El Ultimo Cazador de Sombras 2 - Amistad

Alec se sintió afortunado de que Hodge estuviera de guardia en la estación de bomberos, volvió a casa en un conjunto de tortuosos movimientos de pies, uno a uno y un paso más doloroso que el anterior, entro por la ventana de su habitación y se dejó caer al suelo con los brazos extendidos, se quejó libremente una vez que había dejado de moverse, maldijo después ya que tendría que soportar el dolor hasta que este pasara solo, como sería normalmente, quizás ahora tendría que sufrir en silencio su duras recuperaciones ya que no tenía más una estela para curarse. Cerro los ojos y en el suelo de su habitación pensó en quedarse ahí hasta que moverse fuera mucho más soportable.

Pero su suerte siempre se burlaba de él, el timbre sonó, se quejó feroz y firmemente, se llevó ambas manos a su rostro.

―Odio mi vida ―dijo antes de tomar un fuerte respire y levantarse de un salto, un muy doloroso salto.

Llego a la puerta y antes de abrir pregunto con su frente pegada a la puerta. Una voz familiar le respondió.

Alec oculto su daga, pero no la alejo ya que pensó que la necesitaba cerca. Abrió la puerta a Susan, su compañera de clases.

― ¡Dios mío! ―exclamo al ver a Alec―. ¿Qué te paso?

Alec la miro sin hablar.

―Parece que te haz echado a un camión de basura –explico Susan.

Ella estaba de un excelente humor, se miraba deslumbrante con su vestido rojo y chaqueta de mezclilla, llevaba mucha joyería y una pañoleta al cuello que hacia juego con sus botas negras. Ella estaba recargada en el marco de la puerta mirándose despreocupada y bella, Alec supuso que ella era bella.

― ¿Qué…? ―inicio Alec sin estar seguro de que preguntar, ciertamente tenia demasiadas preguntas para ella. Sacudió la cabeza e inicio de nuevo ― ¿Qué haces aquí?

Susan sonrió aún más.

―Vine a verte, me gusta compartir contigo, Alec.

La expresión del chico fue de molestia.

―Acaban de morderte ¿cierto?

Susan soltó una carcajada ruidosa.

―Eres muy listo.

Alec no tenía ni la fuerza ni la paciencia para lidiar con ella.

―Vete a casa, Susan, ―le dijo al intentar cerrar la puerta.

Susan movió su mano y la detuvo, Alec insistió, pero la chica logro mantenerla abierta, Alec odio a esta chica, su fuerza y lo inoportuna que era.

― Increíble ¿cierto? ―explico la chica―. Me encanta la fuerza que me dan, la forma en la que veo el mundo después de que me muerden, es un mundo maravilloso después de eso.

―Es falso, cuando el efecto se pasa las cosas se ven mil veces más horribles, lo sabes.

Susan levanto su mano y toco el labio de Alec.

―Qué suerte que no sea necesario que termine.

Alec aparto la mano de la chica bruscamente, no tenía paciencia para contemplaciones.

― ¿Qué quieres? ―le pregunto con cansancio.

―Que me invites a pasar ―contesto.

Alec la miro con sospecha.

―Te acabo de pedir que vuelvas a casa, ¿Por qué te invitaría a pasar?

La sonrisa de Susan se amplió, Alec cada vez detestaba más a esta chica.

―Vamos Alec, invítame a pasar.

―No.

En ese momento un chico de cabello largo con ojos rojos apareció detrás de Susan, él, como la chica sonreía y sus colmillos brillaron al reflejo de la luz del pasillo.

―Es mucho más necio de lo que pensaste Sussy.

Alec, con la puerta aun sujeta presiono la empuñadura de su daga con más fuerza manteniéndola oculta detrás de ella.

Hizo un sonido de pesadez.

―Por el ángel ―les dijo con molestia―. ¿Cuándo voy acabar con ustedes?

Susan hizo un falso mohín de niña de primaria.

―Eso fue grosero ―le reclamo―. Te perdono si me invitas a pasar.

Ahora fue Alec quien rio.

―Si te invito a pasar, tú lo invitaras a él, puedo ser el peor Cazador de Sombras de la historia, pero aun sé algunas reglas.

Ambos rostros cambiaron a una completa seriedad.

―No se vean tan desilusionados ―pidió Alec con burla―. Es algo ofensivo.

―Alec ―le llamo Susan, pero el chico levanto su mano.

―Basta, no comiences, no me interesa ser mordido por un vampiro, no me interesa sentirme de maravilla como tú lo dices, nunca tomare el lado fácil, así que no pierdas tu tiempo ni el mío intentando ofrecerlo de nuevo.

―No seas tonto ―suplico Susan.

Alec la miro con firmeza.

― ¿Yo soy el tonto?

Elliot rio.

―Vámonos preciosa, será otro día. Ya lo sabe.

― ¿Sabes que más sé? ―pregunto Alec y de inmediato levanto su daga hacia el cuello de Elliot y pasando solo a centímetros del rostro de Susan dejando a los dos paralizados por la velocidad―. Si la lastimas, iré por ti, te cazare y dejare tu inmundo ser al sol para que te conviertas en brocheta asada. Cosa que, por cierto, ahora ambos sabemos.

Alec cerró la puerta dejando a los dos chicos detrás de ella por completo pasmados.

Ambos se miraron mutuamente y Elliot se alejó de la chica dejándola por completo consternada por el fallo en el plan de él. Una vez fuera del edificio, Elliot se notó por primera vez para Susan frustrado y Susan quería darle todo lo que él quisiera, sin importar nada, incluso, sin importar su propia vida.

―Yo te puedo ayudar.

Elliot le miro fingiendo estar calmado.

― ¿Cómo pretendes hacer eso, muñequita?

―Nos dijo su punto débil.

El vampiro era todo excepto paciencia.

― ¿De que estas hablando?

Susan se movió hacia él, sus cuerpos se unieron en una línea firmemente unida y acaricio el cabello del chico. Elliot roso sus labios con los de ella, podía oler su sangre y su garganta comenzó a palpitar invitándole a tomar cuanto quisiera de ella.

― Él nunca se atreverá a lastimarme, debemos usar eso.

― ¿Lo traicionarías por mí?

Susan sonrió y aparto la pañoleta de su garganta.

―Lo quieres, quieres su sangre más que nada, si me das lo que yo más deseo… Te ayudare a tenerlo.

―Lo que más deseas es mi mordida ―afirmo Elliot aferrándola aún más a él.

―No, mi amor, quiero mucho más que una mordida, me he cansado de las mordidas, quiero ser quien realmente soy, sabes lo que quiero.

Elliot sonrió a la idea, la beso y no la soltó más.

Esa noche, el corazón de Susan latió por última vez.



* * *


Alec se quedó gran parte de la noche en el sillón frente al televisor esperando a que el dolor poco a poco se alejara, sus heridas se habían cerrado y ahora podían pasar por unos sencillos rasguños, había dado dos vueltas a la programación cuando miro a su teléfono sobre la mesa frente a él, la idea de llamar a Micah le había atravesado la cabeza un par de ocasiones, pero tras la última conversación, no podía dejar de pensar que lo menos que necesitaba era estar a solas con su amigo.

Se rindió y apago el televisor, se levantó del sillón y se dirigió a su habitación, quizás en su cama lograría dormir por lo menos unas horas antes de que fuera tiempo de ir a la escuela.

