico lo pensó un poco mirando su comida.
―No,
creo que no, pero… Siento que lo he escuchado antes.
―Come
―le pidió su hermana―. Te sentirás mejor cuando lo hagas.
Ella
le sonrió y su sonrisa fue contagiosa, era encantadora y amable,
ella era su hermana. Alec movió la cabeza y se dispuso a tomar ese
primer bocado, pero recordó algo más, algo importante que ahora
podía decirle a Isabelle.
―
¿Sabes?
―dijo bajando el cubierto―. También creo que te he visto antes,
pero es imposible, lo sé, es solo que…
―Nos
parecemos, tu y yo, quizás por eso te parezco familiar.
Eso
tenía sentido, y Alec lo aceptó.
―Debe
ser eso.
Antes
de que llegara la comida a su boca, alguien llamó a la puerta y un
mar de personas entraron a la habitación, los primeros fueron sus
padres, quienes tenían en brazos a los dos pequeños hijos de Magnus
y Alec de aquella dimensión, también entró su otro yo, fue un
impacto verse de nuevo, quizás nunca se acostumbraría, Magnus le
acompañó como siempre a su lado, el chico rubio, la pelirroja, el
amable Simon y…
―
¡Maia!
―gritó el adolescente y se levantó de la cama para correr hacia
la chica―. Te eche de menos, te eche tanto de menos.
Maia
se sorprendió por la demostración de afecto, Alec era amable con
sus palabras. Pero no demostrativo físicamente al menos que fueran
sus hermanos, sus hijos o Magnus.
―Oh,
vaya, tu…
Alec
se sintió reprimido al escucharla.
―Lo
siento, yo…
―No
te disculpes, es solo que ver lo que me han platicado en persona es,
algo sorprendente, mírate, eres muy joven y pequeño.
―Perdón,
en casa eres mi mejor amiga y… La última vez que te vi, siento que
fue hace tanto. Y tú… Te ves muy fuerte.
Alec
se acercó a ambos.
―Lo
es y brillante, y también aquí es una de mis mejores amigas.
Los
dos adultos se miraron para sonreírse.
―No
olvides a Lily, quien por cierto se las está ingeniando a pesar de
arriesgar su vida para verte al doble.
―No
esperaría menos de ella.
―
¿Lily?
―preguntó el chico―. ¿La Lily de Raphael?
Isabelle
se mostró interesada en la forma en la que su hermano menor habló
de ambos.
―
¿A qué te
refieres con “De Raphael”?
Alec
se sonrojó, sin importar la dimensión, eso no cambiaba.
―No
es nada oficial, pero, es bastante obvio que Raphael está bastante
interesado en ella.
―Quiero
ir a esa dimensión, ya. ―Anunció Magnus riendo.
En
medio del problema, hubo un momento de relajación para todos.
―
¿También
vendrá? ― preguntó Alec adolescente―. ¿También puedo ver a
Raphael?
El
silencio se instaló fríamente en los rostros de conocidos y
desconocidos. Su yo mayor fue quien le dio la terrible noticia, ya
que no dejaría que Magnus lo hiciera.
―Lo
lamento, Alec, él no, Raphael ya no está con nosotros, lo perdimos
en la Guerra Oscura.
Había
tantas preguntas; ¿Cómo pasó? ¿Qué era la Guerra Oscura? Pero
sabía lo que era perder y no quiso prolongar el mal momento.
―Oh,
lo lamento, en verdad lo siento mucho, yo no…
No
sabía que más decir, había pasado por tantas perdidas, pero en
realidad ninguna que le pudiera afectar tanto como ahora la idea
resiente de perder a su amigo. Pero tenía más amigos, la urgencia
por uno en especial se despertó con un latido fuerte en su pecho.
―
¿Y Micah?
¿Micah está bien?
Las
miradas viajaron de un rostro a otro.
―
¿Quién es
Micah? ―pregunto Magnus.
