El Ultimo Cazador de Sombras 1 - Mentirosos


A Alec Lightwood no le gustaban los mundanos. No le gustaba leer cada mañana en los titulares cosas como: “Intentan cacería contra criaturas desconocidas, cinco muertos”, “Decía tener la respuesta, muere intentando probarlo” y no podía faltar algo como “Joven asesinada por bestia desconocido al desobedecer toque de queda”. Esta vez y acompañando su desayuno estaba: “Decima desaparición en Green Point”.

Una desaparición no era exactamente una muerte, en ese titular había un toque de esperanza y por supuesto, debía investigar y solucionarlo.

―Eres bastante curioso. ―Le dijo Hodge al entrar a la cocina y verlo sentado tomando el desayuno―. Tomando café, leyendo el periódico ¿Qué eres? ¿Un anciano?

En ocasiones me siento como un anciano. Pensó.

―Se terminó la leche con chocolate. ―Le dijo a cambio.

Hodge hizo un gesto de decepción.

―Eso es mi culpa, pasará al supermercado esta noche antes de ir a la estación ―Suspiro y sonrió―. Ocho años y aún no puedo ser un buen padre.

Alec sonrió en respuesta a ese comentario.

―No seas dramático. ―Le aconsejo―. Es solo leche.

―No te quiero tomando café cada mañana, sería un desastre.

― ¿Quieres un consejo? ―Preguntó Alec levantándose―. No le digas a un hijo que es un desastre.

Hodge rechinó sus dientes.

―Lo tomare en cuenta, ¿A dónde vas?

― ¿A la escuela? ―Preguntó Alec haciéndole notar que la pregunta era absurda.

Hodge se inclinó hacia atrás en su silla y cruzó los brazos en su pecho.

― ¿Una hora antes?

Y ahora eres un buen padre. Pensó lamentándose por la atención que ponía Hodge y que le dificultaba ciertas cosas.

―Micah y yo iremos a la tienda de comics.

Eso no pareció calmar a Hodge.

― ¿Antes de la escuela? – Insistió.

―Nos reuniremos en casa de Maia después para terminar el proyecto de ciencias, y no queremos que el toque de queda nos tome en la calle.

Hodge pasó una mano por su cabello.

―Claro, eso tiene mucho sentido ―Miró a Alec tomando su chaqueta y su mochila―. Se cuidadoso, por favor.

―Siempre. Dijo, ―sonriendo.

―Alec ―Le llamo deteniéndolo en la puerta.

― ¿Si?

―Vuelve a casa antes del toque de queda ―Le pidió su padre adoptivo seriamente.


El Toque de Queda era algo que los mundanos había implementado hacia un par de años, la ciudad, el mundo entero se había envuelto en una ola de asesinatos, desapariciones y sucesos inexplicables que les hacían tomar medidas como esta. El toque de queda no detenía a los demonios, pero por lo menos no ponía a los estúpidos mundanos en bandeja de plata mientras caminaban torpemente por la calle, solos y a oscuras. Agradecerles por eso era un tanto sínico de su parte, al enterarse de la medida lo primero que cruzo su cabeza fue que se habían tardado demasiado en darse cuenta de que los estaban exterminando visitantes del mismo infierno. Los mundanos lo estaban intentando, no como lo quisiera, pero lo hacían.

―Claro. ―Le dio la razón Alec como siempre lo hacía y salió de su casa.


* * *

A Alec le gustaba Micah. Que eso fuera posible a pesar de que él fuera un mundano le daba un gran crédito a su amigo, pero no solo le gustaba por el hecho de que tenía ojos grandes con pestañas largas que le hacían resaltar el verde de sus ojos, o que su cabello castaño se movía con su cabeza como si siempre estuviera modelando para un comercial de acondicionador, o que efectivamente Micah pareciera un modelo sacado directamente de la televisión. A Alec también le encantaba el claro odio hacia los mundanos que extrañamente compartían.

― ¿Por qué la gente es tan estúpida? ―Preguntó el chico dejando su teléfono con la pantalla mirando a la mesa llena de comics―. Cinco personas asesinadas al perseguir una criatura. ―volteó a ver a Alec para resaltar su desconcierto― ¿Perseguir? Esa cosa les estaba atrayendo a una trampa. Spoiler: Cayeron. Verdaderos idiotas.

A Alec cada vez le gustaba más Micah.

―Sólo intentan tener respuestas. ―Les defendió Alec sin convicción.

La tienda de comics era un lugar tranquilo, ciertamente toda la ciudad lo era, mientras hubiera luz de día las personas podían fingir que tenían vidas normales, las pesadillas aparecían cada noche sin excepción y sin posibilidades a detenerse alguna vez.

― ¿Respuestas? ―PreguntÓ Micah soltando un soplido ―. Deberían de cazar en lugar de investigar.

― ¿Cazar qué?

―Lo que sea sean esas cosas, por su puesto.

― “Lo que sea sean” ―repitió Alec sonriendo―. ¿Cómo matas algo que no sabes qué es?

―Te lo aseguro, una bomba no puede fallar en el asunto de matarlos.

Si, si puede.

―Seguramente. ―Le dio la razón Alec.

―Después tendríamos un cuerpo para examinar y encontrar sus puntos débiles.

No hay cuerpos, ellos se convierten en cenizas al morir. Pensó Alec como una respuesta que no podía decir a su amigo, como muchas otras que no podía o no sabía.

―Debemos irnos ya ―le respondió a cambio.

Ambos caminaron hacia la escuela que no se encontraba lejos del lugar, como siempre: Micah hablaba y Alec escuchaba.

―Por eso pienso, ―explicaba Micah― que estas cosas fueron liberadas por alguien hace aproximadamente nueve o diez años…

Ocho. Respondió Alec sin decir palabra, con su mirada al suelo y sin reaccionar.

― ¿Tu qué piensas? ―Preguntó Micah a su amigo.

Alec hizo un gesto de indiferencia.

―Tu teoría suena bastante razonable.

―Mientes ―Lo acusó Micah aun cuando no se miraba enojado.

― ¿Perdón?

―Siempre haces eso, siempre me sigues la corriente, pero no eres sincero.

― ¿No lo soy? ―Preguntó Alec levantando una ceja―. ¿Esto es porque no te cedi la edición especial de Dragon Ball?

Su comentario logró el cometido de distraer a Micah.

― ¿¡Tienes ya ese número!? ¡Solo quieres acaparar! ―Reclamó Micah.

―Edición especial, ¿eso no te dice nada?

Micah golpeó con fuerza el hombro de Alec.

―Eres Insoportable, Lightwood. ―Respondió él

Alec sonrió y sin cuidado levantó la manga de su chaqueta para refrescar un poco su cuerpo, el sol brillaba y hacía calor, esto dejo ver la runa de poder angelical que había permanecido en su piel durante años.

― ¿Qué significa tu tatuaje? ―Preguntó Micah sin ninguna intención más que de seguir con la conversación en el camino a la escuela.

Alec bajo la manga de su camiseta con recelo.

― Nada, solo un intento por molestar a mi padre.

―Es raro ―Comentó Micah―. Te he mirado observándolo por largos periodos de tiempo, cualquiera diría que es algo importante.

Es el único recuerdo que tengo de mis padres.

―Nop, nada importante.

Esa tarde Alec se guardó otro secreto para sí mismo, aun cuando se suponía que Micah era lo que muchos conocían como su mejor amigo, no podía abrirse con él ni con nadie, su verdadero yo, ese que lo perdió todo, ese que seguía luchando noche tras noche con demonios seguía ocultándose de todos, incluso de aquellos a los que les importaba. Sería capaz de dar su vida por Micah, pero no podía abrir su corazón, eso, desde su punto de vista, era mil veces más difícil.

* * *

Micah desaparecía, después de las primeras dos clases, el simplemente salía del salón y no lo volvía a ver hasta casi el termino de ellas. No se preocupaba por él, ya que con la luz del sol los demonios difícilmente eran un peligro, había algunos escondidos en viejos edificios esperando a una pobre y estúpida alma que llegase solitaria a sus garras, algo que siempre ocurría. Tampoco era algo que le interesara mucho, ciertamente tenía sus secretos, lo menos que podía hacer es dejar que su amigo tuviera los propios.

Así que ahí estaba, en el gimnasio de la escuela saltándose una clase y leyendo sobre demonios shax, el libro era obviamente prohibido y lo había robado de entre las cosas apilados de Hodge, un descuido que no podía desaprovechar. Su lectura fue interrumpida por la enorme puerta chocando con su par y haciéndole girar rápidamente, oculto su libro lo mejor que pudo hasta que descubrió de quien se trataba.

Parada frente a las grandes puertas estaba su compañera de clases, mirándole fijamente, entonces observo como de la comisura de sus labios corrían dos líneas rojas.

Sangre.

― ¿Susan? ―La llamo Alec sin apartar la mirada de ella―. ¿Estas bien?

Su amiga no le respondió, ella sonrió y la piel de Alec se erizo, en su boca había una gran sonrisa, pero sus ojos eran vacíos, sus pupilas estaban dilatadas y como si no fuera suficientemente aterrador, ella sin decir una sola palabra se dio media vuelta y salió del gimnasio.