Mientras caminaba por el pasillo un frio de incomodidad le recorrió la espalda, siguió caminando descalzo hacia su habitación con su alerta encendida. Sabía que ahí había dejado una de sus pocas dagas y antes de siquiera prender la luz la tomo desde detrás de la puerta, ahora sus dudas estaban confirmadas, la ventana de su alcoba estaba abierta, de ahí provenía el frio. Pensar que un demonio lo había encontrado era difícil, ciertamente no esperaría ni un segundo en intentar comerle el rostro, fue entonces que la escucho, era un llanto, un sollozo oculto en la oscuridad del cuarto. Alec se movió lentamente hasta el costado de su cama para quedar de frente a la figura oscura que se movía en el suelo.

― ¿Hola? ―pregunto el cazador esperando que la voz que le respondiese fuera humana y no… ni siquiera quería pensar en la idea de que no fuera humana―. ¿Quién eres?

Entonces un rostro se revelo ante él, la chica tenia maquillaje corrido por sus mejillas, no había casi ropa y su cabello a diferencia como siempre lo había mirado, estaba en desorden y sucio. Aun con el impacto de la imagen, Alec no podía dejar de ver la sangre brillante que había por todo el cuerpo de la chica.

―Ayúdame ―pidió ella―. Alec, por favor ayúdame.

― ¡Por el Ángel, Maia! ―exclamo el chico soltando su daga e inclinándose hacia su amiga―. ¿Qué te ha pasado? ¿Quién te hizo esto?

La ropa de Maia era mucha más escasa de lo que había pensado, Alec jalo una de las mantas sobre su cama y la envolvió de inmediato en ella sin importarle la sangre.

― ¡No! ¡No es mi sangre! ―le dijo entre lamentos―. ¡Alec!

Claramente Maia estaba en shock y Alec la sujeto fuertemente para intentar calmarla.

―Tranquila, tranquila, estas a salvo aquí, no voy a dejar que nadie te lastime de nuevo, cálmate, por favor.

― ¡No lo entiendes!

―Lo haremos, ambos lo haremos, pero por favor tranquilízate.

Alec la dejo un segundo para encender la luz, tomar una toalla y mojarla para comenzar a limpiar la sangre. Se detuvo un poco al ver sus manos y su garganta. Ella tenía marcas en su cuello; heridas de garras que habían comenzado a sanar, eso último fue lo que más le provoco preocupación.

―Te pondrás bien ―le dijo intentando calmarla―. No… No estás tan herida.

Maia parecía ahora un poco más tranquila. Aun así, no dejaba de llorar.

―No lo entiendes ―repitió entre sollozos―. No es mi sangre.

Alec le miro al rostro.

― ¿De quién es?

La chica solo movió los hombros

―No lo recuerdo, yo… yo no logro acordarme.

Maia miro sus propias manos y la sangre que Alec había quitado con la toalla.

―Creo… Creo que mate a alguien.

Entonces rompió en llanto de nuevo. Alec se sentó a su lado, la envolvió en sus brazos y le susurro palabras de alivio para tranquilizarla, el llanto poco a poco se convirtió en débiles sollozos.

―No importa lo que haya pasado ―le dijo mientras la presionaba con más fuerza y movía la manta para cubrirla mejor―. Te lo juro, todo va a estar bien, vas a estar bien.

Se lo repitió sin soltarla una y otra vez hasta que se quedó dormida en sus brazos.



* * *

Cuando Maia despertó se encontró a si misma envuelta en una maraña de cobijas, como si fuera una niña que fue arropada por un padre muy preocupado porque fuera a pasar frio por la noche. Le dolía la cabeza y a pesar de que conocía la habitación, se esfuerzo para que su memoria conectara los hechos que explicaran él porque estaba ahí. Cuando miro a Alec entrando a la habitación se sintió un poco menos confusa.

― ¿Cómo te sientes? ―pregunto su amigo.

―Mejor, creo.

Alec se sentó a su lado sin decir nada.

Maia le miró fijamente.

―Alec, yo…

―No tienes que decir nada, no ahora, necesitas aclarar la mente primero y no hay ninguna prisa por saber lo que ocurrió, ¿Tienes hambre?

De hecho, estaba hambrienta, como nunca lo había estado en su vida y le respondió con un ligero movimiento de cabeza.

―Bien. ―dijo Alec―. Porque encargue comida china y pizza.

― ¿Ambas? 

―Yep, y no te preocupes por nada, siempre podemos pedir más. Ven, ya está el café.

― ¿Por qué pediríamos más? ―pregunto Maia cuando Alec se había ido a la cocina.

Cuando le alcanzo ahí, ella había tomado de su ropero unos pantalones deportivos y un buzo con agujeros en las mangas.

―Debes hacer algo con tu ropa ―aconsejo al jalar y hacer un poco más grande uno de ellos―. Se cae a pedazos de manera literal.

Alec estaba mirando las noticias.

―Me gusta ese suéter.

La chica comenzó a comer y se dio cuenta del porque Alec le había dicho sobre la posibilidad de pedir más comida, simplemente no podía dejar de comer.

―Siento como si no hubiera comido en una semana. ―comento con asombro.

Alec se acercó con un botiquín para revisar la herida en su cuello, pero las heridas no eran más que cicatrices profundas ahora.

―Te curaste por completo, ya no tienes por qué preocuparte.

Maia se levantó rápidamente, corrió hacia el corredor y se miró a sí misma en el espejo que ahí estaba, como había dicho su amigo, las marcas eran ahora de un color apagado, muy visibles, pero como heridas hechas hace mucho tiempo.

― ¿Cómo es posible?

―Maia ―dijo Alec con pena―. Sera mejor que te quedes aquí un tiempo, hasta que descubramos que fue lo que paso ¿Te parece?

Se sentó de nuevo a la mesa y siguió comiendo. Lo menos que quería ahora era reprocharle algo a su amigo, pero la forma de actuar de Alec era bastante peculiar.

―Te comportas como si tú ya lo supieras ―le dijo con su boca llena de carne.

―Me lo imagino.

―Ah si ―la chica estaba ahora a la defensiva―. ¿Y porque no me lo dices?

―Por qué no estoy seguro. Por eso debes quedarte aquí hasta que…

― ¿Hasta qué… qué?

―Hasta que estemos seguros de que no corres peligro de lastimarte.

Maia conocía demasiado bien a Alec y de sus formas tan predecibles de intentar esconder sus verdaderos pensamientos.

―No me lo digas ―respondió y se levantó con toda la intensión de irse.

― ¡O que lastimes a alguien más!

Fue a esa última oración a lo que reacciono. No dijo nada, solo se quedó mirándole con temor.

―Ayer lo dijiste, no… no creo que hayas matado a nadie, pero… pero no queremos que eso pase.

―Tu sabes lo que me paso ―le acuso Maia.

Alec se puso de pie, levanto su mano para tocar las marcas en el cuello de su amiga.

―Te lo dije, solo lo imagino.

―Dime ¿Qué me paso? ¿Qué tengo? ¿Por qué ahora todo es tan diferente?

Y lo era, se sentía más fuerte, más lista y hábil, con la capacidad de detener un auto con una mano.

―Maia…

En ese momento la puerta del apartamento se abrió, Hodge entro y se quedó mirando a los dos chicos por un extraño y largo segundo.

―Amm ¿Hola?

Alec supuso que la escena hablaba por si sola; estaba tocando a la chica cariñosamente, ella usaba su ropa, era temprano en la mañana y el desayuno estaba en la mesa; sabía que su padre deduciría que esto no podía mas que ser una situación asociada con el ataque de un licántropo.

―Supongo que interrumpo ―dijo dejando la pesada maleta en el piso del apartamento.

Entonces Alec supuso que quizás no era tan simple de deducir y si sencillo de malinterpretar. Ambos chicos dieron un paso lejos del otro.

