Reencuentro




Sinopsis: Reencuentro cuenta la historia de Alec Lightwood y sus descendientes buscando mantenerlo junto a Magnus, en contra de la naturaleza humana y teniendo como principal enemigo, como siempre, el tiempo.


* * * * *


Siempre pensé… Toda mi vida tuve la convicción de que la vida de los mundanos era insípida y sin sentido. El hecho de haber tenido un deber y que este haya sido más grande que mi propia existencia, me dejó, intente convencerme a mí mismo de que mi vida era superior a la de ellos, los protegía, mas no los valoraba, ahora... Ahora les envidio. Tener una vida finita, con el brillo de lo cotidiano, con plena conciencia de tus capacidades y limitaciones, parece ser la vida perfecta, enamorarse, tener familia y morir es a lo que ellos aspiran. Morir para ellos es simple e inevitable, llegan a un momento en sus vidas en la que la paz les alcanza antes de que su ultimo aliento lo haga, se van y quedan quienes les conocieron, se van junto a ellos a su tiempo y esperan verlos en ese lugar a donde todos queremos ir y en donde confiamos encontrarnos con los que se fueron antes que nosotros. Morir es simple en la vida de un mundano, para mí que soy un Cazador de Sombras es imposible, para mí que me enamore de alguien que no puede seguirme, para mí que no estoy dispuesto a dejarlo porque mi muerte lo destruirá. Morir para mi es imposible, no puedo hacerlo y no lo haré, me aferraré a mi débil cuerpo mientras que mi corazón siga latiendo, me quedaré junto a mis seres amados hasta que me sea posible, no los devastaré con mi muerte, mientras ellos sigan aferrados a mí, yo me empeñaré en vivir, sin importar lo difícil que esto sea.

– Alec. – Me llamó Magnus, mí amado Magnus, como lo hace cada mañana. – Ten cariño, es tea. – El amor en su voz es como un manto que me envuelve y me da la fuerza necesaria para abrir los ojos y sonreírle.

– Buenos días. – Le digo débilmente, mi voz es rasposa y baja, sin la fuerza que tenía hace años. Siempre intento estar bien para él, cada día es más y más difícil. Me ayuda firme pero cuidadosamente a incorporarme sobre las almohadas de nuestra cama, lo veo por un momento, no se ha quitado la pijama, hace días que no lo hace, solo cambia una por otra, no se viste como solía hacerlo, quizás piense que no tiene sentido cuando lo único que hacemos es permanecer en nuestra habitación, me pone triste verle sin su brillo habitual, intento que no lo note mientras pasa su mano por mi cabello blanco y doy el primer sorbo al te que me prepara cada mañana, una infusión con ingredientes que me ayudan a calmar el dolor de mis débiles músculos.

– ¿Estas bien? – Pregunta preocupado al ver la tristeza que inútilmente intenté ocultar. Le entrego la taza para que la coloque sobre el mueble a nuestro lado.

– Estaría mejor si salieras a dar una vuelta. - Claramente mis palabras le molestan, no importa lo mucho que intente alejarlo, por lo menos unas horas para que su mente se despeje, Magnus no se aleja de mi ni por momento. Debería estar feliz por eso, debería.

Magnus sonríe, y toma mi mano, la diferencia entre mi piel surcada y la suya es absurda, siento sus labios en ella y nuestros anillos Lightwood brillan en comunión. - ¿Cuándo vas a dejar de intentar alejarme, Alexander? – dice tierna y dulcemente, aun después de todos estos años, sus palabras me provocan una agradable sensación en la boca de mi estómago, es tan bello como siempre, tan hermoso como el primer día y lo amo mucho más que entonces. Sus labios dejan mi mano y llegan a los míos, un beso dulce y lento. – Eres todo cuanto necesito. – Me dice y le creo, por supuesto que le creo, no hay ni un asomo de arrepentimiento en él, hay una contundente felicidad en sus ojos, felicidad que es tan frágil, como lo son ahora mi cuerpo y mi corazón.

Pensar en eso me golpea y me da la fuerza para soportar, para exigir a mi cuerpo que no se rinda, que se quede más tiempo con él. También Magnus lo es todo para mí, justo ahora podría renunciar a todo por él, justo ahora solo quiero darle lo que más desea y me siento impotente cada vez al darme cuenta de que no puedo darle nada, no puedo darle resignación y no puedo evitarle la pena que es cada vez más inminente. Solo puedo seguir dándole lo que hasta ahora le he dado, más tiempo.

- Mira lo que encontré. – Me dice animado y se recuesta a mi lado. – Estaba en el desván y lo encontré en un mar de fotografías. – Magnus tomó el álbum con su portada en piel negra, comienza a dar vueltas a las páginas con los recuerdos en ellos, somos nosotros, había imágenes de nuestra boda, de nuestros pequeños hijos caminando por el pasillo mientras todos les miraban encantados por su dulzura. - ¿Recuerdas esto? – Me pregunta con su sonrisa deslumbrante y señalando la imagen de nosotros bailando frente a todos con mi rostro oculto en su hombro. – Estabas tan avergonzado. – Me recordó y estuve de acuerdo, nunca en toda mi existencia pensé bailar con mi esposo frente a tantas personas, pero era mi boda y ese era Magnus.

–  Claro que lo estaba. – Le dije. – Aún no puedo creer que me hayas convencido. Magnus, sin que su sonrisa desapareciera me miró. – Siempre he sido muy persuasivo.

– Me gustaría tener ese don.

–  Tienes muchos otros, mi amor.

- ¿Cómo cuál?

–  Bueno… Esto será tardado pero podemos empezar con… - La voz de Magnus se fue alejando sin que yo pudiera hacer nada, de repente sólo escuchaba el arrullo de su voz ilegible y podía oler su aroma a mi lado. Fue cuando me di cuenta y abrí los ojos de inmediato.

– Perdóname. – Le dije alterado, sentí mucha vergüenza. – No pude mantenerme despierto.

Magnus sonrió. – No tienes por qué pedir disculpas, amor. – Me dijo mientras me ayudaba a volver a las almohadas y se metía a la cama conmigo. – Creo que estoy listo para tomar una siesta contigo.

– No. – Le dije en una súplica. – No tienes que hacerlo, no…

– Tranquilo. – Me pidió tiernamente. – Solo descansemos. - Nuestros rostros estuvieron uno frente al otro mientras el acariciaba con su dedo mi frente y yo no pude más que cerrar mis cansados ojos y pedir al ángel que le diera a mi corazón la fuerza para seguir funcionando y permitirme despertar de nueva cuenta. Despertamos un par de horas más tarde para comer, Magnus había preparado una sopa de verdura que llevó a la cama y la comimos juntos.

– Esta buena ¿cierto? –  Era deliciosa, en verdad lo era, era el alimento perfecto para un anciano como yo, pero no para un joven con la vitalidad de Magnus, no quería decírselo, no quería arruinar su estado de ánimo, no quería hacer más daño del que ya le hacía.

– ¿En dónde la pediste? – Le pregunte bromeando y cumpliendo mi objetivo de que se ofendiera.