No
había una respuesta simple para esa pregunta, Micah no era solo su
amigo, Micah era tantas cosas que al final de cuentas no supo que
responder, no de inmediato, Alec se sonrojó vivazmente.
―Am…
un amigo.
Su
reacción fue demasiado clara.
―
Amigo ¿Eh?
―pregunto Jace seriamente.
―Algo
así, ¿él está bien?
Isabelle
tenía las manos sobre su cintura.
―No
conocemos a ningún Micah.
El
joven Alec se sorprendió tanto y su rostro lo delató. Sin embargo,
necesitó una respuesta más segura, buscó su propio rostro en la
persona a su lado.
Alec
se encogió de hombros.
―Lo
lamento, pero no conozco a ningún Micah.
―Más
te vale. ―Le dijo Magnus en un murmullo para que solo él le
escuchara.
La
aflicción de Alec adolescente fue más que clara. Pero no se rindió
fácilmente.
―
¿Estás
seguro? Maia también lo conoce…
―Seguro,
muy seguro ―Respondió rápidamente su yo mayor―. Ningún Micah
por aquí.
―Oh.
Ver
un joven corazón roto no era lo que todos esperaban, Isabelle ayudó
a su hermano menor.
―Recuerda,
esta no es tu dimensión, seguro y podrás ver a Micah cuando
regreses.
Magnus
le dedicó una mirada extraña.
Alec
respiro profundamente.
―Sí,
claro que sí.
Recordó
la promesa que le había hecho y sintió una urgencia por volver
¿Cuánto tiempo habría pasado en casa? ¿Micah estaría esperándolo
en el salón de clases? Quizás en la mesa exterior en donde siempre
podían tomar el sol en invierno. Instintivamente su mirada se fue a
la ventana, hacia la mañana que seguía su camino, pensó en Micah y
se lo imagino yéndose molesto a casa porque él no llegaría. El
sentimiento era horrible e insoportable.
Sintió
una mano sobre su hombro, era Jace.
―Estoy
seguro de que tu amigo estará bien.
―Pero
ellos no saben en dónde estoy, mi padre, oh dios, mi padre debe
estar como loco. Se pone histérico cuando no le aviso en donde
estaré. Seguro me castigara el resto del año.
Maia
puso manos a la obra, le habían llamado pidiéndole ayuda para que
Alec confiara en ellos y les contara más sobre su dimensión.
―Estoy
segura de que cuando le expliques que te trajeron para salvarte, él
entenderá.
El
plan funcionaria más rápido de lo que esperaba, lo noto cuando vió
la reacción del joven Alec.
―Sí,
seguramente sí. Dime ¿Aquí también eres un lobo?
Maia
abrió sus brazos sonriendo.
―
¿Que más
podría ser?
Alec
sonrió, pero lo hizo tímidamente y con pena.
―En
casa, es decir… No ha sido fácil, para nadie, tampoco para ti.
Maryse
se acercó a su hijo y le extendió una mano.
―Ven,
desayunemos todos juntos y nos hablaras de lo que sucede en tu mundo.
¿Te parece?
Alec
tomó la mano de su madre sin esperar.
―Pero
Isabelle me hizo…
―Oh,
no te preocupes ―respondió la chica―. Es mejor que comamos lo
que mamá nos prepare. Vamos.
Salieron
todos en una progresión lenta y ordenada, pero ansiosa, Alec y Jace
observaron la charola y el bocado nunca comido que Alec había dejado
en la cama.
―Algunos
tienen suerte. ―codeó Jace a su parabatai.
Alec
rio.
―Irónicamente,
si, así es.
*
* *
Alec
no habló, el chico se quedó en medio de Maia y de su madre,
observando ocasionalmente a su padre y a los dos niños que estaban
cambiando de brazos constantemente.