―Llegaste temprano ―anuncio Alec sin ayudar a la situación.

Hodge rio.

―Lo lamento, mi relevo llego antes ―se acercó a la chica y extendió su mano―. Maia ¿cierto?

Ella lo saludo.

―Sí, disculpen.

Desapareció en el pasillo y se escuchó la puerta de la habitación de Alec al cerrarse.

―Es muy bonita, dios, dime que es la única chica que hay en la casa― le pregunto al recordar la broma que su hijo había hecho la tarde anterior.

―No es lo que piensas.

―Claro hijo, solo dime algo ¿Fuiste precavido? Sé que no hemos tenido la charla, pero siempre has sido muy sensato y…

―No es lo que piensas.

―No te molestes, estas cosas pasan, te entiendo, eres joven y…

― ¡No es lo que piensas!

Incluso Maia en la habitación pudo oír eso, Hodge cruzo los brazos en su pecho.

―No tienes que fingir conmigo, hijo. En verdad, no estoy enojado, por el contrario, me tranquiliza saber que tienes interés en ella, es decir, quiero que seas un chico normal, que salgas con chicas, ¿con tu chica?

No sabes nada. Pensó Alec.

―Maia y yo somos amigos, tuvo un problema anoche y le dije que se quedara aquí, es todo.

―Oh.

La desilusión en Hodge fue demasiada obvia.

―Pero si salgo con chicas, por eso no debes preocuparte.

― ¿Y eres precavido? Porque…

― ¡Si, papá!

Hodge levanto las manos en rendición.

―Solo me preocupo por ti, no te enfades.

Maia salió de la habitación, se las había ingeniado para que la ropa que llevaba puesta no se mirara tan terrible.

―Lamento haber causado problemas, será mejor que regrese a casa.

―Le comentaba a mi padre que habías tenido problemas en casa, él está de acuerdo en que te quedes ¿No es cierto?

Hodge lo pensó un segundo.

―Siempre y cuando avises a tus padres… puedes quedarte.

Maia y Alec compartieron una mirada.

―Claro, muchas gracias.

―No tienes por qué darlas, los amigos de Alec son siempre bienvenidos ―el hombre miro a la mesa― Supongo que ya no tienen hambre.

―Estaremos en mi habitación ―anuncio Alec jalando a Maia de la muñeca y evitar entrar en detalles, ambos desaparecieron detrás de la puerta.

―Supongo que yo limpiare ―murmuro Hodge para sí mismo.


* * *


―Tu padre es genial, nada que ver al sobreprotector que me imaginaba.

―Aún no define su postura, te sorprendería.

Alec había comenzado a moverse por toda la habitación, tomando sus zapatos y chaqueta.

― ¿Vas a salir?

―Vamos, necesitamos reconstruir tus pasos y descubrir que fue lo que te ataco.

―Oh ―Maia encogió los pies en la manta y tomo el teléfono de Alec.

―Sé que no quieres hacerlo, pero no podemos dejar pasar más tiempo, además no quiero estar afuera de noche.

No contigo y no es por el hecho de que puedas comerme. Pensó.

―Creí que no te importaba el toque de queda.

No es por el toque de queda.

―No quiero darle problemas a mi padre, es todo.

Maia sonrió cuando miro la bandeja de mensajes de Alec.

―Micah está preocupado por ti. ―le anuncio con una sonrisa.

El color se subió a las mejillas del chico.

―Por los dos, tampoco fuiste a la escuela ¿recuerdas? ―le arrebato su teléfono de las manos. Sonrió un poco al ver todos esos mensajes de Micah ―Lo llamare para explicarle.

―Aja ―dijo Maia con intención.

Antes de que Alec marcara a su amigo el timbre sonó y un grito de Hodge desde la ducha le advirtió que debía abrir la puerta.

Alec camino hacia la entrada y al abrir la puerta se topó con Micah en un estado por completo alterado.

― ¿Por qué demonios no contestas el teléfono? ―dijo el chico entrando al apartamento, tenía el uniforme escolar, y por la hora, quedaba claro que había ido ahí en medio de las clases.

―Estaba por llamarte, ¿Qué pasa?

Micah se giró a verle estaba alterado y pálido.

―Los padres de Maia fueron a la escuela hoy ¿Ni siquiera haz mirado las noticias?

―No, ¿Por qué? ¿Qué paso?

Micah se acercó a Alec con un rostro que conocía bien, era el mismo que usaba cada vez que necesitaba informarle que algo muy malo le había pasado a alguien conocido, a lo largo de su vida esas desgarradoras noticias se hacían cada vez más frecuentes. Se preguntó cuál de sus compañeros había sido lastimado esta vez.

Micah coloco las manos sobre los hombros de Alec.

―La vamos a encontrar, ¿de acuerdo?

― ¿A quién? ―pregunto Alec.

―Sí ―dijo Maia saliendo de la habitación al escuchar la voz de su amigo― ¿A quién?

El rostro de Micah dejó muy claro que no esperaba ver a Maia ahí, tampoco que esperaba verla pronto, no realmente. El chico soltó a Alec y fue por ella para tomarla y jalarla a su pecho. Él la estaba abrazando.

― ¿Micah? ―preguntaron al unísono Alec y Maia mientras su amigo no dejaba de murmurar cosas como: No puede ser que estés aquí, Como es que estas aquí, Te creían herida.

― ¿De qué hablas? ―quisieron saber ambos.

Micha estaba demasiado aturdido como para explicar con coherencia, opto por una opción más ilustrativa, camino hacia la sala de estar y acciono el televisor.

En ella había un reporte especial, había una escena que parecía ser de un crimen, un callejón en el vecindario cerca a la casa de Maia, sangre en el piso y la leyenda con letras blancas en la parte inferior de la pantalla. Posible ataque nocturno, joven desaparecida.

―Eso es cerca de mi casa ―dijo Maia sin quitar la mirada del televisor.

―Maia, están hablando de ti.

― ¡¿Que?!

Alec escucho que su padre estaba por salir de su habitación, apago el televisor.

―A mi habitación… ahora. ―ordeno y sus amigos junto a él entraron ahí para hablar con tranquilidad.

Una vez cerrada la puerta y que Alec hubiera encendido su sistema de sonido para que su conversación no fuera escuchada con facilidad Micah comenzó a narrar su versión.

―Tus padres fueron a la primera clase y nos preguntaron si te habías puesto en contacto con alguno de nosotros y… ―Micah miro a la cama deshecha ― ¿Durmieron juntos?

―No ―dijo Alec.

―Si ―contesto Maia, la que después miro a Alec.

―Bueno, sí, ―corrigió―. Pero no… tu entiendes.

― ¿Pasaron la noche juntos mientras tus padres te buscaban? ―pregunto Micah con un aire de indignación.

―Ella no sabía que la estaban buscando ―le defendió Alec.

―Pero pasaron la noche juntos ―repitió Micah, esta vez, en forma de reclamo.

Alec no podía comprender la actitud de su amigo.

― ¿Y qué? Ese no es el punto.

Lo confronto como nunca lo había hecho.

― ¿No lo es?

―Estas malinterpretando las cosas ―dijo Maia débilmente cuando se dio cuenta de que las cosas se estaban saliendo de control y que Micah estaba reclamando por algo completamente diferente.

―Bien, entonces explíquenme. ―exigió Micah.

El siguiente en hablar fue Alec, lo que pronuncio dejo helados a Maia y sobre todo a Micah.

―Vete ―pidió seriamente.

― ¿Que?