― ¡Claro! ―Se dijo a si mismo Alec―. Claro que quieres que te siga.

Alec lo hizo, camino detrás de ella hasta que ambos se metieron al almacén de suministros deportivos.

―No sabía que dejaban abierto este lugar. ―Comentó Alec al darse cuenta de que su guía no había hablado en absoluto.

Pasaron la puerta dejando atrás toda luz natural que pudiera entrar a través de las ventanas. Alec observó la puerta, le bastó un segundo para darse cuenta del candado que había sido roto. No pudo haber sido Susan, ella era una mundi, así que ahí se encontrarían con alguien más. Alguien capaz de romper un candado sin mucho esfuerzo. Se agacho con cuidado y desde su pantorrilla tomo una daga que se las ingenió para ocultarla entre su manga y su brazo.

―Susan ―Le llamo de nuevo ―. ¿Qué hacemos aquí?

Susan se detuvo y giro hacia él. Alec vio como ella movía sus labios para beber la sangre que había en ellos, como si fuera un dulce de lo más apetitoso.

―Ellos te quieren, Alec. Ellos… si no hacia esto ellos no me morderían de nuevo.

― ¿Morderte? ¿De que estas hablando? ¿Quienes?

―Ellos son mágicos, ellos me hacen feliz y yo los alimento.

Alec no pudo seguir soportándolo, sabía a lo que se refería, sabía de quienes hablaba, su padre le había hablado sobre los niños de la noche y los efectos de su sangre en los mundanos. Tomo a la chica del brazo y la jalo.

― ¡Nos vamos, ahora! ―Ordenó.

Susan se zafó de su agarre con demasiada facilidad, otro efecto de la sangre de vampiro en ella.

― ¡No! ―Le dijo con desesperación, como lo hacía un adicto al ver que su droga seria apartada―. Escucha, escúchame, te gustará, olvidaras todos los problemas, además de que ellos nos protegerán, quieren tu sangre, dicen que eres especial, ellos dicen que…

―Ellos te matarán ―le dijo Alec con seriedad―. Llegará el momento en el que no podrán contenerse y te drenarán la sangre por completo.

―Elliot no haría eso. Él me quiere. ―Defendió ella.

―Él quiere tu sangre, solo eso.

Alec no la había soltado y ahora la llevo consigo hacia la salida.

―Debemos irnos antes de que oscurezca, te llevare a un lugar seguro.

Susan de nuevo se soltó de Alec.

―Ellos ya están aquí.

Un segundo le tomo darse cuenta de que eso era posible, solo entraba un poco de luz a través de la puerta que ellos mismos habían abierto, la misma que ahora se cerraba de un golpe fuerte y que les dejo en la completa oscuridad.

Alec tomo torpemente la daga que estaba en su brazo, la acerco a sus labios y susurro el nombre de uno de los ángeles, unos de los pocos que su padre le había enseñado y que guardaba en su memoria como un recuerdo de oro. La luz de la daga ilumino el lugar, Susan estaba de nuevo lejos, su cuello estaba alzado, sus ojos cerrados y su pecho se movía violentamente al ritmo de su respiración mientras que el vampiro con su rostro oculto en su cuello se alimentaba de ella.

Nunca había estado tan cerca de un vampiro, desde aquella noche en La Luna del Cazador, aquella noche en la que su padre murió, en la que le había dicho que no dejara de luchar, Alec no lo había hecho, todos las noches a escondidas se escabullía para meterse en callejones oscuros y matar demonios, no lo hacía de la manera más eficiente, pero hacia lo mejor que podía, tan clandestinamente que ningún subterráneo se había metido en su camino, quizás porque les era indiferente, quizás porque esperaban que muriera pronto inevitablemente a manos de algún demonio.

Mirarlo de frente, tan cerca y bebiendo la sangre de esa chica que era su compañera de clase fue impactante. Se quedó inmóvil mientras Elliot la dejaba en el suelo del almacén con cuidado, Alec movió la daga para que su luz la alcanzara y cerciorarse de que siguiera con vida, su cuerpo estaba relajado como si solo estuviera durmiendo.

―Es una niña obediente ―Dijo Elliot acariciando el cabello de la chica.

―Déjala ir ―Ordenó Alec con voz enojada pero temblorosa.

― ¿La vez acaso sufriendo? ―Preguntó.

―La estas usando, la has convertido en una, una…

Elliot miro a Alec y sonrió.

― ¿Subyugada? ¿Es esa la palabra que buscas?

Alec guardó silencio y levantó la daga frente a su rostro.

―En verdad no sabes nada, ¿cierto? eres inexperto, no tiene ningún sentido que sigas con tu estúpida lucha. En lo que a mí respecta estas muerto, es solo cuestión de tiempo.

―No te voy a dar mi sangre.

El vampiro rio.

―No pensaba pedirla.

Se movió demasiado rápido, Alec estaba ahora en el frio piso, la habitación comenzó a girar gracias al golpe que recibió al chocar su cabeza con el suelo.

La voz de Elliot fue con burla.

―Esto será mucho más fácil de lo que imagine.

Lo levanto del cuello y lo arrojo hacia una de las paredes, el fuerte golpe hizo eco en todo el gran almacén.

―Sé que no te mataran mis golpes, solo quiero que quedes ligeramente herido para que no ejerzas resistencia.

Alec apenas logró ponerse en pie.

―Tu plan es tan estúpido como tú ―Dijo limpiando la sangre de la comisura de su boca con la manga de su sudadera.

―Tienes la lengua muy suelta para estar en la posición en la que estas.

Inesperadamente Alec rio.

―Tu posición es peor.

Levantó la mano y una pelota de béisbol cruzó la habitación chocando contra la ventana que había justo por encima del vampiro, el hueso duro y el cristal frágil hicieron un ruido ensordecedor, el vampiro gritó, pero antes de que los vidrios en fragmentos cayeron al piso, este desapareció sin que la luz del sol le alcanzara por completo, Alec sólo miro un movimiento en los paneles del techo, seguramente encontraría un escondite ahí hasta que fuera seguro para él salir, cuando el sol se hubiera ocultado.

Claramente no iba a ir detrás de él, Alec recogió la daga que en algún momento había soltado y corrió hacia Susan.

―Despierta, despierta, debemos irnos.

Ella abrió los ojos.

―Alec, lo lamento, yo…

―Shh, no necesitas disculparte, necesitas ponerte en pie, él puede volver.

―Lo siento, lo lamento…

Seguía repitiendo lo mismo mientras la llevaba a través del gimnasio hacia la enfermería, podía escuchar su molesto lamento mientras intentaba pensar en una explicación razonable, el tiempo se terminó y la explicación nunca llegó cuando ellos estuvieron ante la enfermera.

―Creo que esta drogada ―Dijo finalmente, cuidar su reputación no era exactamente un factor que parecía importarle. Vivir en cambio, podría ser algo que levantara su interés.

Susan no protestó a ello, se quedó en silencio mientras la enfermera le ayudaba a subir a una de las camas de la enfermería, ella hablaba algo sobre los cuidados que debía tomar la chica con respecto a las sustancias prohibidas, Alec estaba en realidad mucho más preocupado por las marcas de colmillos en su cuello, no era claro que al verlas pudiera fácilmente relacionarlas con una mordedura de vampiro, demasiado fantasioso, aun así, las heridas eran extrañamente inexplicables.

La enfermera miró a Alec severamente.

―Vuelve a tus clases, ella estará bien en unas horas.

Alec asintió lentamente, buscó el rostro de Susan y ella le dio a entender que podía irse sin problemas, Alec lo hizo, a pesar de sus dudas, volvió al almacén en donde no logró encontrar nada. Se fue de ahí antes de que cualquier maestro le encontrara y le pidiera una explicación que claramente, no podía dar.

El resto del día fue tranquilo, Alec miro a los padres de Susan más tarde entrando a la oficina del director, después a ellos mismos ahora acompañados de la chica que aún se miraba desorientada. Fingía que tomaba sus libros de su casillero mientras les observaba irse.

― ¿Dónde te metes? ―pregunto Micah sorprendiéndole por la espalda.

Alec intentó disimular su agitación por el reciénte enfrentamiento con un niño de la noche.

― ¿Dónde me meto yo? ¿Es en serio? ―Respondió Alec para esquivar las preguntas de su amigo.

―Tenia cosas que hacer ―Se justificó Micah.

La siguiente pregunta les sorprendió tanto a Micah como a Alec.

― ¿Qué cosas? ―Le preguntó Alec con la intensión de desviar la atención de sí mismo.

Nunca lo había hecho, nunca había preguntado a Micah sobre sus desapariciones del colegio. Micah le miró con sospecha, pero no respondió.

― ¿Te gusta Susan? ―pregunto a cambio con intensión.

Alec rio, evitar conversaciones era su especialidad y esto era exactamente eso.

―No.

―Si te gusta puedes decírmelo, vi como la mirabas.

―Tuvo un accidente. ―Dijo.

― ¿Qué clase de accidente?

―No tengo idea, solo la mire llegando a la enfermería, había sangre cerca de su rostro.

― ¡Vaya! ¿fue serio? ―Micah preguntó sinceramente preocupado.