– ¿Cómo te atreves, Alexander Lightwood? – Me reclamó con exagerado reproche. – Es una receta exclusiva, preparada por mi persona.
Ambos reímos y conversamos durante las horas que me mantuve despierto. Me ayudó como todas las noches a tomar un baño y volver a la cama, sus cuidados siempre fueron especiales, siempre dispuesto y siempre sonriendo; un ángel no reconocido cuidando a un guerrero agotado. La noche pasó como las ultimas, me tomaba de la mano y me hablaba hasta que me dormía, entonces dormía conmigo, muchas veces me preguntaba cómo era que alguien como Magnus, un joven siempre en movimiento, incapaz de mantenerse quieto, podía dormir tanto y no necesitar salir corriendo desesperadamente, cuando yo comía el comía, cuando dormía él lo hacía, ser un anciano era una noción desconocida para él, pero pareciera que ahora la estaba experimentando a mi lado, como si nuestros corazones se hubieran acompasado en una sintonía que le permitía estar al lento ritmo al que ahora yo vivía. Unas horas más tarde después me desperté y el rostro sereno y azul de Catarina me observaba con detenimiento. Ella sonrió y yo le respondí igual.

– Hola Cata. – Le dije intentado incorporarme, Magnus y ella se movieron de inmediato para ayudarme.

– Tómalo con calma, niño. – Me dijo Catarina. – ¿Cómo te sientes? – preguntó.

–  Aun puedo bailar. – Le dije y ambos sonrieron con melancolía, no importaba lo que intentara los dos siempre se veían tristes.

–  Revisé tu corazón. – Me dijo con eficiencia. – Es fuerte.

Había cosas en Catarina que a lo largo de los años había aprendido a entender, y esto fue fácil, esa descripción de mi corazón era más bien hacia mi voluntad, mi voluntad, que de alguna manera mantenía funcionando a mi débil corazón. Los ojos de Catarina se cristalizaron, Magnus no podía ver su rostro ya que estaba de espaldas, la sujeté de la mano y ella entendió que era mi suplica para que Magnus no viera una lagrima surgir, porque entonces entendería que mi final estaba cerca. Catarina me ayudó y se compuso deprisa.

–  No deberías llamarme solo porque duerme de más. – Le regañó la bruja y Magnus abrió mucho los ojos, claramente Catarina con su broma había dicho algo que no quería que yo escuchara. Protegiéndome de todo, ese era Magnus.

–  No se lo tomes a mal. – Le dije rápidamente. – Solo quiere una excusa para tenerte aquí. – Los hombros de Magnus se relajaron, y una vez más yo lo había logrado, había logrado darle unos segundos de paz a mi amado.

Catarina se inclinó hacia mí. – No se lo digas. – Me dijo en un murmullo, –  Pero desde hace unos cincuenta años me agradas más que él.

– ¡Oye! – Reclamo Magnus desde atrás. – ¿Cómo puedes decir eso? – Ambos comenzaron una cómica discusión con el desborde de sincero cariño detrás de los insultos, tallé entre mis ojos para que estos no se cerraran y Magnus se movió a mi lado muy rápido.

– Está bien. – Me advirtió. – Cata te ha traído una medicina que es muy fuerte, te hará dormir, así que puedes descansar. ¿Más? Pensé sin decir nada, no iba a ser la victima que no era aquí. – Gracias. – Le dije a la bruja que estaba parada a lado de nuestra cama.

Ella me sonrió y me dijo: –  Te veo pronto, Alec.

Entonces yo cerré mis ojos víctima de la medicación. Aún no entraba en el sueño profundo cuando escuche las voces de ambos.

–  Sé que no quiere que te diga esto. – Le dijo Catarina y yo luche con todas mis fuerzas para abrir los ojos y hacer que ella se detuviera de lo que iba a decir, pero fue inútil. – Pero no puedes seguir haciéndole esto, no es justo.

– ¿De qué estás hablando? – La voz de Magnus se escuchaba tan sombría, como si estuviera hablando con un desconocido, aun así, podía sentir como me arropaba y acariciaba mi cabello.

– Lo sabes, claro que lo sabes, Magnus. – No, por favor, por favor no le hagas esto, mis pensamientos, por muy fuertes que eran no podían hacer que mis ojos se abrieran, era tan débil. – Alexander sigue con nosotros porque sabe que no estás listo, sabe que no lo están.

– No sabes lo que dices. – Le dijo mi amor, pero al escucharlo me di cuenta de que ni él mismo creía en sus palabras. – Nadie puede mantenerse con vida solo por…

– ¡Puede! – Le dijo Cata levantando su voz. Desearía que no lo hiciera, que no le dijera todo lo que estaba por decir y que no lastimara a Magnus, pero ni siquiera eso soy capaz de evitar. – Es su voluntad lo que lo está manteniendo con vida, pero su cuerpo no resistirá tanto, su cuerpo sucumbirá y entonces se ira sabiendo que ustedes se quedaran sufriendo y…

– ¡Calla! – Rogó.

- Tienes que saberlo, si siente que tiene un asunto pendiente, su alma nunca descansara.

– ¡Cállate! – dijo muy afligido.

Y mi corazón se rompió por el dolor, escuchar la agonía de Magnus me partió, me destrozó haciendo tiras lo que fuera que dentro de mí me mantenía vivo y lo que fuera que quedaba de mi cuerpo. Entonces quise irme, quise desaparecer y la oscuridad me llamó… Y dejé que me llevara, porque no podía soportar su dolor, no quería sentirlo y no quería saber que estaba sufriendo, entonces dormí, dormí todo cuanto pude.
* * * * *

– Te amo, te amo, no puedo, no puedo dejarte ir. Por Dios, no me dejes. - La voz de Magnus no fue lo que me despertó, pero quizás fue su desesperación, podía sentir su cuerpo junto al mío, mis manos entre las suyas y la humedad en la almohada por sus lágrimas. Me moví para abrir los ojos y su voz había guardado silencio. Cuando logré abrirlos su rostro estaba frente al mío, sus ojos estaban aún cristalizados y sus mejillas enrojecidas.

– Oye. – Me dijo saludándome y me besó antes de que pudiera preguntar o decir cualquier cosa. – ¿Estás bien? – Me preguntó como si sólo yo existiera en esa habitación. Como si los segundos recién transcurridos nunca hubieran pasado. Le concedí eso

– ¿Has hablado con Max? – Le pregunté por nuestro hijo, ahora no era exactamente un tema alegre, pero necesitaba saber que se encontraba bien, que volvería a verle. – ¿Sabes en dónde está ahora?

Magnus suspiró – La última vez que hablé con él estaba en algún lugar de Egipto. Egipto era un lugar fuera de nuestro alcance, para todo el mundo excepto para Magnus.

– ¿Podrías…? – Quise saber.

– No. – Me dijo de inmediato sin siquiera dejar que terminara mi pregunta. – No me lo pidas. – Me insistió. – No me pidas que vaya por él. No voy a dejarte.

Podría habérselo pedido de tal manera que no se habría negado, podría haberle dicho las ganas incesantes que tenia de verle y hablarle de nuevo, pero no podía hacerlo, no cuando era como maltratar la herida abierta y que se hacía cada día mas grande, así que no insistí mas y decidí hacer lo que hacía desde hace tiempo, resistir, resistir y pedir al ángel que me dejara ver a mi hijo una vez más.

Max se había alejado hacia poco menos de cinco años, una tarde comíamos en la terraza junto a Rafe, y Gideon, su ultimo nieto, él había venido del instituto en donde vivía con su hijo mayor; Santiago, quien dirigía el instituto de Nueva York, ya que los descendientes de Jace y Clary se había mudado al instituto de Londres el cual dirigían desde hace casi media década y hasta apenas un par de años habíamos dejado de ir a visitarlos ya que mi condición no me permitía atravesar portales.