―Me escuchaste, quiero que te vayas, nos viniste a decir lo que tenías que decir, ahora vete.

―Alec… ―murmuro Maia con pena.

Micah sonrió, arrojo a Maia una bolsa con ropa que sus padres le habían facilitado por ser él, uno de sus amigos más cercanos y miro a ambos de nuevo.

―Que la sigan pasando bien, entonces.

Micah azoto con fuerza la puerta de la habitación y después la del departamento.

Alec tallo su cabello con fuerza mientras Maia seguía sin poder despertar de su asombro.

―Debimos aclararle las cosas. ―sugirió Maia después de unos segundos.

―No tenemos que hacer nada, si quiere pensar eso es su problema, no nuestro.

―Es nuestro amigo.

―Parece que se le olvido cuando nos acusaba.

―Alec ―le reprendió con seriedad. 

―No tenemos tiempo para esto, Maia, lo que te pasa es mucho más serio e importante que sus tontos...

― ¿Celos?

―Equivocaciones… Alístate, tenemos que irnos.

Maia Observo con pena como Alec salía de la habitación, comenzó a idear en su mente una forma en la que sus dos mejores amigos se reconciliaran mientras buscaba entre la maleta que Micah le había lanzado, adentro estaba un cambio de ropa, de hecho, estaba su uniforme. Ella rio.

―Su hija está desaparecida, pero que importa, debe ir al cole.

―No los puedes culpar ―dijo Alec regresando a la habitación, la chica miro como guardaba una especie de cuchillo en su tobillo―. Maia, te conocen.

La chica ignoro eso y como si fuera solo un día mas, como lo hubieran hecho si estuvieran en la cafetería de su escuela conversando, mostro la lengua a su amigo, y no era que pudiera negar eso, no había nada más importante para ella que la escuela y su futuro. Futuro que era de una manera extraña y oscura, muy incierto ahora.

―Si ―afirmo la chica con pesar―. Me conocen.



* * *


Magnus Bane y Teresa Grey caminaban por los pasillos del instituto en el Laberinto Espiral, los blancos y helados jardines se miraban a través de las grandes ventanas, la nieve no había dejado de caer desde hace una hora.

―Lo que me cuentas ―dijo Tessa preocupada―. Es mucho peor de lo que nos habíamos imaginado.

―Quizás de lo que tú habías imaginado, querida. Pero mi imaginación en cambio, no tiene límite alguno cuando se trata de ilustrar las fechorías de Valentine “Psicópata” Morgenstern.

La mujer suspiro.

― ¿Seguirás buscándole?

―Eso depende ―respondió Magnus con seguridad―. Le deje un mensaje, si lo recibe y entiende mi sutil indirecta… puedo dejarlo en paz, no es nuestro problema siempre y cuando no se nos acerque.

Tessa le miro intrigada.

― ¿Qué mensaje? ¿Qué hiciste, jovencito?

Magnus rio, una sonrisa sincera que solo muy pocos conocían y que le hacía ver casi como un niño.

― ¿Jovencito? ¿Se te olvida que soy mayor que tú?

―Solo por cincuenta años, además, me veo mayor que tú, y no hablemos de la madures, porque te llevo una inmensa ventaja.

―Cincuenta y dos ―corrigió Magnus―. Aunque no alegare el hecho de que te ves mayor que yo.

―Cincuenta y uno ―corrigió y afirmo una vez más Tessa―, pero supongo que lo dices de esa forma porque no quieres que olvidemos tu cumpleaños, lo tendré en cuenta.

Magnus se miró satisfecho al haber desviado la conversación tan sencillamente, una importante habilidad que valoraba mucho, siguió triunfante con otro tema.

― ¿Tu hijo sigue molesto? ―pregunto Magnus.

―Tiene catorce años, lo dejaste fuera de esta misión… ¿Tu qué crees?

Ambos habían caminado hacia una de las habitaciones de huéspedes, Tessa se acercó y tranquilamente toco la puerta, la voz dentro les autorizo pasar.

Parado nerviosamente a lado de la enorme cama estaba el chico licántropo que había acompañado a Magnus en la última misión.

Tessa sonrió con su más cálida sonrisa, se acercó al tímido chico y extendió su mano para saludarle.

―Que gusto finalmente conocerte ―le aseguro―. Magnus me ha hablado sobre la inmensa ayuda que le haz ofrecido.

―Bueno ―dijo Magnus recargándose en la pared con un aire de indiferencia―. No fue tan inmensa en realidad.

El joven lo miro sorprendido y Tessa movió la mano como espantando una mosca.

―Ignóralo por favor, espero que te sientas en casa ya que de ahora en más esta la será.

―Gracias ―respondió el chico con voz débil.

―Magnus es un grosero ―afirmo Tessa sonriendo―. No me dijo tu nombre.

―Eso es porque no se lo pregunte ―se defendió el brujo con dignidad.

Al chico, pese a la actitud engreída de Magnus, le gustaba la forma en la que ambos se comportaban, él había tenido una hermana mayor, le recordaba exactamente a esa pura y cálida sensación.

―Me llamo Bartholomew Velásquez.

―Ahora sabemos por qué no revelaba su nombre ―dijo Magnus con burla y una intensa desaprobación.

―Me gusta mi nombre ―se defendió el chico―. No confió en ti, por eso no te lo dije.

A eso Tessa sonrió complacida.

―Es un gusto conocerte Bartholomew.

Magnus arrugo la nariz al escuchar de nuevo el peculiar nombre.

―Por el amor de dios, dinos que tienes un alias.

Tessa considero la idea de mandarlo a la cama, después de todo era la cabeza del instituto y eso debía valer incluso para el arrogante Magnus Bane.

―Magnus ―le reprendió solo a cambio.

―De hecho… ―dijo Bartholomew―. Mis amigos me dicen Bat.

― ¡Ahí lo tienes! ―celebro Magnus―. Bat será.

Tessa rio, giro hacia Magnus y con toda la seriedad que en realidad no tenía le respondió:

―Dijo amigos.

Tanto Bat como Tessa disfrutaron de la pequeña venganza.

―Me aburren ―anuncio el brujo dispuesto a retirarse―. Iré a ver a tu hijo, quizás me perdone si le regalo algo filoso, ridículamente peligroso y con algo de sangre en la punta.

―Sabes cómo tratarlo ―afirmo Tessa mientras le miraba marcharse.

― ¿Magnus es tu hermano? ―pregunto Bat una vez que se había ido.

Tessa suspiro.

―Intento serlo, Magnus es… complicado. Pero tiene buen corazón, puedes confiar en él.

―Eso será difícil ―confeso el chico.

Tessa no perdió su buen ánimo.

―Te lo aseguro, puedes poner tu vida en sus manos y él no te fallara.

Bat recordó el almacén abandonado, el Cazador de Sombras torturado por el brujo y después su cuerpo sin vida siendo dejado sin ninguna contemplación de parte de él en el sucio piso como si no fuera nada ni nadie.

¿Diría lo mismo si hubiera visto lo que yo? Pensó el chico seriamente.

― ¿Todo bien? ―pregunto Tessa al ver la expresión de Bat.

―Claro, Tessa, muchas gracias por todo.

―Gracias a ti, ahora descansa.

―Gracias ―respondió el chico cuando la bruja comenzó a alejarse.