― Te lo dije: No tengo idea.

Sorpresivamente Micah permaneció el resto del día en todas las clases, los maestros no perdieron la oportunidad de señalarle que notaban su extraña presencia, a lo que el chico solo respondía con una resplandeciente sonrisa sínica. A Alec cada vez le gustaba más Micah.

Salieron juntos de su última clase, no sin antes escuchar como todos los días el horario del toque de queda. En el jardín, recargada en uno de los arboles les esperaba Maia Roberts, una de las mejores amigas de Alec.

―Tenemos que darnos prisa. ―les llamó la chica con su característico tono de reproche―. Viene la noche y no alcanzaremos a terminar.

―Es para la siguiente semana. ―Le recordó Alec sujetando las correas de su mochila.

Maia puso los ojos en blanco.

―Tengo mil proyectos por entregar, tenemos que terminarlo esta semana o todo mi sistema de entrega se vendrá abajo.

Micah coloco ambas manos en sus propias mejillas.

―¡Y que Maia Roberts tenga una nota mediocre es algo intolerable! ―Dijo con el tono dramático acorde de sus expresiones.

La chica levantó su mano con una señal obscena en respuesta.

Para Alec era extraño. A pesar de prácticamente haber crecido rodeado de mundanos, siempre se sentía como algo externo, como si mirara la vida a través de un cristal, el que pocas veces se rompía para dejarle sentir cualquier cosa, había pasado demasiado tiempo desde la última vez que algo realmente le emocionare o que le hiciere sentir perteneciente a algún lugar. Pensar en ello le deprimía, ya que al parecer los mejores momentos de su día eran cuando salía por las noches, sólo, arriesgando su vida y hacia cenizas algún demonio.

Mirando las sonrisas de Maia y Micah se sintió el más miserable del mundo.

―Hay que salir ―Les dijo después de un momento ―Es viernes, Pandemónium se pone en ambiente.

―Claro ―Respondió Micah con emoción.

―Paso ―Dijo Maia con determinación―. No estoy para perder el tiempo con eso.

Alec y Micah compartieron una mirada antes de que el chico pusiera los ojos en blanco unido con un gemido de lamentación.

―Pierdes el tiempo matándote por un futuro que tienes asegurado, la recreación también es necesaria, ¿No es así, Alec?

―Claro.

Maia se miró exasperada al hablarles de nuevo.

― De acuerdo, genios. ¿Cómo pretenden salir si hay toque de queda?

―Siempre hay forma de evadir eso ―Dijo Alec sorprendiendo a Micah y Maia.

― ¿No crees que te has metido en suficientes líos últimamente? ―Preguntó Maia.

Alec se encogió de hombros.

― ¿Qué líos? ¿De qué hablas?

―Las peleas en las que siempre te estas metiendo. ¿En verdad crees que no notamos tus moretones?

Alec jaló la manga de su camiseta para cubrir una marca que había aparecido después de su reciente encuentro con el vampiro.

Maia lo notó, rio y toco el borde de su ceja derecha.

―También tienes otro ahí, ¿ese cómo lo vas a cubrir?

Alec estaba pensando en una mentira convincente cuando miro por encima del hombro de su amiga, Susan había regresado y le hacía una seña para que se acercara.

―Ya vuelvo ―anunció y camino hacia la chica.

Micah le observo irse apresuradamente, les miró mientras hablaban un tanto ocultos en uno de los árboles de los jardines.

―Tranquilo ―le llamo Maia―. No creo que sea su tipo.

― ¿Por qué piensas que me interesa eso?

Maia rio con intensión.

―Suelo ser bastante intuitiva con eso, Micah. Así que…

Micah se miraba en verdad divertido.

―Alec Lightwood es un caso perdido, nunca sería tan idiota de fijarme en él ―Lo pensó un poco―. No es que me fije en los caballeros.

Maia lo golpeó con su libreta.

―Como si te importara el asunto chico o chica.

― ¡Oye! Solo creo que hacer distinción es grosero.

Maia rio tras esa respuesta. La chica miro hacia Alec para hablar después.

― ¿Por qué un caso perdido? Pienso que solo está esperando a la persona adecuada.

Micah rio escandalosamente.

―Si tú lo dices, quizás sí, solo que la busca en la primera que le ve con un mínimo interés. Y no estoy hablando de una conversación profunda, si sabes a lo que me refiero.

Maia estaba muy sorprendida e intrigada.

―No, no sé a qué te refieres en realidad.

―Está demasiado roto y vacío ―dijo Micah―. Llena esos vacíos con sexo.

Micah pudo notar como los ojos y boca de Maia se abrían sutilmente por el asombro, ella volvió su mirada de nuevo hacia Alec, como si una cortina se hubiera caído, esos eran los momentos en los que las personas te conocían y te dabas cuenta de si eran o no capaces de vivir con tu verdadero yo.

― ¿Desilusionada?

―No ―Respondió tranquilamente―. Preocupada.

Para Micah eso no tenía ningún sentido.

― ¿Por…?

Maia suspiró con fuerza.

―Es demasiado triste.

* * *

― ¿Qué haces aquí? ―pregunto Alec sin amabilidad―. Deberías estar con tus padres.

―Necesitaba hablar contigo, es decir, agradecerte.

Ciertamente se veía más como ella misma y no como alguien sin voluntad, también había limpiado la sangre de su boca, tenía una pañoleta en el cuello, ella siempre la usaba, Alec ahora sabía el porqué.

―No hice nada.

Era verdad, no mato al vampiro, no fue el quien lo hizo retroceder, en su opinión fue una idea, una oportunidad y un puñado de buena fortuna, era un asco como un Cazador de Sombras.

―No se lo dijiste a nadie, no se lo dirás a nadie ¿cierto?

― ¿Decir qué? ¿Qué tienes tendencias suicidas o que disfrutas ser drenada? Algo que técnicamente es lo mismo, pero tú me entiendes.

Susan observó con nerviosismo a sus alrededores.

―Escucha, sé que conoces este otro mundo, ese en el que no somos más que un estorbo, la… la mayoría de las personas lo son. ―Se acercó y toco la chaqueta de Alec―. Pero tú y yo no, no somos como los demás, nos han abierto los ojos, el mundo no es lo que pensamos.

―El mundo no es lo que piensas, pero eso no significa que…

― Pertenecemos ahí, ¡lo sabes!

―No, yo pertenezco ahí, tu no, eres solo una mundana y si no te alejas morirás, y no estoy siendo exagerado, tú en verdad morirás.

Alec comenzó a alejarse.

―Dijiste que querías agradecerme ―dijo mirándole una vez más hacia ella―. Puedes hacerlo haciendo algo por mí.

― Lo que quieras.

―Aléjate de los vampiros, no eres como ellos, eres alimento y nada más, no te conviertas en otra víctima.

Se alejó finalmente dejando a Susan perturbada por su comentario.

―Otra a la que no podre salvar ―murmuro para sí mismo.


* * *

― ¿Todo bien? ―pregunto Micah cuando Alec volvió.

No estaba seguro de cómo responder a eso así que lo evito.

―Debemos irnos, o no alcanzaremos a terminar el proyecto, ya conocen a mi padre, odia que este fuera después del toque de queda.

Maia se giró a él y le reprochó.

― ¡Acabas de pedirnos salir a Pandemónium! ¿Eso no es estar fuera del toque de queda?

―Pero mi padre no se entera, esa es la diferencia.

Maia movió la cabeza.

―Eres una persona horrible.

Alec sonrió plenamente.

―No olvides poner eso en mi próxima tarjeta de cumpleaños.

―Yo no lo hare ―respondió Micah encantado y levantó su mano para que Alec chocara la suya con ella.

Maia suspiro.

―Ambos son horribles.

Caminaron a casa de Maia tranquilamente en medio de diversas conversaciones.

―No entiendo porque no te relajas. ―Comentó Micah―. ¿Crees que en los siguientes exámenes no te ira bien?

―Necesito que me vaya mejor que bien ―explicó Maia―. Si no tengo un excelente promedio no entrare a la universidad que quiero.

―Sabes que estamos en preparatoria ¿cierto? ―Preguntó Alec en verdad consternado por las preocupaciones serias de Maia.

― ¡Por supuesto que lo sé! ―contestó Maia presionando con mayor fuerza los libros en su pecho―. Tres años más y habremos terminado la preparatoria y nuestro tiempo se habrá acabado, no podemos perder más.

―Tienes un serio problema ―Micah había comenzado a comer una paleta.

― ¡No! ―exclamo la chica―. ¡Tú lo tienes! ¿Cómo aprobaste los exámenes? Ni siquiera te presentas a las clases.

Extrañamente Alec se encontró interesado a la respuesta de su amigo e inclinó su cabeza para verle a los ojos esperando la respuesta.

―Am… Soy un genio.

Esa respuesta rompió con el interés de Alec, en lo absoluto la creía.

El teléfono de Alec sonó, era un mensaje de Hodge. Alec rodó los ojos al cielo después de leerlo.

―Chicos, déjenme tomar una foto, mi padre quiere una prueba de que estoy con ustedes.