Gideon, el nieto más joven de Rafe, era un alegre Cazador de Sombras que había crecido a nuestro lado, consentirlo se había convertido en el deporte favorito de Magnus y mío, él me recordaba mucho a nuestro Rafe cuando era adolescente.

Estábamos riendo de nuestro nieto Santiago, el líder actual del instituto y su rigidez, y de las sorpresas de la vida, ya que el hijo de Rafe era muy parecido a su bisabuela Maryse Lightwood. Fue un sobresalto cuando la hija de mi hermana Isabelle, Cecily, nos dijo sobre sus sentimientos por Rafael, fue igual de extraño saber que Rafe sentía lo mismo, ellos no eran parientes, pero habían crecido juntos y que el amor hubiera nacido entre ellos fue algo revelador e inesperado, tal y como fue la felicidad de su boda y el nacimiento de Santiago, el primer nieto de Magnus y mío, él tenía la combinación Lightwood, cabello negro y ojos azules. Es todo un Lightwood, había dicho Magnus cuando se dio cuenta de la madurez y exigencia del niño ante cualquier aspecto de la vida.

Gideon era diferente a su padre en todas las formas posibles, los genes de Rafe estaban presentes con demasiada fuerza en él, lamentablemente Magnus y yo no habíamos conocido a Rafe cuando era un bebe, pero estábamos seguros de que no podía verse de otra manera, fue como si el destino nos diera a nuestro pequeño de nuevo, y hasta ahora seguíamos disfrutando eso. Acaricié el cabello enredado de mi adorado Gideon antes de levantarme para tomar más café. Esa tarde los músculos de mi mano me jugaron una muy mala broma y no pude mantener la taza sostenida, el vidrio y el líquido mancharon el suelo y Magnus se levantó enseguida preocupado por mí, le dije que nada malo pasaba, que mi mano era torpe y nada más, Max y Rafe estaban conversando y riendo como siempre lo hacían, ambos se preocuparon al igual que su padre, mis hijos me observaron fijamente y fue entonces que la vi, esa mirada en el rostro de mi hijo, sus ojos azules profundos y sensibles mirando a su padre deteriorado y me di cuenta de que aun viendo mi apariencia, antes de ese día, nunca había pensado en mi muerte, la vio de frente y no pudo o no quiso aceptarla. Ahora va por el mundo buscando la manera de que no suceda.

Esa misma tarde, cuando decidí ir a descansar después de que Rafe y Gideon habían vuelto al instituto, logré escuchar como Magnus y Max discutieron sobre mí, aún escucho los reclamos en mi cabeza.

–  ¿Te quedaras así? – Le preguntó Max a su padre con su voz inundada de enojo injustificado. – ¿En verdad no piensas hacer nada?

–  Max. – Le pidió Magnus. – Por favor, podría escucharte.

- Está agotado, padre. Su cuerpo lo está, ¿y sólo dejarás que muera?

– No se puede hacer nada, hijo. – Dijo Magnus y pude escuchar el dolor en su voz, mi corazón nunca se había sentido tan pequeño en toda mi larga vida.

– ¿Desde cuándo lo aceptaste? – Le preguntó mi hijo, pero no se escuchaba enojado, parecía no estarlo, pero sí muy sorprendido por su reciente descubrimiento.

Magnus y yo nunca hablamos sobre ese momento inevitable, era como si solo quisiéramos que nunca llegara, me obligue a mí mismo a creer que se había encargado de sus propios sentimientos, que su amor había creado un escudo de resignación en su corazón, nunca creí que estuviera tan equivocado con algo relacionado con Magnus.

– No lo hice. – Le dijo Magnus, la manera en lo que le dijo fue desgarradora, podía ver las lágrimas en su rostro y podía sentir las mías corriendo por el mío.

La voz de Max fue más comprensiva después de eso. Mi hijo le habló a su padre con demasiado cariño. – Yo lo haré. – Lo escuché con decisión, pero no estaba seguro a que se refería. – Encontraré la manera de que se quede con nosotros.

No escuché la respuesta de Magnus, pero desde ese día mi hijo se fue de casa y no le he visto desde entonces.

Esa noche los recuerdos me torturaron, en ocasiones era así, dormía tranquilamente la mayoría de las veces pero había unas en las que me despertaba pensando o llamando a mis seres queridos, a Isabelle a Jace…

El primero en irse fue Jace, aún recuerdo y siento aquella noche en la que lo perdí. Recuerdo el dolor y como me tiré al suelo al sentir como nuestro lazo se rompía, fue tan doloroso, desgarrador en todos los aspectos posibles, recuerdo como en ese momento no me importó nada más que seguirlo, con mis gritos intentaba pedirle que me llevara con él, me tomó días de consuelo de Magnus despertar de mi aturdimiento, después de eso vivía un día a la vez, intentando asimilar que ahora las cosas serían así, que ahora viviría con la mitad de mi mismo, era como si me hubieran quitado una capa de piel, me sentía más débil, mi sonrisa cambió y mi alma nuca volvió a ser la misma, un fragmento en mi corazón se hizo oscuro y hasta ahora no se ha vuelto a encender, Clary me consolaba diciéndome que había muerto de la única manera que le hubiera gustado, luchando, dando su vida por alguien más, protegiendo a los humanos.

Tengo presente la noche en la que el cuerpo de mi parabatai se unió a la ciudad de Hueso, cómo el fuego consumía su cuerpo y de nuevo me sentí morir. Estábamos los cinco tomados de la mano, rodeados de nuestros hijos y nietos, habían venido Cazadores de todas partes del mundo a presentar sus respetos a su ídolo. Aún ahora la leyenda de Jace Herondale sigue viva, el mejor Cazador de la historia, mi parabatai el que nunca será olvidado, el que vivirá en mí hasta en el último de mis alientos.

Aún estábamos intentando tener una vida con resignación por Jace cuando La Academia cayó bajo ataque masivo de demonios y perdimos a Simón. Entonces tuve que ser fuerte, por Izzy, por Magnus y por Clary, ver a mi hermana deshecha era difícil, ver a Magnus perdiendo cada vez más y más el brillo de su sonrisa, frustrante y a Clary, sólo yo podía entenderla… Desde ese día nosotros nos hicimos más unidos porque ahora ambos estábamos partidos a la mitad. Los alumnos y maestros habían luchado valerosos para defender su casa de estudios, Simón como decano nunca abandonó a sus estudiantes, luchó hasta el último momento a su lado. Siempre dispuesto a ayudar, a enseñar, Cazador de Sombras y reclutador, el único que podía entender lo que era haber sido mundano, subterráneo y un Cazador de Sombras, no había mejor persona que él para comprender a los jóvenes que no encontraban su lugar y que no tenían rumbo. Isabelle se mantuvo fuerte, tan firme como roca por fuera y destrozada por dentro. Cada año, en la conmemoración del ataque, rinden homenaje a Simón Lovelace, rodeado de sus hijos y nietos, el mejor Lovelace de la historia que les dio un motivo para estar orgullosos de su nombre para siempre.

Fue la primera vez que vi un cambio en Magnus y la primera vez en la que me pregunte como había logrado atravesar por esto por tantas veces a lo largo de todos sus años, siempre perdiendo, siempre extrañando. Entonces me di cuenta que no cualquiera tiene la capacidad de ser inmortal sin perderse, no todos deciden ser valientes como Magnus lo hizo.