Bat se sentó en la que ahora era su cama, paso sus manos por el cabello en varias ocasiones y al suspirar con fuerza noto la gran ventana que estaba al frente y por detrás de los sillones de lectura. Camino hacia ella y rápidamente noto la enorme barrera que había en la lejanía, puso su mano en el cristal para limpiar el empaño que el frio exterior había provocado, alzo la mirada, pero no alcanzo ver el límite de lo que parecía ser una capsula de magia. Recordó la forma en la que había llegado ahí, como habían llegado a una isla con hielo en lugar de tierra, de cómo el brujo había abierto, no un portal, lo recordaba más como una puerta, en como la diferencia se había notado al instante; seguía haciendo frio, pero no como el que metros atrás te torturaba los huesos, recordó como el hielo había sido sustituido por tierra, en unas partes blanca por la nieve, pero en otras partes se miraba la superficie que naturalmente debía tener la isla.

Hizo preguntas, pero Magnus no las respondió, quizás en el transcurso del tiempo podría averiguar sobre este lugar, sobre la magia que lo protegía. Entonces mirando con mayor atención, esa magia se volvió familiar, era muy parecida a la que había dado muerte a aquel Cazador de Sombras.

Dio un paso atrás con el temor que su reciente descubrimiento le provocaba.

― ¿Qué cosa eres, Magnus Bane? ―se preguntó al entender el poder que poseía el brujo más allá de su alcance y comprensión―. ¿Qué maldita cosa eres?



* * *


―Esto es inútil –Maia y Alec se encontraban en el callejón que había salido esa mañana en televisión, la supuesta escena en donde Maia había desaparecido―. Nada de lo que hay aquí me recuerda lo que paso.

Alec miro el cielo, la noche estaba llegando y por alguna razón tenía un horrible presentimiento.

―Regresemos entonces.

― ¿Estas bien? ―pregunto Maia―. Te ves inquieto.

Claro que estaba inquieto, entre más tiempo pasaba con Maia mas notaba los cambios que ella estaba teniendo.

―Necesitamos hablar, pero no aquí, regresemos a mi casa.

― ¿Es sobre Micah? ―quiso saber la chica.

―No, en lo absoluto, no te preocupes por él. ¿Por qué te preocupas por él?

―Dices eso, pero… se nota que lo que dijo te afecto mucho.

―Claro que no, no…

―Soy muy intuitiva con estas cosas, Alec, quizás ni tú te haz dado cuenta, pero…

El chico tallo su rostro con impaciencia.

―Deberías de preocuparte mejor por tus padres, llámalos antes de que sea más tarde.

―Con una condición.

― ¿Eh?

―Llama a Micah, solo llámalo, por favor, por mí y… seguro te sentirás mejor.

―No necesito llamar a Micha, en lo absoluto me preocupa eso ahora.

―Entonces llámalo y ya. ¿Qué puedes perder?

Alec hizo un ruido exagerado de exasperación al sacar su teléfono. Maia sonrió al tomar el suyo y llamar a sus padres. Ambos chicos usaron diferentes extremos del callejón para hacer sus llamadas. Una muy diferente de la otra.

― ¿Hola?

―Alec, espera un segundo, no me cuelgues por favor ―la voz de Micah sonaba con urgencia, Alec escucho movimiento y una puerta siendo cerrada, al parecer Micah estaba ocupado de alguna manera―. Perdón, estaba…

―Ocupado ―dijo Alec―. Está bien, mejor llamo después.

― ¡No, no Alec por favor, no me cuelgues!

Nunca había escuchado a su amigo pidiendo algo de esa manera, no estaba seguro de que las palabras por favor estuvieran en su vocabulario, y tampoco había sentido antes que su estómago se revolviera al escucharlo hablar.

―No quiero molestarte ―dijo con pena y sinceridad.

―No… no lo haces, escucha. Yo… Quiero disculparme por lo que paso esta mañana, en verdad lo siento mucho, no sé lo que me paso, por favor… Perdóname.

Nunca había escuchado un perdón sincero de la boca de su amigo, siempre era demasiado sarcástico y poco serio, aun en las peores situaciones, le tomó por sorpresa, demasiada y no sabía cómo reaccionar.

― ¿Sigues ahí? ―quiso saber Micah.

― ¡Si! Es solo que… no esperaba que…

― ¿Me disculpara? Si te soy sincero yo tampoco, pero tu llamada me tomo por sorpresa y con la guardia baja, eres un tramposo.

Ambos rieron.

Ahora Alec estaba demasiado nervioso como para pensar si quiera en lo que quería decir a continuación, por suerte, Micah nunca tenía ese problema.

― ¿Alec?

― ¿Si?

― ¿Estamos bien?

Trago con fuerza.

―Muy bien.

Podía mirar en su mente la encantadora y perfecta sonrisa de su amigo.

―Me alegra ―dijo Micah amablemente―. ¿Por qué llamaste? ―pregunto enseguida con más confianza.

―Am…

―Eso suena tan convincente.

―Solo quería saber que estuvieras bien ―mintió Alec.

―Gracias, cuídense ustedes dos ¿de acuerdo?

―Claro, ya volvemos a casa. Te llamo.

Alec termino la llamada al mismo tiempo en la que Maia se acercaba, no podía dejar de ver su teléfono y preguntarse en lo que había pasado exactamente con Micah. Maia se lo había dicho, pero era algo que en realidad no creía posible, pero ahí estaba sintiéndose mil veces mejor, con un sentimiento de satisfacción invadiéndole el pecho y lo más extraño; con una desesperada añoranza porque Micha estuviera ahí con ellos, con él.

―Te lo dije ―Maia estaba sonriendo cuando metió su teléfono en el bolsillo de su pantalón―. Te importa más de lo que crees, y por eso ustedes dos son patéticos.

Rodo los ojos al cielo.

― ¿Qué te dijeron tus padres?

― ¿Qué no me dijeron? Estaré castigada el resto de mi vida, pero logré calmarlos, les dije que habías tenido una crisis y que te estaba ayudando, no hicieron más preguntas.

― ¿Ahora yo soy el de las crisis?

― ¿Tienes una mejor idea? te escucho.

― ¿Y de lo que paso aquí que te dijeron?

―Que habían encontrado mi bolso, por eso pensaron que fui atacada.

Eso le dio a Alec una idea de que hacer a continuación.

―Busquemos un poco más por aquí ―dijo mientras camino un poco mas en el interior del callejón, Maia se quedó cerca de él.

Hubiera deseado mucho tener una estela y poder activar la runa que agudiza la vista, se castigó mentalmente; no más estelas. Le tomo un poco más de tiempo, pero finalmente encontró algo que por alguna razón la policía había pasado por alto. Alec levanto del suelo un brazalete de tela.

― ¿Qué encontraste? ―pregunto Maia.

El brazalete era de muchos colores, estaba roto del amarre y se encontraba cubierto de sangre.

―Esto no es tuyo ¿cierto? ―quiso saber Alec.

―No, nunca lo había mirado. ―respondió la chica.

―Entonces si no es tuyo solo puede ser de alguien más.

―De quien me ataco.

―Así es, lo encontramos.

―Encontramos un brazalete, eso no significa que…

―Ya lo entenderás, ahora volvamos a casa.

Decidieron tomar un taxi de regreso ya que ambos tenían el uniforme escolar y la policía tenían órdenes de regresar a cualquier chico que lo tuviera a las puertas del colegio, nunca había pasado, quizás era solo una mentira que decían los maestros para que los alumnos no se perdieran de las clases, pero no se sentían en condiciones de arriesgarse.

― ¿Te sorprendería si te digo que muero de hambre? ―dijo Maia mientras pasaban por el restaurante de sushi.

Alec sonrió.

―Podemos ordenar comida en cuanto lleguemos.