― ¡Claro! ―exclamó Micah con emoción―. Dame un segundo.

Maia en cambio se veía desconcertada.

― ¿Por qué necesita una prueba? ¿Le has ocultado cosas?

Alec se puso nervioso.

―Claro que no, pero él es así.

Levanto su teléfono para que sus amigos entraran en el alcance de la cámara y sintió a los dos cerca de él.

―Gracias ―Dijo seriamente al estar preparándose para enviarla, sonrió al ver la imagen; Maia había levantado su libro de ciencias con demasiada emoción, y Micah tenía un rostro de angustia exagerada y en sus manos tenía un letrero que se notaba había hecho de manera rápida que decía: ¡MATENME!

Envió la foto y golpeó el hombro de su amigo.

― ¿Querías una imagen creíble? ―respondió Micah y sonrió.

Hubo una sensación en el estómago de Alec al ver esa sonrisa, apartó la mirada rápidamente, algo que ni Micah ni Maia pudieron dejar de notar.

―Estoy con Maia ―dijo Micah pasando su brazo por los hombros de Alec―. ¿Por qué tu papá te pide pruebas?

― ¿Es paranoico? ―contesto Alec―. No es gran cosa.

―De hecho… ―Dijo Maia―. Es extraño.

―Si, como si supiera que te puedes meter en problemas.

―No hagan drama, es solo que… Ve muchas noticias.

― ¿Y quién no? ―dijo Maia al parecer cambiando el tema―. Todos esos asesinatos y desapariciones. Creo que es una conspiración apocalíptica.

Micah se burló de las teorías de Maia, Alec les observó sin poder pronunciar algún juicio, no sin mentirles, claro que sabía lo que ocurría en el mundo, pero eso no significaba que pudiera decirles la verdad, lo único que podía era seguir saliendo en las noches para intentar mantenerlos a salvo, aunque con lo que acababa de pasar en su propia escuela, eso cada vez era mucho más difícil. En ocasiones el miedo de perder a alguien más le paralizaba, pero se obligaba a sí mismo a enfrentarlo, perder era parte de su vida, y solo podía intentar ser lo que su padre adoptivo intentaba que fuera, un adolescente normal, ese era su refugio, tan frágil como un parpadeo y que podía perder tan inevitablemente como la oscuridad de la noche.

La oscuridad que estaba a punto de llegar a ellos.


* * *


―Es solo la noche ―dijo Clarissa Garroway a la computadora que tenía frente a ella―. Simón, ¿Desde cuándo le temes a la noche?

―No es la noche, Clary ―aclaró Simón mientras su voz surgía de los altavoces―. Son las criaturas que surgen en la noche, eso es lo que debe de darte miedo.

―No hay tales criaturas, Simón. Necesito ese manga, lo sabes.

― ¿No hay tales criaturas? ―Simón se veía exasperado a través de la pantalla―. Eso lo dices porque vives a kilómetros de aquí, no lo dirías si oyeras todo lo que se escucha por aquí.

Hubo ruido mientras Simón salía de la visión de la cámara.

―Mira esto, mira ―Simón extendió un periódico frente a la pantalla―. Diez desapariciones en Green Point ¡Diez! Esto no es normal.

―Pero tampoco es nuevo, por eso mis padres dejaron la ciudad.

―Me estás dando la razón.

―Lo sé. Pero el lanzamiento es mañana y quería ser de las primeras en adquirirlo.

―Eh, el manga estará ahí a primera hora, recuerda que hay toque de queda y nadie puede quedarse a esperar que abran el local.

Clary suspiró y se recargó derrotada hacia atrás en su silla.

―No sabes cómo me gustaría vivir en donde tú, la vida aquí es aburrida, sin mencionar el largo trayecto que debemos recorrer cada mañana.

―No sabes lo que dices, las cosas aquí cada vez se ponen más locas, locas en verdad, te juro que vi un duende el otro día en Central Park.

― ¡Simón! ―dijo Clary y sonrió al escuchar las anécdotas de su mejor amigo.

Poco tiempo después entró la mamá de Clary a la habitación, cargando un cesto de ropa limpia.

―Ignórenme, chicos, solo vine a dejar esto.

Clary y Simón siguieron con su conversación.

―El chico dijo en su Vlog que una criatura le había levantado del suelo con sus garras, es decir, ¡se lo llevó de su propio jardín!

―Simón ―le llamó Clary con incredulidad.

―Escucha, solo escucha. Dijo que cuando pensó que esa cosa lo iba a matar, alguien lo salvo.

― ¿Algo lo salvo?

―No algo, alguien.

La madre de Clary había dejado de guardar la ropa para poner atención a la conversación que se estaba dando a sus espaldas.

―Dijo que era un chico con una especie de espada que brillaba.

―¡Por el amor de Dios Simón!, ¿Brillaba? ¿En serio? Me suena a cuento barato de Star Wars, no me digas que su láser era azul.

―No dijo nada sobre un sable láser, Clary, dijo que era metal, pero que el metal parecía brillar, que el monstruo le dio problemas, pero que de alguna manera lo pudo matar.

―Entonces, ¡ya hay un cuerpo para examinar!

―No, esa es una de las partes más extrañas, el Youtuber dijo que la cosa se esfumó en el aire cuando su salvador le enterró la espada ―Simón movió sus manos de manera extraña―. Puff, sin más esa cosa desapareció y sólo dejo cenizas y un olor horrible.

Clary se inclinó al frente.

― ¿Y del chico que dijo? El que lo salvo.
―Dijo que era muy joven, no más de dieciséis años.

― ¿Y habló con él?

―No, el dice que no se quedó ni a recibir las gracias, solo saltó al techo y desapareció.

― ¿Saltó al techo? Eso es imposible.

―No lo es, ese chico es una especie de superhéroe, dice que no le vio el rostro por la oscuridad, pero que por la luz que la espada emitía pudo ver en su brazo unos tatuajes raros.

Clary se notó aún más interesada.

― ¿Qué especie de tatuajes?

―Espera, el chico los dibujo, ahora te muestro uno.

― ¡Clary! ―le llamó su mamá con voz demasiada alta, pareció haberse dado cuenta del tono e intento bajarlo enseguida―. Es tarde, ve a la cama, hija.

Clary se recuperó de lo inesperado.

―Claro, mamá, sólo espera a que Simón me muestre una cosa.

― ¡No! Ve a la cama ¡ahora!

Simón se quedó pasmado al otro lado del monitor y con el movimiento a medio camino soltó la hoja de papel.

―Está bien, Clary, no es gran cosa. Nos vemos mañana.

―Sí, hasta mañana ―respondió Clary apenada con Simón.

―Buenas noches, Señora G.

―Buenas noches, Simón ―respondió la madre de Clary con pena de haber gritado frente al amigo de su hija.

Clary terminó con el enlace.

― ¿Por qué te molestaste? En realidad, no es tan tarde.

―Es noche de escuela, solo eso.

Clary se dirigió al baño.

―Lo que digas.

La mujer entró en un estado de nerviosismo demasiado obvio, salió de la habitación y se encontró con su esposo en la cocina quien de inmediato se dio cuenta de su estado.

― ¿Jocelyn? ¿Qué ocurre cariño?

Jocelyn se aferró a los brazos de su esposo.

         ―Es Clary, es decir, Luke, creo que hay un Cazador de Sombras en la ciudad.

― ¿De que estas hablando? Por el ángel ¿Es Valentine?

Jocelyn hizo un gesto con su mano suplicando a su esposo que bajara la voz.

―No, no es él, parece ser un chico, pero… No sé quién, ¿Quién podría haber sobrevivido? Oh, Luke, si Valentine encuentra a Clary, yo…

―No lo vamos a permitir, no encontrará a nuestra hija, primero lo matare antes de dejar que se acerque a ella.

Jocelyn volteó hacia la puerta de la habitación de Clary.

―Pero, ¿Quién será? –se preguntó en un murmullo―. ¿Algún sobreviviente del instituto?

―No ―respondió Luke―. Revise el instituto, no dejó a nadie vivo.

Jocelyn llevó una mano a su boca.

―Oye, oye ―Luke la abrazo―. No le pasará nada, la mantendremos alejada como hasta ahora y estará a salvo, si ese chico está luchando solo, no durara mucho así.

― ¿Y eso te hace sentir mejor? ―dijo la mujer en forma de reclamo.

―Claro que no, Jossie, pero hemos hecho todo esto para mantener a Clarissa a salvo, no daremos un paso atrás, por nada ni por nadie.

Jocelyn asintió.

―Hablaré con Tessa, ella quizás tenga una idea de con que nos estamos topando.

―Es peligroso que envíes mensajes de fuego ―le dijo Luke como una advertencia.

―No, no un mensaje de fuego, ella me dio una forma para poder comunicarme con ellos en el Laberinto.

Luke se veía desconcertado.

― ¿Y Magnus estuvo de acuerdo?

―Dudo que Magnus siquiera lo sepa, sabes cómo es con todos nosotros.

―Nos odia y no lo culpo ―respondió Luke meditabundo.

Jocelyn entristeció por completo, sus ojos verdes se llenaron de lágrimas rápidamente.

―Yo tampoco, en lo absoluto.