Logramos tener vidas tranquilas, en paz e incluso felices, nos teníamos el uno al otro y nuestros hijos y nietos, que cada vez eran más, eran más y más personas por las que preocuparnos, más y más en quien derramar nuestro amor. Pasaron muchos años antes de que mis hermanas cayeran en cama por la debilidad de sus cuerpos cansados. Fue la primera vez que le pedí a Magnus que se fuera, se enojó tanto con migo, me pidió que no lo volviera a mencionar, pero no le hice caso, mis hermanas seguían empeorando, el final estaba cerca y se lo volví a pedir, esta vez no se enojó, me tomo de la mano y me hablo con tranquilidad.

- ¿Por qué me pides que me vaya? ¿Acaso no te das cuenta que eres lo que más amo?

- Eres tú el que no se da cuenta. - Le dije, nosotros éramos ya unos ancianos y el seguía siendo el hermoso Magnus Bane. – Veo cómo te apagas cada día, como si con nuestra partida nos lleváramos una parte de ti, no es justo y por eso te pido que te vayas, no veas como nosotros nos desvanecemos porque eso te consume.

- Puedo entender por qué me pides que me aleje. – Me dijo sujetando mis manos. – Me amas lo suficiente como para pedirme algo que te destroza el alma, pero entonces, debes entender que de igual manera irme me la destrozaría a mí. – Entonces no se lo volví a pedir, le dije que no quería que se fuera, que por favor nunca se fuera, que lo amaba como el primer día e incluso más. Me abrazó y me besó y me aseguró que no se arrepentía de nada, que incluso dudaba que la misma muerte pudiera alejarnos, y le creí.

Magnus nunca se alejó, incluso ahora sigue estado a mi lado, recuerdo todas las atenciones que tuvo con mis hermanas, las cuido hasta el último momento. Ellas habían querido volver al instituto de Nueva York en donde habíamos vivido tantas cosas y en donde habían conocido a sus amores. Los hermanos silenciosos caminaban de una habitación a la otra esperando ese momento, Magnus y yo estábamos con Clary aquella tarde.

- Recuerdo la primera vez que te vi, Clary Fray. – Magnus acariciaba su cabello blanco con cariño. – Un lio en miniatura.

Clary le sonrió débilmente y movió su mano, yo no pude evitar acercarme, me senté del otro lado de la cama y la sujete.

- Lo veo. – Nos dijo, pero no logramos entender a lo que se refería.

- ¿Qué ves, Galletita?

Clary sonreía y por alguna razón Magnus y yo comenzamos a llorar, fue como si supiéramos que ella nos estaba regalando su última sonrisa.

- A Jace.

Fue lo que dijo mi pequeña hermana con su último impulso de vida. Entonces Magnus lloró y llamó por ella, se quedó sobre su pecho durante mucho tiempo y yo lo sujete y sujete la mano de Clary durante todo el tiempo que nos permitieron hacerlo.

Aún no salía el sol esa madrugada, de la partida de Clary cuando entré a la habitación de Izzy, no quería decirle nada sobre nuestra hermana, mantener el secreto no duro mucho.

- Te quedarás con ellos. – Me dijo seguramente al darse cuenta de mi tristeza. – No te rindas.

Sonreí y le mire extrañado. - ¿De qué hablas, Izz?

Ella levantó su mano para acariciar mi cabello que también era blanco. – No estés triste por mí, iré a donde debo.

Tomé su mano y la bese. – Te veré ahí pronto. – Le dije.

Los ojos intensos de mi hermana nunca se apagaron, hasta el último minuto se veían feroces y fuertes. – No. – Me dijo. – No es ahí donde debes ir. No te rindas… No los dejes.

- ¿Izzy?

Mi hermana cerró los ojos y sonrió. – Me espera mi mundano. – Y como si Clary hubiera tomado su mano para acompañarla en el camino que tenía frente a sí, Izzy se fue.

Aún cuando ella me pidió que no estuviera triste... Nunca había llorado tanto y nunca había gritado como lo hice esa noche, en la orilla de esa cama la sujete con fuerza y desee irme con ella, me tomó meses de consuelo de Magnus no despertar en las noche gritando su nombre, incluso ahora, hay madrugadas e las que despierto llamando por ella, por Jace.

La pérdida de Isabelle me hizo darme cuenta de lo que yo podía hacerle a Magnus cuando me fuera, entonces entendí lo que me dijo con sus últimas palabras, que debía permanecer aquí, con él, y desde entonces lo he hecho, he estado luchando en contra de mi propio cuerpo para no dejarlo, para darle el tiempo suficiente para que esté listo, el problema es… Que ninguno de los dos está listo para dejar ir al otro. Nunca lo estaremos y tenemos que aceptar nuestro cruel e injusto destino.


* * * * *


GIDEON JOSEPH LIGHTWOOD


- Debe haber algo que se pueda hacer.

- ¿Algo como que, padre? – Le preguntó padre a mi abuelo, estar escuchando a hurtadillas a través de una puerta no cerrada no era precisamente lo mejor que un Cazador de Sombras podía hacer, pero en el instituto, era una de las mejores formas que se tenían para enterarte de lo que ocurría.

- Mis padres, tus abuelos, están sufriendo y sólo te quedas ahí siendo completamente inútil. – Tuve que llevar mis manos a mi boca para no dejar escapar la risa que me provocó ese comentario. Mi abuelo Rafael era siempre duro con papá, pero papá era siempre duro con todos y era la mejor forma de hablarle.

Escuché como mi padre dejaba salir el aire con exasperación. - ¿Qué hay de mi tío?, ¿haz sabido algo de él? Se supone que debe estar aquí para cuando mi abuelo…

-Mi hermano no volverá, no hasta que encuentro lo que está buscando.

- Es lo que puedo hacer, padre. – Dijo papá ahora con amabilidad. – Enviaré a alguien a buscarlo y…

Mi padre se quedó callado y escuché los pasos de mi abuelo y su bastón acercándose a la puerta, me quedé muy quieto esperando que no se diera cuenta de mí. – ¿Mandarlo a buscar? - Se quejaba mi abuelo mientras se alejaba de papá. – Es mi hermano, ¿crees que no lo puedo hacer venir cuando quiera?

- Padre. – Le dijo papá, pero mi abuelo no se detuvo, cerró la puerta de la oficina de papá y caminó por el largo pasillo, yo me había movido detrás de un pilar para no ser visto, pero mi abuelo era un experimentado Cazador de Sombras.

- ¿Vas a venir? ¿O te quedaras ahí como tonto? – Quiso saber.
Salí de mi escondite y corrí para alcanzarlo. - ¿Cuál es el plan? – Le pregunté, de todos en la familia, mi abuelo y yo éramos los más cercanos a los Ancestros Lightwood, me gustaba llamarlos así, el abuelo Magnus lo odiaba. - ¿Quieres que vaya a buscar a tío Max?

- La última vez que hablé con él me dijo que estaba cerca de encontrar lo que buscaba. – La voz de mi abuelo era rasposa, un anciano cascarrabias pero había ilusión en sus palabras en esta ocasión. – Me pidió algo, lo tomaras y se lo llevaras.

- ¿No puede tomarlo él? – Le pregunté y moví mi mano imitando a las suyas cuando hacia magia.

- No con esto, por eso me lo pidió a mí.

- ¿Qué es? – Mi abuelo y yo seguimos caminando por los pasillos del instituto, el guardó silencio, una mala señal en lo que a mí respecta. - Es ilegal ¿Cierto? – Quise saber.

Mi abuelo sonrió.