Y así fue, ambos comieron en la mesa de la sala frente al televisor, Hodge al parecer seguía durmiendo para recuperarse de la guardia de esa noche. Todo parecía decir que sería una noche tranquila, una típica noche de adolescente, Alec no podría salir a patrullar, pero vigilar a su amiga ahora era igual de importante, una noche tranquila como un adolescente no podía ser tan terrible después de todo, estaba por ofrecer a su amiga iniciar una partida de algún videojuego. Hodge se la pasaba trayéndole lo más novedoso en consolas o títulos, Alec apenas había tenido oportunidad de conectar su nuevo Nintendo Switch.

―No me siento bien ―dijo Maia antes de que Alec terminara de sacar la consola de su caja.

― ¿Comiste mucho? ―pregunto Alec sin mirarle.

―No lo sé ―entonces Maia se inclinó en una convulsión fuerte hacia enfrente, Alec podía jurar que escucho un gruñido.

― ¿Maia? ―se acercó lentamente a ella―. ¿Qué te pasa?

La chica levanto su rostro y Alec pudo ver de frente a sus ojos, pero estos eran muy diferentes a los de su amiga, ahora sus ojos eran de un negro total.

― Por el ángel ―murmuro Alec soltando el mando remoto del juego―. ¿Maia?

Pero Maia no respondió, sus hombros se convulsionaron y otro gruñido surgió. Alec no tenía una idea de que hacer, no podía atacarla, solo podía pensar en la idea de detenerla de alguna manera para que no lastimara a alguien, y es así como el peor temor del chico se confirmó, Maia no era más una humana, ahora era un subterráneo.

Maia se tiro al suelo, se colocó en cuatro extremidades y gruño ahora diez veces más fuerte. Alec se movió con cuidado para intentar tomar del equipo de su padre algo para poder atarla, ese era un pésimo plan, pero por lo menos era uno. Pero el lobo que ahora era Maia no se fio de él, se abalanzo contra Alec antes de que si quiera llegara a la puerta.

Alec logro sujetar a la bestia para que no alcanzara su rostro con sus afilados colmillos, le llamo por su nombre, pero era inútil, el lobo solo quería atacar, seguro también comer. Resintió los malos tratos de su último enfrentamiento con un demonio y sus brazos titubearon al mantener la distancia entre sus mortales dientes y su rostro.

― ¡Maia! ―pidió con más fuerza, pero no hubo respuesta de parte ella, ningún indicio de que le reconocía. Se alejó solo hasta que un resplandor atravesó la sala y Maia chillo por el dolor.

Hodge estaba parado ahora frente a Alec, protegiéndolo del lobo. Se miraba tan extraño, con sus pantalones de pijama holgados, una camiseta deportiva y ese par de instrumentos en sus manos, como dos círculos de metal que parecía saber manejar con mucha habilidad.

― Aléjate de mi hijo, abominación ―le dijo golpeando entre si las armas haciendo que Maia retrocediera un poco más.

― ¿Qué estas esperando? ―ínsito Hodge a Maia― Ven acá, bestia.

Maia cayó en su provocación y se abalanzo contra el hombre, Hodge no se apartó, sabía que si lo hacía dejaría expuesto a Alec que aún estaba en el suelo, la enfrento y con sus armas logro herir el hombro del lobo, Maia aulló de dolor y Alec despertó de su aturdimiento.

― ¡No! ―le grito a su padre―. ¡No la lastimes, es Maia!

Pero Hodge estaba mucho más preocupado por la seguridad de su hijo, hizo caso nulo a los gritos de Alec y arremetió de nuevo contra ella. Maia cayo ahora cerca de la cocina, el lobo se miró intimidado ante el poder del Cazador y busco una ruta de escapa encontrándola en una de las ventanas laterales, escapo rompiendo el cristal, cayó sobre el metal de las escaleras de emergencia, Alec la observo moviéndose torpemente como un siervo en el hielo y después desaparecer con dirección al techo del edificio.

Alec se levantó y corrió hacia la ventana destruida. Antes de que lograra salir Hodge lo detuvo.

―Déjamelo a mí, te hará daño. ―le pidió el hombre.

Alec se quitó de encima el agarre de su padre con violencia.

― ¡Es Maia! No quiero herirla, no debes herirla.

― Esa cosa no es más tu amiga, ella intento matarte.

―Debemos detenerla, ayudarla a regresar.

― No hay vuelta atrás, Alec, no volverá a ser Maia.

Alec se dio cuenta de que seguir hablando con él era inútil como siempre. Se movió rápido demostrando a Hodge una vez más el tipo de Cazador de Sombras que lograría ser si tuviera entrenamiento, tomo su daga y volvió a la ventana con demasiada velocidad. Le miro por un segundo aun con el asombro en el rostro.

― Ella es Maia, es mi amiga.

Entonces Alec salió detrás del lobo.



* * *


―Por dios ―dijo Kairi a Micah cuando este había terminado la llamada―. Esa mirada y esa sonrisa solo puede significar una cosa… nada bueno.

Micah guardo su teléfono, ambos se encontraban en la estación de policía de Manhattan, habían sido convocados para una reunión informativa y Micah había salido para atender la llamada de Alec.

― ¿Termino la reunión? ―pregunto el chico ignorando en parte a la chica.

Su compañera era como él, una recluta recién integrada a la fuerza, muy joven para estar ahí, pero con la fuerza y madures para estarlo. Kairi Himura había vivido en Nueva York desde muy pequeña, cuando los ataques demoniacos se intensificaron en la ciudad, ella y su familia habían encontrado refugio en manos de un grupo de subterráneos que les ayudaron a sobrevivir, Cuando Kairi se dio cuenta de que solo estar a salvo no le era suficiente para seguir con su vida, decidió que debía no solo mantenerse al margen, si no que debía luchar, los subterráneos no le dieron esa oportunidad, ella era solo una mundana después de todo, así que hizo lo único que podía; luchar del lado de los mundanos, claro que ella mantenía sus enlaces sobrenaturales en secreto, hasta ahora no había sido necesario usarlos en su beneficio bajo ninguna circunstancia, esperaba que todo se mantuviera así o de lo contrario significaría que las cosas se salieron aún más de control.

Vivir en secreto era parte de su vida, todos ahí lo hacían, así que se volvió cada vez más fácil. Micah tenía la visión como ella, pero a diferencia de ella, Micah no tenía un conocimiento consciente de eso, no sabía los nombres apropiados ni todas las leyendas que les rodeaban, llamaban criaturas a los demonios lo que era algo completamente ambiguo. Para ella vivir en la ignorancia era terrible, pero Kairi no sería la que lo sacara a Edrian de ella, le intrigaba Micah, pero nunca había confiado en nadie, no lo haría ahora.

―Termino ―le respondió ella―. Pero obviamente tu llamada era mucho más importante.

―Era un compañero de la escuela, paso algo esta mañana con una de nuestras amigas. ―explico el chico, sin estar seguro de porque lo hacía.

― ¿La chica que pensaron desaparecida?

―Así es, pero ya avisé que todo fue un malentendido.

Kairi era tenaz, siempre lo fue, ella rio ya que no tenía pensado hacerlo fácil para Micah.

― ¿Y el compañero que te llamo es de quien habla Oscar? Dice que te tiene muy… interesado.

―No es lo que él piensa y deja de lado ese tono, no es necesario.

De nuevo rio.

―Solo creo que debes de tener cuidado, te ves como un estudiante con ese uniforme, pero no lo eres, toda la vida que llevas a lado de esos que llamas amigos es una mentira, debes de pensar si se los dirás o dejaras que esto vaya más lejos, como sea, debes actuar ya.

Micah rio.