* * *


Londres siempre había sido un lugar mítico, sus calles antiguas aun empedradas le recordaban a tiempos remotos, tiempos en donde la oscuridad no les había alcanzada de la manera en la que ahora lo hacía.

Magnus Bane odiaba dejar su santuario, ese que protegía de demonios, Cazadores e incluso subterráneos que intentaban lastimar a los mundanos que mantenía a salvo bajo sus enormes y poderosos escudos. Pero los rumores se habían esparcido con demasiada fuerza como para intentar seguir ignorándoles, desapariciones inexplicables, uno cada día hace un mes, hoy; cinco o seis por noche, demasiado difícil de ignorar.

Él, junto a Tessa habían llegado a la conclusión de que no se trataban de ataques demoniacos, por lo menos no de ataques fortuitos y sin sentido, las personas que habían estado desapareciendo comenzaban a tener un perfil claro en común; jóvenes fuertes y con alguna instrucción en combate. Magnus y Tessa estaban ahora muy convencidos de que era obra de Valentine Morgenstern y Magnus estaba convencido de que no lo quería en este continente.

―Me ordenaron traerlos aquí ―dijo un joven licántropo que Magnus encontró en un bar de mala muerte balbuceando cosas sobre hombres vueltos agua.

― ¿Estás seguro que era Valentine? ―preguntó Magnus mientras le seguía dentro de una bodega abandonada. Su figura alta y estilizada sobresalía por el abrigo purpura de cola que llevaba además del buen número de joyas que sonaban en sus muñecas y brillaban es sus oídos.

El licántropo comenzó a subir las escaleras.

―No hay muchos Cazadores de Sombras en estos días, confundirlo es difícil.

― ¿Cuántos están con él? ―Preguntó el brujo en un intento por recaudar información.

―La primera vez que traje aquí a un mundano miré a por lo menos veinte cazadores, todos armados hasta los dientes.

Magnus se veía reflexivo.

―Veinte no son muchos.

El joven licántropo dejó de caminar para verle con detenimiento.

―Eso lo dices solo porque eres el gran Magnus Bane. Para otros en cambio, eso es… Perderlo todo.

La mirada del arrogante brujo se suavizo.

―Cumpliré mi palabra, si me ayudas a sacarlos de aquí, te ayudare a recuperar a tu familia.

―Ese es el problema, brujo. Dudo que mi familia siga con vida. ―El joven reinició su paso por las escaleras.

― ¿Por qué me ayudas entonces?

―Porque es mejor hacer algo que no hacer nada, no quisiera que lo que me paso a mi le pase a alguien más.

Magnus sacudió el polvo de sus guantes de terciopelo.

―Perdona si no creo en tus sinceras y desinteresadas intenciones.

El chico se giró y lo confrontó.

― ¿En verdad crees que eres el único que tiene algo que perder? ¿O que eres el único que es capaz de ayudar sin esperar nada a cambio?

―Debo admitir que por lo menos creo que soy el único que da buenos resultados.

El chico se rindió y reinicio su andar por las escaleras ruidosas del edificio.

―Tu arrogancia te matara.

―Dudo que algo pueda matarme, aun con la ironía y arrogancia que implica este último comentario.

Llegaron al último piso, el chico tomo aire antes de abrir la puerta de metal. Entraron y un olor pútrido llego a ellos como un golpe en el rostro, Magnus cubrió su nariz y boca con el dorso de su mano.

―Supongo que estamos en el lugar indicado.

Caminaron por el largo almacén y la imagen se hizo más aterradora a cada paso, en las paredes había cadenas y grilletes incrustados, una a lado de la otra, una larga fila de ellas con la clara apariencia de haber sido utilizadas hacia muy poco tiempo. Magnus se acercó a una de las paredes, se agachó para tomar uno de los grilletes y se detuvo al notar la mancha en el suelo sobre la que estaba tirado, la examinó y al darse cuenta de lo que era, apartó la mirada, observo a su alrededor y se percató del resto de las marcas en el resto del piso.

―Te lo dije ―inició el licántropo―. Todas esas marcas fueron hombres alguna vez. No sé lo que esos lunáticos hicieron, pero de ellos solo quedaron esas macabras marcas en el piso.

―Yo si lo sé ―respondió Magnus poniéndose en pie―. La Copa Mortal.

― ¿Uno de los Instrumentos mortales? ¿Esto es lo que hace el objeto sagrado?

Magnus le miró con aburrimiento.

―Lo sagrado es por lo general lo más cruel y peligroso, ¿no estamos hoy aquí comprobándolo?

El chico agachó la mirada y apretó sus puños con odio, un gruñido surgió desde su garganta.

―Maldita sean los ángeles y sus hijos.

―En eso ―dijo Magnus caminando hacia el final de la habitación―. Estamos por completo de acuerdo.

―Pero parece que han abandonado el lugar, supongo que no fui de gran ayuda.
―Por el contrario, cachorro. Fuiste de una excelente ayuda.

Magnus levantó su mano envuelta en un azul brillante y una puerta se salió volando después de que la arrancara de sus bisagras, detrás de ella estaba un hombre que se quedó petrificado al verse descubierto, el hombre movió su mano hacia el cinturón de armas que colgaba desde su cintura e intento tomar una de sus tantas dagas. Magnus fue mucho más rápido y fuerte que él. La magia le rodeo, le tomó de la mano y le levantó del suelo acercándolo a ambos chicos.

― Vaya, vaya ―Magnus le observo detenidamente―. Al lunático se le perdió un sirviente.

―Maldito seas, brujo ―espetó el Cazador de Sombras―. Esto te costará muy caro.

―Ciertamente no estás en posición de amenazar, Nefilim. ¿En dónde está Valentine?

―Aun cuando me torturases, no te lo diré.

―Creo que estas siendo en extremo anticipado, Nefilim.

Magnus giró un dedo en un movimiento insignificante pero que logro hacer nacer una nube de magia azul desde el suelo y que se movió hacia delante atravesando el pecho del cazador. Este grito haciendo que el chico licántropo se estremeciera.

―Aun no te torturo, no me digas nada que no harás antes de eso ―Magnus se acercó al hombre empalado con la magia―. ¿En dónde está Valentine?

El dolor era más que obvio en las duras y deformadas expresiones del hombre. Con dificultad logro responder a la pregunta de Magnus.

―Vete al infierno, repugnante brujo.

         El hombre gritó después de haber pronunciado esas últimas palabras. Magnus no se inmuto.

―Creo que no es necesario hacerte la anotación de que podría hacer esto todo el día, así que, por tu propio bien, contéstame y entonces dejaras de sentir dolor.

―El dolor nos fortalece.

―Prepárate, Cazador de Sombras, para ser el más fuerte del mundo.

El hombre gritó, gimió e incluso suplico a Magnus que se detuviera. Magnus lo hizo, pero siguió cuando la voluntad del Cazador se reestableció.

―Mentí cuando dije que podía hacer esto todo el día, ciertamente me estoy aburriendo.

El Cazador de Sombras comenzó a reír, Magnus y el chico lobo compartieron una mirada, ambos llegaron a la justificada conclusión de que había enloquecido debido a la fuerte tortura.

―Disfruta de esto Magnus Bane, él te conoce, él vendrá por ti y no podrás protegerte.

―Tu ganas ―dijo Magnus casualmente, como si no estuviera torturando a un hombre cruelmente―. Como noto que no me dirás en dónde está, te dejare que le des un mensaje por mí; dile a Valentine que lo quiero fuera de mi continente, dile que regrese al chiquero de donde salió o que se atenga a las consecuencias.

El hombre sudando y con su respiración agitada de nuevo rio mientras la magia parpadeaba a través de su cuerpo.

―No podrás acabarnos a todos, somos los únicos que quedamos, los más fuertes, el resto del cielo que queda en la tierra, si nos matas terminas con la poca esperanza de la humanidad.

― ¿Esperanza? Ustedes no son más que destrucción y muerte, no me importaría acabar con todos ustedes, se buscaron su propia exterminación, Los Cazadores de Sombras no son nada para mí.

―Mentiroso, brujo mentiroso, uno de nosotros es tu familia y…

El hombre gritó.

― ¿Cómo sabes eso? ―preguntó Magnus con ojos encendidos.

Magnus detuvo la tortura para escuchar la respuesta a su pregunta, el Cazador volvió a reír.

―No puedes ocultarlo de nosotros, no puedes salvar a nadie, verás morir a todos lo que te importan y desearas estar muerto. No puedes salvarlos ―el hombre busco los ojos dorados de Magnus―. No puedes salvar a nadie.

Magnus fingió con mucha convicción que sus amenazas no le habían alcanzado de la manera que lo habían hecho.

― ¿Sabes algo? ―dijo de manera casual―. Cambié de opinión, no necesito que le des ningún mensaje a Valentine, dejare que lo deduzca solo. Magnus levantó su mano para provocarle al Cazador de Sombras una lenta y dolorosa muerte.


* * *


―Esto es muy aburrido ―dijo Micah apartando su libro de su propio alcance.

―No se trata de que te aburra o no, debes hacerlo ―Le reprendió Maia tomando el libro y regresándolo al lugar frente a Micah.