Esa tarde después de terminar con mi abuelo Rafe, fui a visitar a los ancestros.

- ¡Que gusto verte, chocolate! – Me dijo el abuelo Magnus. - ¿Está todo bien en casa?

- Todo normal. – Le dije. – Mis hermanos luciéndose en Alicante, mi padre luciéndose aquí y tu hijo quejándose de todo.

- Lo normal. – Me dijo y sonrió. Le pregunté si podía subir a ver a mi abuelo Alec, aceptó, no sin antes pedirme que intentara no despertarlo.

Me gustaba estar con ellos, me gustaba ver a mis abuelos juntos y ver la forma en la que se comportaban, cuidándose mutuamente. Muchos Cazadores de Sombras que venían de Idris me decía que era extraño verles juntos, para mí no lo era, ellos eran Alec y Magnus, mis bisabuelos, había leído y había escuchado tanto de ellos que lo único que yo hacía era admirarlos, por lo que hicieron para salvar el mundo, por lo que hicieron para salvarse y para salvar su amor.

Entré a la habitación y me arrodillé a un lado de la cama sin tocarla, miraba a mi abuelo y pensaba en lo difícil que fue para él ser un Cazador de Sombras que necesitó aceptarse y hacer que los demás le aceptaran, gracias a él y a los que le siguieron detrás, ahora yo podía ser pleno con mi elección de pareja, la cual era un chico de cabello negro que solo pensaba en los libros, y que había rechazado mis últimas invitaciones a salir, pero yo era un Lightwood y no me iba a rendir, y también era un Bane e iba a conquistarlo.

Me acerqué un poco más y cuidadosamente coloqué mi mano sobre el pecho de mi abuelo, cerré los ojos y lo pude escuchar, su corazón latía lento pero constante; un guerrero invencible. Sin hablar le hice la promesa que haría todo lo que estuviera en mi poder y más para ayudarlo. Es lo menos que podía hacer después de que fueran los causantes de las vidas tan excepcionales que habíamos tenido.

Volví al instituto y mi parabatai ya estaba ahí, volvió de una misión, el rubio no se había despeinado un solo cabello, era un Herondale después de todo. No hablé con él, no lo necesitaba, tomé mi equipo y mis armas, un arco y flechas que mi abuelo me había dicho eran del ancestro Alec, no me pareció que nada fuera más apropiado, esta misión era en su nombre. Caminamos rápidamente hacia el techo del instituto, había guardado el encargo de mi abuelo Rafe en una mochila que debía ser cuidadosamente custodiada.

Luke se quedó en la escalera mientras yo preparaba el portal, Los Cazadores de Sombras normales no podían hacer portales, pero en mi caso era diferente, usaba las runas que una vez creó Clary Herondale, más las runas mágicas que los brujos hacían, la magia estaba prohibida para los Cazadores de Sombras, pero no para mí, en mi nombre estaba el derecho de usar magia y nunca, a diferencia de mis hermanos, temí usarla. Tracé las runas del ángel y las prohibidas, di un paso atrás y el portal apareció. Luke usó su estela para que la puerta no se abriera con facilidad y se colocó a mi lado.

- ¿A dónde vamos? – Me preguntó solo por curiosidad.

- Mis ancestros tienen una mansión en Egipto y mi abuelo cree que quizás ahí encontremos a mi tío.

Luke sonrió. – Guíame, Gi. – Lo tomé del brazo y ambos saltamos al portal.


* * * * *


Me tomó unos segundos reconocer el lugar, los grandes jardines, con las fuentes y las paredes multicolor, mis ancestros me habían traído aquí un par de veces para vacacionar, todo el lugar estaba lleno de gratos recuerdos, lo que me llenó aún mas de esperanza, fue la vida que tenía la casa, había asistentes caminando por aquí y allá. Uno de ellos me reconoció de inmediato, me saludó y me guió hacia la tercera planta en donde estaba la biblioteca y el estudio principal, abrí la puerta, todo estaba iluminado, detrás del escritorio, con la mirada clavada en los pergaminos pude ver al joven que vine a buscar, era un semblante duro y serio de adulto, pero en una rostro que no aparentaba ser mayor al mío, ahí estaba Max Lightwood-Bane, mi tío.

Habían pasado cinco años desde la última vez que lo vi, él no había cambiado nada, pero yo seguramente si y de una manera drástica, pero pareció que eso no importaba, levantó la vista, me miro y sonrió abiertamente.

- ¡Gideon! – Me dijo y se acercó para abrazarme, un abrazo pleno y largo, me sentí tan feliz de que me hubiera reconocido de la manera que lo hizo. – No puedo creerlo, cariño. ¿Qué haces aquí? O mejor dicho… ¿Quién te envió? ¿Mi padre o mi hermano? – Dijo con media sonrisa.

Yo sonreí y él lo supo. – ¡Mi hermano, por supuesto que fue mi hermano!

- Está preocupado. – Le dije y él no había soltado mis brazos, seguía mirándome con una fascinación con la que sólo me miraban mis ancestros. – No puedes culparlo. – Le recordé.

- No lo hago, chocolate. – Me dijo y Luke se rio. La atención de mi tío se fue a él. – Lucían ¿cierto?

- Luke, - Le corrigió amablemente planteándole que podía llamarlo como solo dejaba hacerlo a los amigos. – Lamentamos llegar sin anunciarnos. – Dijo con cordialidad.

- ¡Tonterías! – Dijo mi tío, retomó su lugar detrás del escritorio y nos pidió que nos sentáramos. – Esta casa es de Gideon y por lo tanto también de su parabatai.

- Mi abuelo me dijo dónde buscarte.

- Rafe siempre sabe cómo encontrarme. – Dijo, era un poco extraño, no se veía con mayor edad que nosotros, aun así sus movimientos y la manera de hablar le hacían tener un aire de adulto. - ¿Qué cuentas de casa? – Me preguntó con seriedad, al parecer estaba preocupado.

- Los ancestros están bien, ya sabes… soportando cada día.

- Se me acaba el tiempo. – Se inclinó en el escritorio a ver los documentos dispersos ahí.

- Por eso vinimos. – Le dije y de mi mochila tomé el libro que llevaba y lo puse frente a él. – Creo que esto ayudará.

Mi tío le miró con detenimiento, le tomó muy poco tiempo descubrir lo que era. – Esto… ¿Cómo? ¿Cómo lo has conseguido? – Preguntó sorprendido.

- De la Ciudad de Hueso. – Le dijo Luke.

- Si, eso lo sé. ¿Tienen una idea de cuantas peticiones hice para tener acceso a este libro?

 - Ese fue el problema. – Le dije. – Pedirlo.
Levantó su mirada y buscó la mía, se miraba asustado, más que eso, aterrado. – Gideon Joseph Lightwood-Bane ¿Lo has tomado sin permiso?

- Tomamos. – Dijo Luke, mi parabatai nunca me dejaba solo, ni siquiera en un evidente reproche y desaprobación.

- Esto no es un juego. – Nos regañó. - ¿Sabes lo que podrían hacerles?

- ¿Trabajo forzado acomodando libros en La Academia? – Pregunté. – Somos Nefilims, podemos acceder a los libros de La Ciudad de Hueso.

- No a este tipo de escritos. – Mi tío abrió el libro con mucho cuidado. – Consideré que quizás no era bueno decirle que lo dejé caer un par de veces. – Aquí vienen las más antiguas leyendas, las primeras y las que por obvias razones, se han mantenido como ecos a lo largo de la historia.