―Esto es un trabajo, ¿Por qué hacer drama?

―Porque evidentemente estas muy involucrado, sobre todo con ese niño, quizás debas pedir que te transfieran, antes de que sea más difícil para ti.

―Estoy bien, tengo todo bajo control.

―El que tengas que decir eso no es muy buena señal. ―afirmo Kairi con una delicada risa maliciosa.

― ¿Qué no es muy buena señal? ―pregunto Oscar acercándose a ambos chicos.

―Nada ―respondió rápidamente Micah―, Todo está bien ―esa última oración la dijo firmemente dirigiéndose a Kairi.

La chica se encogió de hombros.

―Solo intento ayudar ―ella se alejó de ambos sin decir otra cosa.

― ¿Todo bien amigo? ―pregunto Oscar preocupado.

―Sí, es solo que… siempre logra poner las cosas al revés.

―Es su don ―le aseguro Oscar divertido―. Con esa impresionante imagen de chica ama del Kung fu y esos lentes oscuros. Ella es absolutamente genial y fuera de serie.

Micah soplo con fuerza.

―No es tan impresionante.

―Pero usa lentes oscuros aun en interiores, eso es…

―Señal de que oculta algo.

Oscar miro a su amigo y le sonrió.

― ¿Acaso no todos aquí ocultamos algo?

Micah decidió no responder a eso, las palabras de Kairi le habían provocado un vuelco, y aún estaba asimilando eso, de cierta forma sabía que ella tenía razón, pero no se sentía con la fuerza de renunciar a lo que había construido con Maia y Alec, sobre todo, no quería renunciar a Alec.

―Sí, ―le dijo como respuesta―. Todos ocultamos algo.



* * *


Definitivamente no tenía una idea de lo que hacía, no llevaba consigo más que la vieja daga que había usado desde los ocho años, estaba subiendo por las escaleras de incendio esperando alcanzar a Maia, mejor dicho, al lobo que era ahora Maia, le había dicho a su padre que era su amiga y que no la iba abandonar, se repetía eso una y otra vez mientras subía al techo del edificio, una parte de él esperaba que Maia se hubiera ido, no era que no quisiera ayudarla, era porque no tenía una idea de cómo hacerlo.

Respiro profundo y asomo la vista por encima de la baranda, entonces la miro, el lobo estaba cerca de la enorme antena en forma de torre, ella estaba al parecer tratando las heridas que Hodge le había provocado, el lobo levanto la cabeza y Alec oculto la suya, cuando encontró el valor para mirar de nuevo, se topó con el rostro de Maia frente al suyo. Antes de que pudiera pronunciar su nombre Maia le gruño.

―Vamos, Maia ―murmuro―. Soy yo.

Pero la loba no tenía intenciones de dejar que le atacaran de nuevo y lo hizo primero. Alec se sujetó de la escalera con una mano con la suficiente rapidez como para que las garras no le alcanzaran y su cuerpo quedo colgado, uno, dos y tres zarpazos le intentaron alcanzar, Alec pensó rápido y se dejó caer al piso de abajo para poder alejarse, extrañamente Maia no le siguió, ella se perdió de nuevo quedándose en el techo. Alec se sintió frustrado al darse cuenta de que en realidad no estaba logrando nada, pero también supo que podía ser peor, Maia podría estar en las calles aterrorizando mundanos y corriendo el peligro de que la confundan con un animal salvaje y que le den caza, ciertamente era un animal salvaje, aun así, seguía siendo su amiga.

Alec volvió a la azotea, esta vez y sin pensarlo corrió hacia el lobo, se colocó frente a ella y extendió sus manos hacia los costados con mucha determinación.

― ¡No! ―le grito al ver como ella pretendía salir de ahí saltando entre los edificios―. No voy a dejar que te vayas, es muy peligroso para ti.

Pero ella ya estaba en dirección ferozmente hacia él.

― ¡Maia! ―le llamo una vez más, pero ella no se detuvo―. ¡Por favor!

Alec no podía apartarse, no podía dejar que saliera de ahí y se quedó inmóvil frente al lobo esperando que su cuerpo sirviera de alguna manera como una barrera que lograra detenerla, si tenía que recibir el impacto del poder que Maia tenía para proteger a los mundano y a ella misma, lo haría.

Odiaba esto, odiaba no saber qué hacer, odiaba tener que esperar a recibir el golpe con la triste esperanza de que eso no lo matara, para él, era lo mejor que podía hacer. Cerro los ojos esperando el inminente ataque. Pero este no llego, los abrió cuando escucho un lamento de dolor saliendo de Maia.

Entonces Hodge estaba de nuevo sobre ella, fue espectacular ver la manera en la que esquivaba cada uno de sus ataques, Hodge ahora no tenía armas en sus manos, de su hombro colgaba una cuerda que emitía brillo, como si estuviera hecha con metal. Maia se movió para atacarlo y Hodge la esquivo con mucha facilidad, Alec guardo ese movimiento en su mente para poder repetirlo cuando lo necesitara. 

De alguna manera y una que Alec no logro ver claramente, poco después Maia estaba en el suelo y la soga estaba alrededor de su garganta y sobre sus cuatro patas. Hodge mantenía el agarre sobre ella con mucha seguridad y fuerza, pero Maia no dejaba de llorar.

― ¡Déjala! ―grito Alec―. ¡La estas lastimando!

―Es la única manera, hijo. Debemos hacer que se transforme en humano de nuevo.

―Esa cosa la hiere.

―Es plata ―le explico Hodge con esfuerzo al estar manteniendo inmóvil a Maia―. Los debilita y…

―Por favor ―pidió Alec―. La está lastimando.

―No, no, Alec, ella es más fuerte de lo que crees, esto no la lastimara de gravedad, hijo confía en mí.

Entonces Maia dejo de moverse violentamente bajo el cuerpo del cazador. Poco a poco el pelaje fue remplazado por carne, las garras por manos y sus ojos estaban volviendo a su color normal.

―Tu chaqueta ―pidió Hodge y Alec se la dio sin protestar.

La cubrió con ella, Maia estaba ahora o muy cansada de hacer cualquier movimiento o estaba inconsciente.

― ¿Ella esta...?

―Agotada seguramente ―Hodge aparto la soga y levanto a Maia en brazos con el enorme suéter de Alec cubriendo casi todo su cuerpo―. La llevaremos adentro para que se recupere.

Ales asintió y siguió a su padre hacia el apartamento, podía ver las manos de Maia colgando como tela al igual que su cabeza cuando la llevaban de regreso. Sin preguntar, Hodge la acostó en la cama de Alec, rápidamente Alec la cubrió como si ella estuviera enferma y necesitara cuidados especiales, Hodge desapareció en el pasillo y un minuto después regreso, tomo la mano de Maia y con unas esposas del tipo que Alec solo había mirado en las películas antiguas, la sujeto a la cama.

―Eso no es necesario ―dijo Alec por completo desconcertado.

―Claro que lo es ―respondió Hodge―. Cualquier cosa que te mantenga a salvo es necesaria. ¿Entiendes?

―Ella no va hacerme daño.

― ¡Deja de decir eso! ¡Tú no sabes, no lo sabes! ¡No tienes una idea de lo que un lobo es capaz de hacer, ellos pierden todo autocontrol cuando son neófitos! ―se dio cuenta que le estaba gritando y tomo aire para pedir por paciencia―. No tienes idea del peligro en el que te haz puesto.

Alec sintió la furia surgiendo desde lo más interno de su pecho.

―No, claro que no, no tengo una maldita idea de cómo es un lobo, como detenerlo o que esperar de ellos, pero te aseguro que no es mi culpa.