―Terminé ―anuncio Alec mostrando su cuaderno a Maia.

La chica miró los ejercicios y sonrió complacida. Tomó el cuaderno de Alec y se lo arrojó a Micah al rostro.

―Para que aprendas un poco.

Los tres rieron, Alec vio su teléfono y respondió a los mensajes que su padre le había enviado, de nuevo.

― ¿Tu papá de nuevo? ―Preguntó Micah.

―Sí, no se detendrá hasta que vuelva a casa.

―Se preocupa por ti ―Maia estaba guardando sus cuadernos en su bolso―. Es normal en los padres.

―No es mi padre.

Fue como si a ambos chicos les hubieran vertido un cubo con agua helada, se quedaron inmóviles asimilando esa información unos segundos antes de hablar.

― ¿Qué has dicho? ―pregunto Maia.

― ¿A qué te refieres con que no es tu padre? ―cuestionó Micah.

El peso de ambas miradas cayó en Alec de manera extraña, fue como si hubiera hablado por instinto y no por lógica, realmente no tenía ninguna intención de llevar la conversación hacia él.

―Amm… Eso, que no es mi padre, me adopto hace ocho años.

Lo miraron de nuevo de manera fría, ciertamente la situación no mejoró con la breve explicación.

― ¿Y tus padres? ―preguntó Micah, y Maia le golpeó en las costillas ― ¡Aoouch!, ¡¿Qué?! ¿En verdad no querías preguntarle?

―Pero quizás sea algo de lo que no quiera hablar, ¿Se te ocurrió eso?

―Entonces porqué nos dijo.

―Oigan, sigo aquí.

―Lo sé ―dijo Micah―. ¿Qué le paso a tus padres?

Maia golpeó su frente.

―Amm, Maia tiene razón, no es algo de lo que me guste hablar, ni siquiera sé porque lo mencioné.

― ¿No lo sabes? Es obvio ―Maia se escuchaba segura de sus palabras―. Es porque finalmente nos consideras tus amigos.

―Siempre los he…

―No, no es cierto, nunca te has abierto con ninguno de nosotros o con todo el sequito de fans que tienes detrás de ti.

―Eso no…

―Es cierto y lo sabes, eres popular, y con muchos amigos, pero en realidad no lo son para ti. Ni siquiera nosotros.

―Eso fue doloroso ―anuncio Micah después de dos silenciosos minutos―. Pero es cierto.

―Eres mi mejor amigo ―reclamó Alec.

Micah levantó una ceja.

― ¿Lo soy? No fuiste a mi fiesta de cumpleaños.

―Eso fue porque… Amm…

―Olvídalo ―dijo el chico―. Es mejor que no intentes justificarte, no soy tu mejor amigo. Ninguno de nosotros dos, sólo somos las personas a las que más toleras.

―Creo que mejor me voy.

Micah se levantó con Alec, apagó rápidamente su teléfono y se colocó frente a él para evitar que se fuera, y Alec se preguntó por qué su colonia le gustaba tanto.

―Debes entender algo, Alec. No te estoy diciendo esto porque te esté reclamando cualquier cosa, lo hago porque quiero cambiarlo, quiero que confíes en mí. Que realmente confíes en mí.

―Es la primera vez que nos dices lo de tu padre, eso es algo muy grande ―Maia se veía comprensiva―. Nos importas, más de lo que crees, no tienes que seguir escondiéndote de nosotros, ya sabes, de manera metafórica.

Alec les miró, movió su peso de un pie al otro, bajo la cabeza, la levantó después para perder la mirada en un punto lejano en la pared.

Micah rio.

―Tómalo con calma, no quiero que explotes o algo, los sentimientos no son lo tuyo, ¿cierto?

Son demasiados secretos. Pensó Alec sin poder decirlo.

―Es solo que… No puedo hablar de mis padres, en verdad… No puedo.

Fue como si para Micah todo en la habitación desapareciera, todo excepto Alec. Subió su mano y atrapo el cuello del chico, le miro a los ojos y sus labios le dedicaron una delicada y cálida sonrisa. El corazón de Alec enloqueció en su pecho.

―No tienes que decir nada ahora, solo debes saber que aquí estoy, para ti, para lo que necesites.

Era la primera vez que alguien lo tocaba de esta manera, había salido con tantas chicas, había besado a más, había tenido intimidad con unas cuantas, pero nunca un toque tan sencillo había provocado tanto como lo que la mano de Micah en su cuello lo hacía ahora. Se preguntó si acaso podría sentir su fuerte pulso en sus dedos.

―Gracias ―le dijo sin poder decir más.

―También estoy yo ―Maia rompió el momento entre ambos y ella en verdad parecía divertida y emocionada al estarlos mirando―. Solo si les interesa, claro.

Micah le dedicó una mirada severa mientras que Alec se recuperaba tallando su rostro.

―Gracias a los dos ―corrigió.

Después de eso Alec se sintió mucho mejor, de una forma extraña era como si un peso se hubiera salido de sus hombros, comenzó a considerar la idea de que no tenía que seguir en la clandestinidad, quizás podría compartir la responsabilidad con alguien más, pensar en poder hablar con alguien sobre lo que le ocurría cada noche al esquivar la muerte, hablar sin limitaciones, sin cuidar sus palabras. Sin que nadie le reprendiera o le dijera que estaba haciendo lo incorrecto.

Pasaron el resto del tiempo conversando, el ambiente era diferente y amigable.

―Así que… ―Comenzó Micah con malicia―. ¿Susan? Es linda, pero no pensé que…

―Oye ―le advirtió Alec para que se detuviera con eso―. Te dije que no, en verdad no. Ni siquiera es mi tipo.

― ¿Cuál es tu tipo, Alec? ―Preguntó Maia con una atención sincera.

Alec lo pensó un poco, no podía hablarles de los demonios, no aun, pero quizás podía hablarles de sí mismo.

―No lo sé… ¿Morenos y altos?

Y ahí estaba de nuevo el cubo con agua fría.

Maia dio un fuerte aplauso y se abalanzó contra Alec para abrazarlo por la espalda.

― ¡Eso es! ¡No tienes que guardarte nada!

Micah por el contrario se notaba serio e incluso nervioso.

― ¿No lo crees, Micah? ―preguntó la chica al ver su estado.

Micah asintió.

―Claro, claro. No más secretos.

Fue hora de volver ya que el toque de queda comenzaría pronto, Alec y Micah subieron al mismo tren del subterráneo, Micah se sentó a lado de Alec y este le miró con sorpresa.

―No sabía que tomabas este tren.

―No lo hago, no me gusta el subterráneo.

―Chico Taxi, ¿cierto?

―Así es ―Respondió sin más.

Alec le miró un poco más.

― ¿Y qué haces aquí?

― ¿No puedo acompañarte a casa?

―No necesito que me acompañes a casa, te aseguro que no.

―Solo aprovecha mi caballerosidad y deja de quejarte.

Alec rio y se colocó sus auriculares, eso no pareció molestar a Micah, ya que hizo lo mismo. Viajaron en el tren en silencio y con sus hombros tocándose, Alec se sintió muy cómodo, algo que era poco común en él.

Bajaron en la estación indicada y llegaron al edificio en donde Alec vivía.

― ¿Quieres que veamos una película? ―preguntó Micah cuando Alec comenzó a subir las escaleras de la entrada.

Le encantó la idea, pero si había una parte del día en la que no podía ser un chico normal, era por la noche.

―Estoy cansado ―Se excusó―. ¿Lo dejamos para otro día?

―Claro.

Hubo silencio entre ambos después de eso, Alec sabía que algo andaba mal cuando Micah guardaba silencio.

―Estas muy raro, ¿Acaso no quieres perderme de vista? Lo que dijo Maia no es verdad, no peleo con nadie.

Técnicamente los demonios no son “Alguien”. Pensó Alec para no sentirse tan terrible de mentirle una vez más a su amigo.

―Alguna vez debes decirme como consigues esos golpes ―Comentó Micah seriamente.

―De acuerdo, déjalo libre o te asfixiaras, ¿Qué pasa?

Le sorprendió cuando Micah repitió la acción que había hecho hacia unas horas, toco de nuevo su cuello, le miro a los ojos y le dedico una encantadora sonrisa. Y de nuevo el corazón de Alec le traicionó al intentar desbocarse dentro de su pecho.

La voz de Micah fue amable como nunca la había escuchado.

― ¿Por qué no me dijiste que tenía una oportunidad contigo?

Alec claramente había tenido muchas ocasiones de decirle sobre sus preferencias, pero Micah no tenía ningún problema con ello, siempre había presumido de sus conquistas hacia chicos y chicas por igual, mencionarlo le hubiera parecido que intentaba una insinuación que en realidad no existía.

En verdad no quería nada de eso en su vida.

Alec rio, su rostro engreído y muy conocido por Micah surgió, aparto su mano amable pero firmemente.

―El que me gusten los chicos no significa que tengas una oportunidad conmigo.

―Ahí estas de nuevo, ¿En verdad crees que eres irresistible?

Alec rio.

―Yo no fui quien se puso romántico.

Micah levantó sus manos en rendición.

―Mi culpa ―Anunció―. Me disculpo y te pido que lo olvides por completo.