Luke y yo nos miramos, quizás el castigo podría ser un poco más severo de lo que pensábamos.

- Vine aquí siguiendo una de ellas, con la esperanza de encontrarla. – Dijo.
Me levanté, no teníamos tiempo, Tío se puso nervioso al verme manipular el libro, pasado las hojas con un poco más de velocidad con la que él lo hacía. Entonces encontré lo que había ido a mostrarle. – Aquí. – Le dije y señalé con mi dedo por encima del papel amarillento, las letras eran doradas y antiguas. Ahí decía Fons Luventatis. Tío se inclinó para ver más de cerca, sus ojos se iluminaron y su boca se curvo en las comisuras.

- Todas las leyendas son cierta. – Dijo y nos miró. – Lo hemos encontrado.

- Así es, - Le dije y seguimos estudiando la información, sabía algo de lectura y escritura antigua, mi ancestro Alec me había enseñado a amar lo antiguo y los misterios de ello. – Pero si buscamos una interpretación moderna a este mapa. – Le dije y le mire a los ojos. – Estamos del lado equivocado del planeta.

- Incluso en las tierras equivocadas. – Agregó Luke. – Según esto, las aguas sagradas alimentan los terrenos del pueblo que no envejece.

- El reino Hada. – Dijo Tío. – Tiene sentido. Aun así, debemos entrar ahí sin ser detectados, las hadas son aprensivas con sus reliquias, está la han mantenido oculta desde hace miles de años.

- El rey hada. – Le dije sin temor a equivocarme. - ¿No fue tu novio?

El sonrojo en tío siempre fue gracioso, su piel azul le tornaba las mejillas en un escarlata intenso. – Eso fue hace mucho, mucho tiempo.

No pude evitar sonreír. - ¿Desde cuándo a los brujos o las hadas les importa el tiempo? – Pregunté.

- De acuerdo, chico listo. Hay que ponernos en movimiento.

- Será un reencuentro emotivo. – Dijo Luke y tío le miro con gracia e incluso cariño.

- Había olvidado que era tener a un Herondale cerca.

Las cosas se movieron alrededor nuestro en toda la habitación, en realidad había visto eso muchas veces antes, estaba empacando. - ¿Listos? – Preguntó, tomé el libro y lo coloqué de nuevo en mi mochila, Luke y yo pusimos una mano en cada hombro de tío, chasqueó sus dedos y entramos en un remolinó de energía mágica.

Max Lightwood-Bane, mi tío abuelo era un ser poderoso, había dedicado gran parte de su vida a estudiar y mejorar la magia, el portal no tenía ahora que ser trazado en una pared, los brujos más sofisticados habían logrado, gracias a él, concentrar su magia y hacerse aparecer en cualquier parte del mundo, la regla de conocer tu destino era aún obligatoria, pero aun así, la mejora que había logrado era algo que ayudó a los de su especie hasta el final de los tiempos.

- ¿En dónde estamos? – Preguntó Luke cuando aparecimos en terrenos verdes. Había mucha gente alrededor, usábamos los tres un glamour y nadie nos veía, solo pasaban de nosotros. Darme cuenta del lugar fue sencillo, había viajado aquí con los ancestros en varias ocasiones, el ambiente era festivo, como siempre en este bosque, había canales cubiertos con lirios y en ellos los botes que los lugareños llamaban chalupas.

Cuando miré a tío él también sonreía, uno de sus lugares favoritos en el mundo. – México. – Le dije y me sonrió dándome la razón. – Estamos en Xochimilco, que significa “Lugar de sembradíos de flores”.

- ¿Flores? – Preguntó Luke.

- Los aztecas fundaron su ciudad sobre huertos flotantes situados sobre una laguna y en donde se cultivaban flores y hortalizas. Los aztecas, antiguos, llevaron a cabo en esos jardines plantaciones intensivas por medio de las cuales ampliaban las extensiones de tierra firme. De hecho, la propia Tenochtitlan fue erigida por aquéllos en el siglo XIV sobre una isla del lago Texcoco.

- No estamos aquí por las flores. – Dijo Luke, - Si no por el agua.

- El agua que alimenta al pueblo que no envejece. – Repetí. – Debe haber una entrada al reino hada en alguna parte por aquí.

- La hay. – Me aseguró tío. – Síganme.

Caminamos entre la abundante vegetación, sin darnos cuenta de pronto estábamos en terrenos de las hadas. Luke y yo sacamos nuestras piedras de luz mágica. Mientras que afuera había luz de medio día, ahí había oscuridad.

- El libro. – Me pidió tío y se lo di, usó magia para iluminar sus páginas. – No creo que esto sea literal.

Antes de que cualquier cosa ocurriera, una flecha atravesó el aire cerca nuestro, los tres logramos esquivarla y Ésta termino en un árbol al otro lado. – Parece que no somos bienvenidos. – Dije y saqué mi espada, Luke hizo lo mismo, susurramos los nombres de ángeles y se iluminaron haciendo que todo fuera más claro.

- Sean precavidos. – Nos pidió tío. – No venimos aquí a lastimar a nadie.
Eso era bastante razonable para todos, menos para quienes si querían lastimarnos. En unos segundos nos vimos en medio de una batalla, los tres a la defensiva sin lanzar ataques que pudieran herir a nadie. Luke y yo usamos nuestra estela para dormir o inmovilizar a las hadas, tío chasqueaba sus dedos haciendo que cayeran inconscientes, todo esto evitando las flechas y las filosas espadas.

- No creo que esto nos lleve a algo. – Dije brincando por sobre la cabeza de un guardia y golpeando con el mango de mi espada su nuca, quien cayó inconsciente como el resto, pero parecían no tener fin.

- Estoy de acuerdo. – Dijo mi tío y aplaudió, hubo luz en toda el área, como si el sol hubiera obedecido a sus manos y brillara sobre nosotros. – Nos rendimos. – Mi tío tenía sus manos al aire.

Luke y yo nos miramos. Este no era exactamente el plan que teníamos en mente, pero de los tres, era el más sabio. Dejamos caer nuestras armas y lo imitamos con nuestras manos levantadas. Las espadas de inmediato amenazaron nuestras gargantas.

- No queremos lastimar a nadie. – Dijo tío. – Estamos buscando algo.

- No fueron enviados por La Clave. – Nos dijo uno de ellos. - ¿Qué han venido a buscar sin ninguna autorización?

 - No hemos tenido tiempo para eso. – Explicó. – Pero les aseguramos que podemos adquirir su consenso, si nos dejan hablar con alguien a cargo.

- Estoy a cargo. – Anuncio una voz que se acercó, el hada era alto y tenía el cabello amarillo, había marcas en su rostro, como si trajera en su piel un árbol que crecía desde su cuello. Fue muy clara su reacción al pasar por nuestros rostros para detenerse en el de tío. - ¿Maxwell Lightwood-Bane?

- ¡Hola, Vladimir! – Contestó mi tío, Luke y yo esperamos la siguiente reacción, fue un alivio ver al hada sonreír.

– ¡Ha pasado mucho tiempo, que gusto encontrarle! Libérenlos. – Ordenó.

Tío y el hada llamado Vladimir se acercaron y estrecharon sus manos, Luke y yo habíamos escuchado la historia, los Lightwood y las hadas tenían una buena relación, eso era gracias a mis ancestros y gracias a mi tío. Los detalles no los conocíamos, pero era más que evidente que esa relación seguía intacta.

- Le dará gusto verte. – Dijo el hada y tío sonrió.