Isabelle
y Clary conversaban, ellas intentaban hacerlo sentir en confianza,
pero las cosas que decían, no ayudaban, eran demasiadas cosas buenas
para contar y le dolía escucharlas, Alec no sabía lo mezquino que
podría ser, no hasta ahora. Isabelle estaba hablando de su próxima
boda cuando el pequeño de cabello castaño salto de los brazos de su
abuelo para salir del comedor. Alec y Magnus se movieron como una
sola unidad detrás de él.
―Rafael
―le llamó su padre brujo mientras que su padre cazador entregaba a
el hombre rubio al pequeño niño azul.
―Lo
tengo ―dijo Jace y comenzó a hacerle cosquillas sacando carcajadas
al pequeño―. No se escapará.
La
chica pelirroja se unió a ellos rápidamente y el brujo azul buscó
sus brazos como un punto de escape.
Entonces
los dos hombres volvieron con su muy amado hijo, ellos no estaban
enojados, en algún momento se habían unido a su juego y los tres
reían casi escandalosamente.
―Volvió
el fugitivo ―dijo su padre animadamente.
Alec
no había probado bocado, cada una de las anécdotas estaban girando
sobre su cabeza.
―Alec
―le llamo Clary―. ¿Te gustaría tomar a Max?
Ella
se levantó para ofrecérselo.
―Estoy
bien ―dijo el chico―. Gracias, no soy muy bueno con los bebés.
La
chica insistió.
―Estoy
segura de que lo harás por instinto, ya nos lo demostraste.
―
¿En verdad?
―preguntó el muchacho enojado―. ¿Y cuándo fue que hice eso? Yo
no soy este Alec, yo no…
Clary
se alteró al notar la hostilidad volviendo a él.
―No,
no lo dije por eso, lo digo porque ayer jugaste con ellos y te veías
tranquilo, pensé que…
―No
soy el padre de esos niños.
―Nadie
ha dicho nada parecido a eso ―le aseguro Isabelle.
El
joven Alec se levantó de la mesa.
―Acabas
de decirme que eres mi hermana, nunca nos habíamos visto, pero tú
ya me consideras tu hermano.
La
pena en Isabelle fue obvia.
―No
es lo mismo ―dijo Magnus defendiéndola y tomando la mano de su
Alec.
¿Por
qué tienen que ser tan perfectos juntos?
Fue
cuando todo pareció querer salir de él sin ningún filtro y sin
poder o querer detenerlo.
―No,
no lo es. No hay nada parecido a esto de donde yo vengo, no tengo
hijos, hermanos, padres o un parabatai, tampoco estoy con alguien y
tampoco soy un verdadero Cazador de Sombras, porque tampoco tengo una
estela y ni siquiera sé cómo manejar una espada, de las que, por
cierto, solo tengo dos. Tengo a mi padre, que es adoptivo, a mis
amigos que luchan para sobrevivir cada noche. Lo que si abunda en mi
mundo son los demonios que siempre están intentando asesinarme.
Tienen mucha razón, en lo absoluto es lo mismo.
Todos
los rostros cayeron sobre él, había diferentes expresiones: pena,
vergüenza, arrepentimiento, pero ninguna palabra.
Movió
su cabeza y miro alrededor, a la hermosa y lujosa habitación.
―Tranquilos,
no espero que lo entiendan.
Salió
del comedor, no conocía el lugar ni tampoco hacia donde se dirigía,
pero no importo, solo necesitaba alejarse, alejarse y estar solo como
siempre lo había estado, quizás era una condición a la que se
había acostumbrado, quizás necesitaba la soledad porque era lo
único que conocía.
*
* *
Tessa
y Magnus habían regresado a la isla desde Alicante, el frio se había
sentido bien en su piel después de haber pasado todas esas horas
entre ruinas y energía angelical, una incluso corrompida, las
palabras del Cazador de Sombras poseído le estaban dando vueltas en
la cabeza, quizás Valentine era más poderoso de lo que había
imaginado, quizás tenía un plan, uno mayor a la idea de convertir
humanos en cazadores de sombras.