―Me parece excelente.

El rostro de Micah le demostró que en lo absoluto estaba de acuerdo con eso.

Alec se encogió de hombros.

―Nunca te habían rechazado ¿cierto?

―Siempre hay una primera vez. ―Se acercó a Alec poniéndolo nervioso, pasó un mechón de su cabello por detrás de su oído y acerco sus labios a centímetros de su mejilla―. Me alegra que hayas sido tu ―Dijo como un secreto en su oído―. Ahora no podré sacarte de mi cabeza.

El corazón de Alec había alcanzado su límite dentro de su pecho, se esforzó mucho para hacer que su rostro no lo delatara, miro los ojos verdes y traviesos de Micah, sus afiladas facciones y sus labios suaves, parecían en verdad ser suaves, muy suaves, se obligó a sí mismo a dejar de pensar en los labios de su amigo.

Nunca fue bueno ocultando sus más intensos pensamientos, y Micah estaba sonriendo.

―Nos vemos mañana, Lightwood ―le dijo cuándo se alejó finalmente.

Alec entró a su edificio antes de que se diera cuenta de que le observaba con demasiado detenimiento al irse.

Se sintió relajado al estar subiendo las escaleras de caracol, en cada piso se encontraba con uno de sus vecinos, todos con cierto toque de rareza, pero con una originalidad que le recordaba al mundo de las sombras que casi había desaparecido, entró a su apartamento, dejo sus llaves y Hodge se asomó desde la sala de estar.

― ¿Te burlas de mí? ―preguntó haciendo que Alec se detuviera con temor― Cinco minutos antes del toque de queda. Eso para mí es…

Alec dejó su mochila en el pasillo para sentarse en el sillón a lado de él.

― ¿Ahora soy demasiado obediente?

―Y es lo que me pone más nervioso.

Alec tomó un puño de palomitas y las metió todas juntas a su boca, Hodge lo jaló hacia él para rodearle con su brazo mientras se acomodaban ambos en el sillón.

―Ya vi este capítulo; la niña se lleva al monstruo de vuelta al otro lado.

Hodge jaló el cabello del chico.

―Y mi tarde termina por completo con ese spoiler, gracias, hijo.

―De nada.

El hombre suspiró y acomodó la manta de sus piernas para que cubriera también a Alec.

―Escucha, estaré de guardia en la estación hoy y mañana, ¿Podrías…?

―Tranquilo ―respondió Alec sin quitar la vista del televisor―. Llegaré a casa antes del toque de queda, hare una fiesta desenfrenada con una orgía o dos y me drogare hasta desfallecer, pero no saldré a cazar ningún demonio, lo prometo.
―¡No tienes una idea de cómo me tranquilizas!

Hodge se levantó con una sonrisa revolviendo el cabello del chico. Alec se quedó en el sillón mirando las medallas de su padre adoptivo sobre la repisa bajo el televisor, Hodge había sido bombero desde hace cinco años y rápidamente se convirtió en un héroe, sus habilidades de cazador le ayudaban a realizar las más temerarias proezas, había salvado muchas vidas y la ciudad se lo agradecía con esos pedazos de metal, Alec no podía dejar de pensar en que era una forma hipócrita y cobarde de vivir, ¿salvar a los mundanos de accidentes era el equivalente de salvarlos de demonios? Quizás era la manera que tenía Hodge de sentir que cumplía de una manera insignificante con su deber, una muy insignificante desde el punto de vista de Alec.

― ¿Estas bien, hijo? ―Le preguntó el hombre al volver a la sala ahora con su uniforme azul colocado.

Alec sonrió y señalo la pantalla.

―Pobre Mike ―dijo y Hodge le dio la razón.

Se sintió aun peor al darse cuenta en que la única persona que le llamaba hijo, era la que menos le conocía, no se daba cuenta cuando le mentía y Alec era un pésimo mentiroso, se quedó en el sillón sin prestar atención a lo que en la televisión ocurría, y sintiéndose el más mentiroso del mundo y también el más miserable.

Fue muy poco el tiempo que esperó después de que Hodge hubiera salido del edificio hacia la estación de bomberos, salió del sillón pateando la manta que tenía aun en sus piernas y corrió hacia su habitación, subió a su cama sin importarle tener sus zapatos aun puestos y alcanzo el revestimiento del techo quitando uno de los paneles, metió la mano hacia la oscuridad y saco una de sus dos dagas, también su única estela.

Bajo de un salto y se cambió de ropa, tenía unos recuerdos vagos del equipo que usaba al entrenar cuando su padre vivía, ahora se tenía que conformar con un pantalón de mezclilla oscuro y un buzo del mismo color, Hodge le había regalado un equipo para patinar, usaba las rodilleras y las muñequeras aun cuando su tabla estaba olvidada en algún lugar del desván.

Salió por la escalera de incendios y subió al techo del edificio, era una de las mejores maneras que tenia de descubrir si había algún mundano en peligro, solo se quedó unos minutos sentado en la cornisa con sus pies balanceándose en el aire cuando escuchó el primer grito de la noche, activo la runa que servía para ver en la oscuridad y que no recordaba cómo se llamaba, comenzó a saltar hacia los demás techos para acercarse hacia el lugar en donde parecía estar alguien en problemas, se preguntó si esta sería la noche en la que moriría, por alguna razón siempre se preguntaba eso y nunca le parecía una mala noche para hacerlo.

* * *


Micah se alejó de Alec rápidamente, pensó por un momento en voltear, pero le asustó la idea de hacerlo y no verle parado observándole, se quedó con la posibilidad de que él le siguiera viendo, cuando giró en la esquina de la calle su actitud cambió, como si saliera de un sueño, movió su cabeza y desde el interior de su chaqueta accionó su teléfono, colocó un auricular en uno de sus oídos.

― ¿Me escuchas? ―preguntó con discreción.

―Esta es una sorpresa. ―La voz al otro lado del audífono se notaba molesta ―. Has estado desconectado por horas. Eso no le va a gustar al jefe.

Micah rio.

Estaba haciendo tarea, no creo que al jefe le importe eso.

―A mí no me engañas estabas con ese chico.

―Y con Maia.

―Apagaste tu teléfono cuando él iba a comenzar a hablar.

―Era privado.

―Nada es privado Micah, estás trabajando y el que te lo tenga que recordar no es una buena señal.

Micah consideró la idea de apagar de nuevo su teléfono, pero en cierto punto Oscar tenía razón.

―El que estés de parlanchín no es una buena señal si me lo preguntas.

―Nadie te preguntó.

El chico rio, había entrado a un estacionamiento y del maletero de un auto negro tomó un arma, una insignia y dejo su mochila escolar.

― ¿Qué tienes para mí? ―preguntó una vez que había salido de nuevo a la calle.

―Nada aún, sólo patrulla por unas horas, te cuido la espalda.

―Como siempre.

―Como siempre ―respondió Oscar.

Micah había entrado a la milicia hacia un año cuando su familia fue atacada por una criatura que les lastimó profundamente y habían asesinado a su hermano mayor y sus padres, ahora solo vivían en la tristeza, a él le había enviado al hospital y cuando despertó, además de toparse con la terrible noticia de haber perdido a su hermano, se encontró con la inesperada sorpresa de que no era el mismo, ese ataque había dejado secuelas en él, ese ataque le otorgo La Visión. No era que supiera que era exactamente, solo sabía que ahora veía cosas que antes no y que otros no.

Después de una tarde en el cuartel, una que había sido llena de gritos, golpes y lodo, en donde él no era más que un novato que debía soportar además del duro entrenamiento los malos tratos de los veteranos, llegó a él una inesperada oportunidad de hacer algo más que solo prepararse para lo inevitable. Micah tenía tan solo diecisiete años, pero eso no le detuvo para ser de los más fuertes e inteligentes del pelotón.

Cuando un grupo de individuos vestidos con trajes de generales con insignias en sus hombros llegaron a la base, les hablaron sobre una iniciativa para la protección de los ciudadanos, con esta iniciativa venía un toque de queda para toda la ciudad, el mundo entero trataba de sobrevivir noche tras noche a los extraños ataques, Nueva York estaba intentándolo lo mejor que podía, les hicieron una prueba en la ciudad durante una de las noches más oscuras, Micah fue de los pocos que logro ver a las criaturas, eso le ayudó a guiar a su equipo para que pudieran ahuyentar a una de ellas, tras esa prueba muchos de sus ahora amigos, habían cambiado tal y como él lo había hecho.

Desde entonces se formó una facción militar que se integraba a la policía de Nueva York, durante el toque de queda patrullaban la ciudad, mantenían a salvo a las personas que había quedado atrapadas sin tiempo para volver a casa. El grupo tenía intenciones de asesinar cualquier criatura extraña, nunca habían logrado hacer tal cosa.

Había personas como Micha que además eran infiltrados a escuelas o empresas por toda la ciudad, los militares sabían que existían criaturas que eran una parte humanos y otra parte desconocida, personas que tenían habilidades extrañas, muchos habían hablado de lobos, otro de vampiros y muchas más de humanos capaces de hacer magia o de controlar plantas y animales, descubrirlos y cuidar su comportamiento dependía mucho de que no les descubrieran a ellos.