Su sonrisa me dejó muy claro que también a él le daría gusto ver al Rey Hada. El Rey Seelie había vivido un tiempo, hacía muchos años, como un Cazador de sombras, era hijo de la antigua Reina Seelie y de Jonathan Morgenstern, el causante de la Guerra Oscura a la cual mis ancestros y familia en ese tiempo, salieron apenas con vida. Los Herondale y los Morgenstern estaban relacionados por sangre, mi parabatai lo sabía por las historias contadas de generación en generación, pero nunca había conocido a su pariente el Rey Seelie.

Los guardias y Vladimir nos condujeron hacia palacio, era extraño estar en el reino hada y sentirse bienvenido, fue aún más extraño la forma en la que trataban a mi tío, como si fuera parte de la realeza del lugar, entramos a los grandes muros, Luke y yo no podíamos dejar de ver las flores y las enredaderas que estaban en los altos techos, una impresionante forma en la que todo en la naturaleza convergía con las construcciones realizadas por ellos.

La guardia se abrió camino y frente a nosotros estaba un gran trono vacío, El hada Vladimir que parecía ser un especie de camarlengo real nos pidió que le siguiéramos, caminamos a lado del trono hasta una habitación detrás de él. Era un lugar mucho más acogedor, había estantes con libros, un escritorio y un par de muebles muy convencionales, un reflejo, quizás, del Rey y su vida como Cazador de Sombras. Había un joven, en apariencia no mayor a nosotros, estaba inclinado sobre lo que parecían ser unas piedras grabadas, el chico levantó la mirada, fue impactante ver los ojos verdes Fairchild y el cabello rojo, incluso Luke tenía una forma en el rostro igual a él, un Cazador de Sombras por completo, a excepción de las orejas en punta que sobresalían de su cabello revuelto color cereza. No lo pensó mucho, su mirada se fijó en tío y caminó hacia él sin detenerse, entonces ellos estaban besándose, mis ojos se abrieron, era algo que nunca esperé ver, fue cómico, incómodo y esperanzador, tío lo sujetó por su espalda, ambos correspondiendo al beso sin duda. Volteé hacia Luke y al hada Vladimir intentando saber que pasaría a continuación.

- Será mejor que los dejemos solos. – Dijo el hada sonriendo.

Los tres caminamos a la puerta y al voltear hacia ellos antes de salir, les mire sonriendo con sus frentes pegadas, eso me hizo sonreír a mí también.

Caminamos por un largo pasillo siguiendo a Vladimir, no fue sutil al girar a verme. – Eres igual a tu abuelo. – Me dijo. – Fue impactante verte en un principio. ¿Cómo esta él? ¿Sigue intentando cambiar el mundo?

- Creo que lo logró.

- Nunca lo dude de Rafe Lightwood. - Nos indicó que entráramos a una habitación, era muy lujosa y acogedora, había dos camas en ella. – Deben estar cansados, El Rey y Max seguramente tienen mucho de qué hablar, descasen por esta noche, me tomé la libertad de dejarlos en la misma habitación, son parabatai ¿cierto? Entendemos poco las hadas de eso, nuestro Rey nunca tuvo uno, pero conocimos a sus ancestros, la historia sigue contando sus memorias de amor.

Luke y yo sonreímos, le agradecimos y nos indicó la comida que estaba dispuesta para nosotros. – No está encantada. – Nos aseguró, - Son invitados.

Vladimir salió y Luke me miró fijamente. - ¿Estas bien?

- No entiendo. – Le dije. - ¿Por qué tío está alejado del Rey?

- Sus mundos son diferentes.

- El de Ancestros lo era también, hicieron todo para cambiarlo.

- ¿Aún hay personas que dependen de ellos? Es decir, Uno es un Rey, no puede dejar a su pueblo y Max, bueno, ¿No estamos aquí intentando ayudar a sus padres? Supongo que cuando sea el tiempo podrán estar juntos, ellos tienen todo el que desean.

- Claro, pero aun así, no me hace sentir mejor. – Luke me dio un recipiente con agua.

- ¿Estas mal por ellos o por ti? – Preguntó sin rodeos.

Le miré.

- Ya sabes, Por Julian. – Continuó.

- A Julian no le importo, le dije que vendría y no se tomó la molestia de levantar la mirada de su libro para verme. – Tomé una fruta y me tire a la cama, disimular que algo no me afecta es difícil cuando se trataba de Luke.

- Es un Blackthorn, - Intentó consolarme. – No puedes culparlo por no ser el más emotivo.

- Supongo que debería rendirme.

- No es de mi parabatai decir eso. – Me reprochó.

- En ocasiones solo tenemos que dejar ir. ¿Cierto?
Luke sonrió, una sonrisa que me intrigó y al mismo tiempo me llenó de alivio y esperanza, una extraña mezcla.

- ¿Olvidas que estamos aquí exactamente porque no queremos hacerlo? – Me recordó.

Eso era verdad, pero siempre he pensado que la historia de mis ancestros había sido creada para tener un final diferente, pensar en su adiós no se sentía correcto, incluso para mí, estar listo para la muerte es parte de ser un Cazador de Sombras, estar listos para ver separados a Alec y Magnus no era algo que nuestra familia quería dejar que ocurriera.

Luke y yo conversamos hasta que se quedó dormido, aun cuando sabía que no iba a recibir respuesta, envié un mensaje de fuego a Julian, no le dije nada inteligente, ni mucho menos cariñoso, solo quería despedirme antes de cerrar los ojos, esto de estar enamorado era un asco.


* * * * *


A la mañana siguiente, Luke y yo salimos de la habitación, Vladimir nos esperó en el pasillo y nos encamino de nuevo hacia la habitación en donde estaban Tío Max y El Rey Seelie.

- La fuente de la juventud. – Dijo El Rey. – Es verdad que la leyenda surgió de nuestro pueblo, sin embargo, eso no puede indicar que…

- Si hubiera una posibilidad, si… - Dijo Tío con un tono de desesperación. – Si existiera, ¿En dónde debería buscar?

El Rey me miró. – Eres increíblemente parecido a Rafe.

- Siempre me lo dicen.

- ¿Tienes el libro?

Lo saqué de mi mochila y se lo mostré, El Rey identificó de inmediato las palabras en él; Fons Luventatis. Vladimir se acercó para examinar los escritos.

- Es una historia milenaria, aún para nuestro pueblo.

- Nat. – Dijo Tío. - ¿Puedes ayudarnos?

El Rey le miro. – Lo intentaré, hare lo que sea por ti… Por tu familia.

- Nuestra familia. – Le dijo Tío y ambos sonrieron, una sonrisa de complicidad, definitivamente habían hablado mucho en la noche que pasaron juntos.

- ¿Qué nos pueden decir del mapa? ¿Existe ese lugar?

- Existe. – Dijo Vladimir. – Lo más conveniente es ir ahí directamente. Después de eso…

- ¿Qué sucede? – Pregunté.

- Las palabras aquí escritas. – Dijo El Rey. – Son una especie de poema, no parece ser algo literal, por ahora sólo tenemos como hecho el lugar en donde podría descansar la fuente.

- Para mí eso está bien. – Dijo Luke.

Su ánimo fue rápidamente contagioso. Salimos de palacio preparados para la expedición, el Rey nos acompañó, nos proporcionaron caballos espectaculares que nos llevaron al lugar en medio día.
Era como haber viajado a un mundo por completo diferente, el fango cambio a piedra, la vegetación a rocas lisas y enormes.