Pensar
justo ahora en eso no podía ser una posibilidad, Tessa le había
reclamado una vez más cuando atravesaron las protecciones sobre la
forma en la que negó su ayuda a las Hermanas de Hierro, Magnus no
dio ninguna explicación, ciertamente no les había ofrecido ayuda
por el hecho de que, sin importar la rama, no dejaban de ser
Cazadoras de Sombras.
Tessa
estaba molesta con él, pero la conocía y sabía que pronto pasaría
a ser un mal olvidado. Si de algo era consiente Magnus era que los
más grandes logros requieren grandes sacrificios. Esas eran palabras
que se repetía constantemente, no solo por el significado sino
también por aquella persona que se las había enseñado hacía mucho
tiempo atrás.
Magnus
observaba por la ventana hacia los reflejos multicolores que sus
campos de energía formaban como un reflejo de la nieve. Últimamente
había estado meditando en el pasado, lo odiaba, pero la melancolía
era absurdamente insuperable.
Tessa
había despertado una gran parte de esa melancolía con su última
petición, una que hacía siglos alguien muy amado, le había hecho.
Se
movió hacia uno de sus estantes y con un movimiento de su muñeca,
un compartimiento secreto se reveló. Era una caja fuerte mágica, la
abrió y de ella sacó un libro grueso pero pequeño, tenía una
cubierta de piel marrón y una marca de páginas de seda que colgaba
desde él. Al tomar el libro, buscó entre sus hojas una página en
específico. El brujo leyó para sí.
Invierno
de 1828
Padre
hoy se molestó conmigo, es muy raro que lo haga, pero creo que tuve
la culpa; no me gusta que vaya al pueblo, sé que es un hombre
respetado y que todos lo buscan para que les ayude, padre siempre
está ayudando a los extraños y no debería de sentir celos de eso,
fue por eso que ahora estoy con él, pero me asusta que alguien le
haga daño, me asusta que se aleje de mí, quiero que este a salvo,
quiero estar con él siempre, para siempre, me prometió que así
seria, pero también dijo que debíamos ayudar a las personas, a
todas cuantas pudiéramos.
Se
molestó porque le dije que las personas no nos ayudan, que nunca lo
hacen y que no lo harían. Gracias a la expresión que me dedico me
pude dar cuenta como mis palabras le lastimaron, pero me perdonó,
siempre lo hace, me dijo que aún era joven y que me costaba confiar,
mi padre nunca habla de mi madre, es sabio y puede leer que aún no
estoy listo, pero ambos sabemos que todo lo malo que hay en mi es por
culpa de ella.
Hoy
quise escribir en mi diario porque no quiero olvidar lo que me ha
dicho esta mañana, sin enojo me pidió que le hiciera una promesa.
Magnus
presionó con mayor fuerza el cuaderno mientras que la imagen de ese
día se recreaba en su cabeza, era muy clara a pesar del tiempo, las
palabras escritas por él mismo aquel día le habían ayudado a
volver a aquel momento.
―Somos
brujos, hijo mío. Pero también humanos y esa es la parte más
importante, prométeme, anak
sayang,
que nunca perderás eso, que nunca perderás tu humanidad, porque
entonces, sólo quedará la parte demonio y no lo eres, no eres un
demonio. No lo eres.
Recordó
la sonrisa de su padre y cerró el cuaderno fuertemente sin poder
soportarlo. Había tanto pesar en él que tuvo que dejarlo sobre su
escritorio. Magnus creía en las palabras, era un brujo y conocía
del poder de estas, todo lo pronunciado llegaba a un lugar, habló en
esa habitación solo con la esperanza de que sus palabras llegaran al
lugar indicado.
―Perdóname,
padre, no sé si pueda cumplir mi promesa, el mundo es tan diferente
desde que te fuiste, yo soy diferente desde que te fuiste, temo que
perdí el rumbo sin tu guía, temo que ya es tarde para mí.