Hodge bajo la cabeza con cansancio, busco los ojos azules del chico parado frente a su propia cama con una daga que incluso estaba sujetando mal.

―Esa es la idea, se supone que no te entrené porque no quería que te involucraras en estas cosas, se supone que de esa manera podrías mantener un bajo perfil, se supone que…

―No ―le dijo el chico con una seriedad mortal―. Se supone que debía ser un Cazador de Sombras, se supone que mis padres deberían estar vivos, se supone que debemos honrar nuestro deber, se suponen muchas cosas, Hodge.

Fue como si la última palabra le golpeara en el rostro.

― ¿Por qué me llamas así?

―Ese es tu nombre.

―Sabes a lo que me refiero.

Alec le miro, sentía las lágrimas a punto de salir, pero era lo suficientemente orgulloso como para dejarlas dentro.

―No eres mi padre.

Hodge bajo la cabeza con pena, esas palabras le dolían de sobremanera, Alec lo sabía y siempre que podía o sentía que lo merecía las usaba en su contra. Siempre pensó que eran desplantes de adolescente, aun así, no dejaba de doler profundamente. Miro a la chica, ella respiraba serenamente mientras dormía, parecía que el peligro había pasado.

Se levantó sin más y salió de la habitación pasando a lado de Alec.

―No ―le dijo mientras salía―. No lo soy.

Alec se dejó caer sobre la silla de oficina frente a su escritorio, puso la cabeza entre sus manos arrepentido de lo que acababa de decir, se quedó así un momento y después miro a Maia dormir, fue así hasta que la luz del día apareció a través de la ventana.

Estaba muy perdido dentro de sus propios pensamientos, intentando buscar la mejor manera de disculparse con Hodge cuando los movimientos bruscos de Maia le despertaron.

― ¿Que? ¿Qué está pasando? ¡¿Porque estoy atada?!

Alec se levantó y se sentó a su lado, tomo las esposas y las jalo sin mucho sentido, analizando la resistencia de ellas.

―Lo siento ―le dijo con todo el peso de la palabra sobre sus hombros―. No quiere escucharme.

La forma en la que hablo, como en verdad el sonaba consternado le provoco a Maia preocuparse más por su amigo que por el hecho de estar esposada a una cama.

― ¿Qué te paso? ―pregunto intentando tocar la herida en su frente―. ¿Qué…? ¿Qué paso?

―Maia ―le respondió con dificultad, sin saber cómo explicar lo que diría a continuación―. Tu… tú te transformaste.

Al escuchar eso la mente de Maia viajo, fragmentos de recuerdos volvieron a ella como relámpagos que iluminan una habitación oscura por segundos intermitentes, ella caminando en el callejón, un enorme lobo atacándola, la ventana de Alec y al mismo Alec en el piso siendo atacado por ella.

― ¿Me transforme? ¿Qué significa eso?

―Fuiste mordida por un hombre lobo, ahora tu eres uno.

Aun cuando había algo en su mente, una parte en donde esa, por extraordinaria e inverosímil que pareciera, era la única explicación que encajaba con lo que su memoria ahora le dejaba saber.

―Eso no es posible ―dijo sin convicción―. Los hombres lobos no existe, son una leyenda solamente.

Alec se levantó, tomo la daga que estaba sobre su escritorio, justo al lado de su tarea de cálculo, una irónica imagen de las dos vidas que debía llevar.

El chico giro hacia Maia, por alguna razón y aun mirándolo con esa arma, no le provoco ningún temor. Alec llevo la daga cerca de sus labios, murmuro el nombre de un ángel y la daga se ilumino. Un segundo después estaba al lado de la cama, Maia no pudo ver como él había llegado ahí, fue como si simplemente apareciera ahí.

―Ese es el problema ―le dijo cuándo uso la daga para liberarla de las esposas, la espada brillante cortó el metal como si fuera un pedazo de tela―. Todas las leyendas son ciertas.



* * *


Hodge no estaba enojado, de alguna forma sabía que merecía cualquier desprecio de Alec, lo había criado lo mejor que pudo durante estos ocho años, en ese tiempo el aprecio se convirtió en cariño y después en amor, Hodge había encontrado en la inocencia, valentía y amabilidad de ese niño todo cuanto había soñado de una familia, el problema era que no lo era y que nunca lo seria, tallo su cabello con frustración, si quería hacer que Alec cambiara de idea no podía hacerlo si ambos estaban enojados, decidió darle más tiempo para que se tranquilizara, preparo el desayuno, una cantidad grande de huevos revueltos, pancakes y fruta, se sentó a la mesa y tomo el periódico de esa mañana.

En esta ocasión el encabezado denotaba con letras grandes lo ocurrido la noche anterior, al parecer un par de jóvenes que decidieron ir a divertirse a un club provocaron un tumulto que desembocó en cinco muertes. Al ver las fotos de las victimas lo supo de inmediato: Ataque de vampiro.

Había una imagen borrosa y sin color de uno de los supuestos atacantes, una joven no mayor a Alec, entonces la memoria de Hodge exploto, se levantó rápidamente y abrió la puerta de la habitación en donde estaban ambos chicos.

― ¡Alec! ¿Esta no es Susan?

Se quedó en silencio al observar el cuarto con atención, el aire del exterior se metía por la ventana abierta haciendo la habitación mucho más fría, las esposas, ahora destruidas estaban en el suelo, sin embargo, eso no fue lo que más impacto le causo, un frio le recorrió la columna al darse cuenta de que la habitación estaba por completo vacía.

Se acercó a la ventana lentamente aun con el periódico en sus manos.

―Por el ángel ―murmuro―. ¿A dónde te fuiste?



Continuará…

Ilustración: @Neiara29


@MayGraciel♥



¡Gracias por leer y Feliz Navidad para todos!


* * *

Ahora, me gustaría hablarles sobre un genial proyecto al que me invitaron a participar como juez; Los Malec Awards, un concurso de fanfics que esta por arrancar. Por favor entren al perfil del concurso, lean las bases y seleccionen la categoría que les guste ¡Son diez! 

Quiero leerlos, chicos, participen ;D

https://www.wattpad.com/user/MalecAwards




Comentarios

  1. Como esperaba esta actualizacion!!! Gracias por el regalo de Navidad jaja. Ponbre Alec esta rodeado de problemas, aunque hubiera querido ser un chico "normal" hubiera termiando asi. Felices Fiestas!!!

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  2. May!! Cada vez me encanta más y más ésta historia 😍 tantos giros inesperados que me dejan así 😱 y con ganas de más 🙈 gracias por actualizar y Feliz Navidad, espero que la hayas pasado bien y muchas bendiciones para ti y tu familia ❤😘 ME ENCANTO EL CAPITULO!!! 🙌🙌🙌🙌

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  3. Me quedé impactada! Esta historia es genial! Ya no puedo esperar por el siguiente!

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  4. Impresionante, para mi eres la mejor que he leido y gracias a ti empece a leer historias de alec y magnus, pero para mi eres la mejor, sin desmerecer a nadie por supuesto, pero como se dice para gusto los colores y tu eres un perfecto arco iris. No miento si te digo que me he leido varias veces el fanfic sobre malec. GRACIAS POR COMPARTIR FELICES FIESTAS. UN BESO

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  5. Dioss no me canso de leer por favor continua!

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  6. que nervios....... estoy deseando que se encuentren Alec y Magnus..... hay en estos personajes cierto... no se muy bien como llamarlo ¿ "cinismo"?... que es refrescante y que lo será mas cuando sus caminos se crucen....

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