―Entonces… ―Escuchó la voz de su compañero vigía―. ¿Cómo te fue con el chico?

― ¿Es en serio? ―Preguntó Micah exasperado―. Es un niño.

―Solo es dos años menor que tú, además ya no soporto escucharte hablar de él.

―Yo no soporto escucharte, pero no siempre se obtiene lo que se quiere, ¿cierto? ―Micah movió la cabeza y suspiró―. Has entendido mal todo, Alec es diferente a cualquier adolescente, sabes que puedo ver cosas que otros no, Alec es…

― ¿Es que?

―No tengo idea, pero voy a descubrirlo.

― ¿Lo harás? ―Preguntó Oscar―. ¿Aún cuando pueda eso meterlo en problemas?

―Dije que lo iba averiguar, no que lo iba a reportar.

― ¿Qué decías de que era solo un niño?

― ¡Dios! Hoy estas particularmente insoportable.

La risa de Oscar fue un sonido agradable de escuchar.

― ¿Por eso es que le acompañaste a su casa o fue solo caballerosidad?

Micah se detuvo.

― ¿Cómo sabes que lo acompañe a su casa?

―Apagaste el teléfono, pero aun así te puedo rastrear.

―De acuerdo, Oscar. Debemos hablar de límites.

Ambos rieron, la noche parecía particularmente tranquila y Micha no estaba contento con eso.

―Odio esta zona.

― ¿Demasiada tranquilidad para ti? ―Preguntó Oscar al revisar el mapa de la zona desde su computadora.

―Fui el mejor de mi regimiento, y…

―Eres el más joven, no los culpes por intentar protegerte, deberías de estar agradecido.

Micah rio mientras seguía caminando por la acera de la calle con las farolas publicas encendidas y los negocios cerrados.

―No se los voy a agradecer a ellos, esta zona ya tiene otro patrullero y…

―Quieres atraparlo, ese cuento ya me lo sé.

― ¿Qué te parece si solo dejamos de hablar por un momento?

El sonido de la risa de Oscar fue pura respiración a través del audífono.

― ¿Ahora me aplicaras la ley del hielo? Esa no es una sorpresa.

―Solo digo que…

En ese momento un grito hizo que Micah detuviera su andar. Maldijo y corrió hacia el área.

― ¡Detente! ―le pidió Oscar―. Algo está causando una interferencia muy grande, no podré encontrarte.

Micah giró en el cruce de calles más cercano y siguió corriendo.

― ¡Maldición Micah! ―gritó Oscar cuando la pantalla de su computadora se puso negra y sólo escuchaba interferencia a través del auricular.


* * *


Cuando Alec llegó al callejón de donde provenía el grito, se topó con la ya esperada escena de un rapiñador intentando atacar a un chico. Los miró desde arriba y sin pensarlo se dejó caer hacia la criatura con su daga lista para partirlo en dos, pero sus planes difícilmente le salían bien, el rapiñador giró la extremidad que pudiera considerarse cabeza y le miro, movió sus garras y la intensidad de la caída funciono al final en su contra, el cazador voló por el aire aterrizando en una acumulación de basura y cubos de metal.

Maldijo e ignoró el dolor, por lo menos ahora tenía la atención del demonio sólo para él. Encontró de nuevo su espada tocando con desesperación el piso sucio, la levantó, pero el rapiñador le golpeó el brazo haciendo que esta se alejara de ambos.

Alec miró atrás, hacia el chico petrificado mientras la criatura se acercaba a él lentamente.

― ¡¿Qué estas esperando?! ¡Corre! ―le gritó Alec.
El chico despertó de su aturdimiento.

― Pe… Pe… Pero…

― ¡Vete! Estaré bien ―le mintió.

El joven inicio su huida torpemente, pero encontró la serenidad que sus piernas necesitaban para correr y no caer al estarse alejando.

Alec podía percibir el olor a humo y putrefacción del demonio y también su aliento cuando este le olfateo el rostro, recordó la película en donde el alienígena le hace algo parecido a la heroína, desgraciadamente esto no era una película y el demonio seguro le comería el rostro de un tajo, seguía buscando un sustituto de arma con sus manos a los costados cuando pasó lo impensable.

― ¡Nephilim! ―pronunció el demonio con un sonido más de gruñido animal que dé humano.

Alec giró su rostro hacia él, su asombro lo dejó congelado por unos segundos.

― ¿Y ahora hablan?

Estaba mirándole cuando los ojos de la criatura cambiaron de un negro absoluto a los ojos grises de un humano.

― ¡Maldición! ―gritó Alec lleno de pánico y encontró un arma en su propio bolsillo, tomó su estela y la encajo en el ojo del demonio.

El rapiñador gritó haciendo que Alec tuviera que tapar sus oídos, se alejó hacia atrás moviendo violentamente su cabeza intentando deshacerse de la estela que había quedado metida en su ojo. Le gruñó una última vez antes de irse del callejón dejando a Alec en el suelo muy lastimado.

Alec observó como la criatura saltaba entre los edificios y se alejaba, entonces su asombro se vio interrumpido por un par de voces desde el inicio del callejón, se levantó, corrió hacia donde había caído su daga y afortunadamente la encontró para después salir de ahí escapando por las escaleras de incendio.


* * *


Micah se topó con un chico que corría hacia la calle, lo tomó de los hombros para detenerle y preguntarle sobre lo que estaba sucediendo.

― ¡Peleando! ―le dijo sin sentido el joven aterrorizado― ¡Están peleando!
Después de eso Micah dejo que se fuera, tomó de su talón un arma y entró al callejón con sus sentidos encendidos, llegó al final de él y no miro nada ni a nadie.

Observó un poco más la escena, los contenedores esparcidos y una sustancia negra en el pavimento ¿sangre? Quizás no había encontrado nada, pero sabía que ahí se había dado una pelea. El sonido fuerte de su auricular le hizo saltar.

― ¿Estas ahí? Contéstame ―decía Oscar cuando la comunicación volvió.

―Sí, aquí estoy, pero no tengo idea de lo que paso.

― ¿Qué vez?

―Nada, llegue tarde.

― ¿Llegaste tarde a qué?

―Ese es el problema, Oscar, no tengo una maldita idea.


* * *


Alec llegó al techo del edificio y descansó recargando su espalda en la cornisa, observó su cuerpo, afortunadamente no tenía heridas graves, pero si un tremendo dolor en todo el cuerpo.

Recordó la voz del rapiñador, la inexplicable y horrible voz, sus ojos mirándole como si hubiera encontrado algo que había estado buscando desde hacía mucho tiempo, el miedo, el terror y a pesar de lo extraordinario de la situación, ese se convirtió en el menor de sus problemas.

― ¡Maldición! ―dijo a nadie―. Esa era mi última estela.


Continuara…




@MayGraciel

Beta: @PitaGonzalezMe
Portada: @Celeste_Kairi


¡Gracias por leer!










Comentarios

  1. Adoro el deprimente panorama en el que vive Alec y como a pesar de eso tiene apegos como Micah y Maia que aunque no lo note, lo sostienen. Es maravilloso volver a tenerte escribiendo y ver como pasas de la historia tradicional a inventar tu propia versión y que traigas a esos entrañables personajes tuyos a la vida nuevamente. Ya sabe que te adoro May. BIENVENIDA A CASA.

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    1. Un placer estar de vuelta 💕💕

      Gracias por todo linda 😍😘

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  2. Me encanta 😍... estare esperando que contibues :)

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  3. Gracias por seguir con la historia, me encanta como escribes no me caso de leer, te descubri a raiz de ver shadowhunters, busque historias de malec, y he de decir que he leido varias pero la tuya para mi es sensacional, la he leido varias veces y no me canso, de echo la aconsejo leer a mis compañeras de trabajo. Gracias por seguir escribiendo, estoy deseando que continue, mientras tanto repaso las otras. Un abrazo con todo mi cariño y respeto desde España

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  4. Ohhh me encanta este nuevo contexto que le das a la historia esperaré con ansias la actualización.

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  5. Cuando tienes pensado ir subiendo las actualizaciones? Cada semana, mes...?
    Gracias eres la mejor!

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  6. Me encanto¡¡¡¡¿ cuando actualizas la espera me esta matando¡¡

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  7. Oh estaba esperando durante tanto tiempo por una actualización! Como siempre muy interesante y con la curiosidad de saber que sigue!

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  8. Me encanto May!! no había visto que actualizaste y cuando me enteré gritė de la emoción!! Un capitulo maravilloso y esperare con ansias el siguiente 😍😍😍😍

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  9. Me encanto May!! no había visto que actualizaste y cuando me enteré gritė de la emoción!! Un capitulo maravilloso y esperare con ansias el siguiente 😍😍😍😍

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  10. Cuando actualizaras Exactamente?

    Que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto Que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto Que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto Que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto que sea pronto

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  11. Mi hermosa May, maravillosa historia como siempre, la vdd que no me canso de leer y leer tus historias, y ando trabajando en tus PDF, actualiza pronto hermosa, que ya quiero se vean Magnus y Alec

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  12. Por el Ángel, me muero por la actualización!

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