*
* *
Alec
no se detuvo, había encontrado unas escaleras y las subió, cuando
estuvo en un lugar desconocido de arriba, subió aún más, las
paredes con antiguos tapices estaban siendo remplazados por ladrillos
rojos y grandes, quizás estaba a punto de encontrar la parte más
alta del edificio, esa parte en donde nadie lo encontraría, se topó
con una habitación abandonada, había dos camas, una junto a la otra
en ella, siguió su camino y pasó de largo un invernadero, las
plantas le provocaban alergias, siguió y siguió, entre más alto
era mejor, entre más alejado mucho mejor. Se detuvo cuando pudo ver
una de las campanas, el chico se acercó y se quedó mirando a la
ciudad en la lejanía, las alturas eran tan relajantes, era como
tener un propio universo en donde podía verlo todo, pero en el que
nadie era consiente de él, como ser invisible y le fascinó la idea
de serlo.
―Esto
fue demasiado fácil. ―le dijo una voz muy familiar.
El
hombre se colocó a su lado, ninguno de los dos buscó mirarse, ambos
veían a la ciudad a cientos de metros abajo.
―Hubo
un tiempo en el que venía aquí casi a diario, yo… Me escondía
más de lo que incluso me daba cuenta.
―Entonces
no te daré crédito por haberme encontrado tan rápido.
Alec
mayor sonrió.
―No
esperaba que lo hicieras.
Hubo
silencio por unos momentos.
―
¿Por… por
qué te escondías? ―preguntó tímidamente el adolescente.
El
hombre respiró fuerte pensando en su respuesta.
―Porque
no sabía ser amable conmigo mismo, siempre pensé que debía
esconderme porque creía que era la única forma en la que me podía
proteger. Porque no quería decepcionar a nadie y porque esconderme
era más fácil que ser valiente.
Alec
entendió todo eso rápidamente, porque de alguna forma era lo mismo
que hacía, no dejaba de luchar a pesar de arriesgar su vida porque
no quería decepcionar la memoria de su padre.
―Y…
¿Qué pasó? ¿Cómo dejaste de esconderte?
―
¿Qué pasó?
―preguntó su yo mayor sonriendo―. Creo que lo más trascendental
fue que conocí a Magnus. Fue él quien me hizo darme cuenta de que
no valía la pena negar quien era y que a cambio la recompensa si lo
valía, por mucho.
La
reacción de Alec fue clara para el hombre.
―Sé
que no tienes un Magnus que te provoque un fuerte conflicto interno,
sé que de hecho no tienes muchas cosas ni a muchas personas. Pero
tampoco las tenía y dependió de mi cambiar eso, de nadie más.
―
¿Qué estás
diciéndome?
―Que
depende de ti cambiar tu vida. Quizás no tengas a tus hermanos o tus
padres, pero tienes a tus amigos y desde mi punto de vista ellos son
tu familia, porque darías todo por ellos, amas a tu padre, lo sé
por como hablaste de él. Sé lo que se siente perder a un ser amado,
sé lo que es estar aterrado por la simple idea de poder perder a
alguien amado, pero eso no evita que ame, no me detiene para abrir mi
corazón y aceptarme y aceptar a quienes están a mi lado, hay
demasiadas personas que me importan ahora y que puedo perder, pero
eso nunca evitará que haga todo para protegerlas, contigo es lo
mismo, Alec, has perdido mucho, pero también has ganado y debes
aferrarte a ello porque es lo que tienes. Es lo que te importa, es tu
mundo y si no te gusta entonces cámbialo o muere en el intento por
hacerlo, porque cualquier cosa es mejor que vivir escondido.
Alec
movió su cabeza aceptando sus palabras. La ira se había ido,
incluso ahora esta perfecta e inalcanzable versión de sí mismo le
agradaba mucho más.
―Es
solo que… Esto, todo esto es como un cuento de hadas, uno que ni en
mis más grandes anhelos pude imaginar y ahora es todo tan…
―Inesperado,
puedo entender eso ―Alec sonrió antes de hablar por la felicidad
que le causaron los recuerdos―. Max fue inesperado y Rafe igual de
cierta forma. En ocasiones no hay tiempo siquiera de elegir, ¿Cierto?
Le
gustó sentir que tenía más en común con este Alec de lo que
creía.
―Yo…
Me esfuerzo, ¿sabes? Siempre tengo que mentirles a todos, porque no
sé cómo ser un Cazador de Sombras, no tengo a nadie que me ayude
con eso, mi padre no me entrenó, no quiere hacerlo, no porque sea
mala persona, es el mejor, te lo aseguro, pero tiene miedo, miedo de
perderme, creo. Y yo no sé qué hacer, no puedo ayudar a nadie, no
puedo.
―Eso
no es cierto, Alice tuvo el tiempo de decirnos lo que hiciste,
ayudaste a ese niño hasta el final, no te importó incluso perder tu
propia vida, eres un Cazador de Sombras, incluso más honorable que
muchos Cazadores entrenados que conozco.
Eso
fue algo que nunca esperó escuchar de nadie, fue más de lo que
alguna vez esperó, no supo que decir, le agradeció internamente con
todo su corazón, ese agradecimiento se quedó solo para él.
―Así
que… ―dijo el chico cambiando el tema―. Tu vida no siempre fue
perfecta ¿Eh?
Alec
sonrió.
―No,
incluso ahora no lo es.
―No
te burles de mí. ¿Cuál es tu problema? ¿Magnus no te lleva el
desayuno a la cama? ¿O alguno de tus encantadores hijos arruinó una
de tus camisas?
Hubo
un ruido extraño desde la garganta de Alec, era una carcajada que
había sido apagada.
―No
exactamente eso, aunque Magnus te diría que fueron varias de sus
camisas. Pero como te dije, hay muchas personas que me importan. Hay
problemas en los Ángeles con una familia amiga e incluso aquí,
Magnus tiene problemas de salud.
―Lo
lamento, yo no…
―No
te disculpes, no es tu culpa y tampoco es algo que nos detenga,
¿cierto?
―Cierto.
La
sonrisa del hombre era cálida, se preguntó si quizás él sonreía
de igual manera.
Alec
dio una última mirada a la ciudad antes de regresar al edificio.
―Te
dejaré solo ahora, quizás necesites pensar, estaremos abajo.
―
¿Puedo ir
contigo? ―preguntó el adolescente con urgencia y haciendo que se
detuviera―. Yo… Creo que me aburrí de estar solo.
Entonces
ambos bajaron a reunirse con su familia.
*
* *
Entraron
a la sala común, la imagen de ambos juntos no dejaba de sorprender,
fue su madre la primera en acercarse.
―
¿Estas
bien? ―le preguntó con precaución.
Alec
la abrazo, no podía perder ni una sola oportunidad de hacerlo.
―Lo
siento, no quise decir todo lo que dije.
―Si
lo quisiste ―le dijo Isabelle acercándose―. Y está bien, somos
nosotros los que no sabíamos cómo actuar, a pesar de ser obvio.
―
¿Lo es? ―el
chico observó precavido.
Magnus
estaba parado detrás del grupo, él se había cambiado la ropa,
ahora lucia como un hechicero salido de las películas de Hollywood.
―Clary
y Simon fueron al reino hada a buscar a Alice, necesitamos saber
cuánto tiempo tenemos.
Alec
pudo notar el ambiente con tensión, o era algo más, todos le
miraban con determinación absoluta. No más risas, no más lindas y
alegres anécdotas.
―
¿Tiempo
para qué? ―preguntó dudosamente y con temor a la respuesta.
Su
padre se colocó frente a él, había serenidad en su mirada.
―Para
darte lo único que podemos darte, lo único que podemos hacer por
ti.
―No
entiendo.
Isabelle
jugó con sus dedos sobre el brazalete en su muñeca.
―Quizás
no podamos protegerte, pero podemos darte las armas para que lo hagas
tú mismo, casi literalmente.
―
¿Quieren
decir que…?
Jace
que estaba al lado de su parabatai cruzó los brazos sobre su pecho,
su rostro era diferente, como el de los demás, dejaba en claro que
había tomado una decisión.
―Te
entrenaremos, y serás mejor, el más fuerte Cazador de Sombras de
todos.
Alec
estaba demasiado aturdido como para comprender exactamente lo que le
estaban diciendo.
―
¿De todos?
―repitió con pesar―. Yo en verdad soy el último.
Eso
no pareció afectar al imperturbable Jace Herondale.
―Bien,
serás entonces el último que luche por el bien de la humanidad, el
último que llevará las marcas del ángel, el último que cumplirá
con su deber sagrado, serás el mejor y el último Cazador de
Sombras.
Alec
se acercó a él y colocó su mano sobre el hombro del chico.
―No
podemos cambiar tu mundo, pero podemos darte lo necesario para que lo
intentes, si lo deseas.
Pensarlo
era absurdo. El chico sonrió, por primera vez desde que había
llegado lo hizo plena y sinceramente.
―
¿Cuándo
empezamos? – Preguntó él.
Continuara…
Ilustración
de @Neiara29
Beta:
@PitaGonzalezME
Quiero
dar un especial agradecimiento a mis queridas amigas Pita y Nei por
el tiempo que me regalan cada vez que tengo un capitulo nuevo, espero
algún día poder regresar todo lo que hacen por mí. Mil gracias
preciosas, en verdad no sé qué hice para merecer tan increíbles
seres a mi lado. Gracias.
Y
gracias a todos ustedes por leer y por el afecto que me demuestran,
no saben cuánto valoro eso.
Espero
hayan disfrutado el capítulo.
¡Los
leo en los comentarios!
♥♥♥
@MayGraciela♥
Espere tanto por la actualización y como siempre fue genial, hermosa, perfecta!! Ame el capitulo de principio a fin, muchas gracias May por un maravilloso capítulo, ya dije que ame el capitulo? LO AME!! 🙌😍😭😙❤
ResponderBorrarMi muy amada May, MUCHISISIMAS gracias por la paciencia y la confianza. Me ha encantado ver estos colores en personajes que ya nos son TAN entrañables, desde lo más hondo de mi corazón te agradezco que Micah esté de regreso, que en mi corazón NUNCA se fue... El toca de Alec adolescente abrazando a Maia y preguntando por Raphael fue de oro, Alec pensando en su padre y lo increíble que es para el tener a mamá y a papá... Y esas cosquillitas con Izzy, WOW. Muchísimas gracias por seguir escribiendo. No dejes de hacerlo, que te extrañamos mucho.
ResponderBorrarCon todo mi amor, espero ver cómo entrena en este cuento de hadas.
Con amor, Pita,
Un placer como siempre de verdad, merece la pena ilustrar tus maravillosas historias ya lo sabes. Y aun mas leerlas *_*. Y es una alegría tenerte en mi vida, a ti a Pita y a Mika, sois las mejores. Y ahora me vuelvo a la cueva que me esperan los apuntes ^^
ResponderBorrarUno momento, tiempo, tiempo, fue maravilloso, esplendoroso, como siempre, pero tengo tantas dudas, debes ser porque hay libros que no leí ¿Quizas? O que aquí no salieron ¿Tal vez? No me molesta el spoiler si me respondes.
ResponderBorrarAnak Sayang ¿Es el verdadero nombre de Magnus? O es parte del fic? ¿Cómo Cómo edta eso que tiene problemas de Salud, es un brujo? En teoría no les afecta ese tipo de cosas, o sea que debe ser una enfermedad sobrenatural.
Más increíble fue Alec preguntando por Raphael, sin duda es uno completamente diferente, más... ¿Bueno? Bondadoso o moral.
Es obvio que Micah no me agrada, pero entiendo que es su mejor amigo y es muy honorable, aún asi hay cosas de el que no terminan de darme confianza. Quisiera verlo desde una perspectiva más objetiva, pero lo cierto es que amo a Malec por sobre todo, cambiaria de pareja, de hecho, no me molesta hacerlo en otros ámbitos, pero esta es una pareja que me encanta y siendo como son, viendo todas las adversidades, o leyéndolas, que han pasado, me gustan juntos, porque se complementan, por su historia, por sus personalidades y desarrollo.
Bueno a Maia me es difícil verla, es como si estuviese persona la vez no, una parte importante que, apenas en 5 capítulos, no se desenvuelve en su totalidad, veremos cómo avanza.
Alec y Micah los veo más como Parabatai, irónico, pero cierto, se llevan bien, aunque hay amor de por medio, los visualizo luchando codo con codo como cazadores de sombras o cazador-mundano, como si fuese Simon en los primero tomos.
Bella, gracias por todo, espero con ansias en próximo capítulo.
Muchas gracias por tu comentario, me encanta leer este tipo de cosas y darme cuenta de los conflictos que les provocan mis letras, en verdad para mi es maravilloso.
BorrarAnak Sayang es la traducción del indonesio a "Querido hijo." o "Querido Chico" gracias por notarlo y gracias por el interés 😉
Y sí, todo lo ocurrido en la dimensión de Cuento de Hadas es canon, así que para saber que sucede con la salud de Magnus te hace falta leer algunos libros (Lord Of Shadows).
Gracias por exponer tus dudas, ha sido un placer responderte.
Gracias por leer!
Realmente me sorprendiste nunca imagine que mesclarias los mundos , espero con ansía el próximo capítulo , sigue así eres fantástica
ResponderBorrarWow!
ResponderBorrarEstoy sin palabras simplemente perfecto, me encanto este capitulo realmente me sorprendiste no me lo esperaba en serio!
Que el Alec joven viaje al universo de nuestros cazadores uff realmente me gusto mucho verlos a todos bien y felices después de pasar por tanto aunque debe ser fustrante y angustiante para nuestro viajero ver una vida que el no tiene.
Los celos de Magnus por Micah jajaja
Me enamore cuando Alec joven piensa : "¿Por qué tienen que ser tan perfectos juntos? "
Estoy emocionada con la continuación y ahora mas que nunca espero el encuentro del viajero Alec con el Magnus de su dimensión XD
Wwaauu realmente me sorprendió este capítulo. Fue tan conmovedor cuando vio a sus padres y como explotó diciéndolo todo sin filtro hasta me puso la piel de gallina, vaya hay tantas cosas que comentar desde el principio jjjjjaaa me encantan los capítulos largos. Dios deberías publicarlo en un libro es muy interesante creo que la muerte de Alec iba a afectar varias dimensiones, se verá más sobre otros mundos paralelos o solo estos dos y otra pregunta aparte del siguiente capítulo se verá aún que sucede en la dimensión de Lithwood Bane o solo se enfocará en la dimensión actual? .
ResponderBorrarMalec forever byyeee espero con ansias el próximo capítulo
Wwaauu realmente me sorprendió este capítulo. Fue tan conmovedor cuando vio a sus padres y como explotó diciéndolo todo sin filtro hasta me puso la piel de gallina, vaya hay tantas cosas que comentar desde el principio jjjjjaaa me encantan los capítulos largos. Dios deberías publicarlo en un libro es muy interesante creo que la muerte de Alec iba a afectar varias dimensiones, se verá más sobre otros mundos paralelos o solo estos dos y otra pregunta aparte del siguiente capítulo se verá aún que sucede en la dimensión de Lithwood Bane o solo se enfocará en la dimensión actual? .
ResponderBorrarMalec forever byyeee espero con ansias el próximo capítulo
espectacular no me esperaba todo eso wow ansioso por mas
ResponderBorrarqueriiiiiiiida May adoroooooooo como escribes <3 ........ estoy muriendo poco a poco por saber que pasara, enserio.. que muero de emoción .
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