- Considero que la fuente debe ser un manantial, estos pueden ser constantes o intermitentes.

- Eso explicaría el tema de la búsqueda.

- Un manantial natural se filtra a la tierra.

- Alimentando el pueblo que no envejece.

- Todo encaja. – Dijo El Rey. – Sin embargo, nunca ha sido visto por nadie.

- Quizás nadie lo ha buscado bien. – Dijo Luke.

El Rey bajó de su caballo color celeste. – Quizás, Herondale. – Le dijo estando de acuerdo con él y sonriendo.

Tío hizo aparecer la imagen del mapa desde la palma de su mano. - ¿Nos guías? – Pregunto al Rey. Caminamos detrás de él, se veía como uno más de nosotros, había runas en su cuerpo y una espada larga estaba en su mano con estrellas de plata en su mango. Los pasos eran por encima de las rocas, estaban mojadas y eran resbaladizas, caminamos lentos pero con seguridad, llegamos a una enorme caverna, la entrada era casi del tamaño de un edificio de tres pisos, Luke, El Rey y yo hicimos brillar nuestras piedras mágicas, Tío usaba el fuego azul de su mano para iluminar, de las paredes brotaba un líquido gelatinoso de color azul.

- ¿Qué es? – Preguntó Luke acercando la luz a la sustancia.

- Las hadas tienen prohibido entrar aquí. – Dijo el Rey. – Hay guardianes que protegen esta caverna y lo que hay dentro, pero eso fue hace siglos.

- No suena muy alentador. – Les dije y coloqué una flecha en mi arco, escuchar sobre los guardianes me hizo estar preparado para cualquier cosa que pudiera pasar, o cualquiera que nos quisiera enfrentar.

Caminamos por casi una hora, la caverna seguía disminuyendo de tamaño y aumentando su oscuridad, entonces llegamos al final, en donde se abrió un espacio circular. Tío lanzó una bola de luz a las alturas y eso iluminó el lugar con un color azul claro. Frente a nosotros se encontraba una pared de roca y de ella surgía, como si se hubiera fundido con la piedra, una fuente de tres niveles, de todo en el lugar resaltaba, era del color del marfil, había plantas creciendo a su alrededor, un lugar que no había sido visitado por ninguna especie en siglos.

Nos quedamos perplejos, eso era demasiado sencillo para creerlo. Tío se acercó y entró al agua que rodeaba la fuente.

- Esta vacía. – Nos dijo y miro a sus pies. - ¿Podría ser?

Ciertamente no había manera de saber si el agua en ese pequeño lago a sus pies era lo que habíamos venido a buscar.

- Quizás…

Entonces todos nos abalanzamos hacia enfrente, tío había desaparecido de nuestra vista, como si algo lo hubiera jalado a lo profundo del lago, era casi imposible de creer, ya que hacía unos segundos caminaba en él y el agua no llegaba a sus rodillas, el que se movió con mayor velocidad fue El Rey, gritó el nombre de Tío y entró al agua con sus brazos hacia enfrente, sin dudarlo, como una aguja veloz. Luke y yo lo seguimos, entonces todo cambio del color, habíamos entrado al agua y después trazamos la runa que nos permitía respirar de bajo. A veces me preguntaba cómo era que los Cazadores anteriores habían vivido y luchado sin estas runas creadas por la ancestro de Luke.

Marqué a Luke y él a mí, nuestros pulmones se llenaron de aire, estábamos bien, pero Tío y Nathan no, no sabíamos cuánto tiempo tendrían, nadamos hacia abajo siguiendo la piedra mágica que Nathan no había soltado. Nadaba con desesperación hacia tío, sin preocuparse de su propia seguridad, Tío estaba siendo jalado por unas criaturas mitad humanos, mitad peces, había mirado demonios con partes similares a los peces, esto no se parecía en lo absoluto, eran escalofriantes y fuertes, Luke fue tomado por dos de ellos y al estar sumergidos no podía usar mi arco, tome una espada larga y libere a mi parabatai. Seguimos nadando para alcanzarlos, pero más seres nos taparon el paso, hicimos brillar nuestras espadas, pero nuestros movimientos en el agua eran lentos, y ellos eran impresionantemente rápidos y agiles, sentí como uno rasgaba mi espalda con una de sus garras, grite, pero de mi boca solo salieron gorgoteos y burbujas. Luke me sujetó y me movió hacia una de las paredes, se colocó frente a mí en una posición protectora, el agua tenia ahora manchas rojas que salían de mi espalda, mire abajo y Tío y Nathan mantenían otra lucha feroz contra las criaturas.

Lo único que podía pensar, lo único que podía salvarnos era salir del agua. Luke se movió hacia ellas, pero le rodearon y sujetaron rápidamente, lo llevaron al fondo y yo me esforcé para alcanzarlos, seguí intentando llegar a ellos, observé como Luke lograba liberarse y ahora peleaba a lado de Tío y Nathan. Mis fuerzas estaban terminándose y mi cuerpo se hacía cada vez más pesado, lo miré pero no pude moverme para esquivarlo, una de las criaturas, con sus ojos grandes y negros se colocó frente a mí y enterró su arma de tres picos en mi hombro y parte de mi pecho, el dolor fue insoportable, a pesar de estar en el agua, mi cuerpo comenzó a arder. La criatura retiró el arma y entonces todos se quedaron quietos, ellos miraban abajo y lo hice también, El Rey tenía sus palmas levantadas y un remolino se formó desde sus pies, el agua se unió a la precipitación y nos atrapo a todos. En el siguiente momento el tornado nos había escupido fuera del agua, levante mi cabeza para ver, Luke estaba tosiendo y se arrastró hacia mí. Tío se puso de pie y corrió hacia mí, Nathan estaba parado frente a nosotros, las criaturas ahora estaban esparcidas por el lugar, sin su elemento ahora ellas no podían moverse.

- ¡¿Cómo lo has hecho?! – Exigió saber una de ellas.

- Estos son mis dominios. – Dijo él y no sonaba como un adolescente, había poder en su voz que hacía retumbar las paredes de la caverna. – Los elementos me obedecen y ustedes deben hacerlo también.

Las criaturas se miraron entre ellas. - ¡Su majestad! – Dijo finalmente uno de ellos. – Creímos, miramos las marcas…

- Soy un Cazador de Sombras. – Les dijo. – Y soy su Rey.

Las criaturas cambiaron de forma, la mitad pez transmutaron en un par de extremidades que podrían considerarse piernas. Todas y cada una de ellas se pusieron en pie, para después arrodillarse y bajar sus cabezas ante Nathan. – Nuestra insolencia fue grande. – Dijo el que se colocó frente a los demás. – Le suplicamos nos perdone, los confundimos con intrusos, han venido aquí desde hace siglos buscando el líquido. Solo intentábamos proteger lo que es de su majestad.

- Están haciendo su trabajo. – Dijo Tío, sus manos estaba sobre mis heridas, no sentía dolor, pero si un agotamiento que estaba aumentando. – No puedes castigarlos por eso.

- No lo hare. – Dijo Nathan sin perder su postura de Rey. – Pero solicito tomar del líquido que custodian.

- Lo que usted demande, Majestad. – Dijeron las criaturas al mismo tiempo. Y la fuente que estaba en la pared comenzó a dejar brotar agua, un líquido de un azul brillante, que reflejaba destellos de oro.

Intente levantar más mi cabeza para poder observar, el movimiento me causó dolor punzante. – Quédate quieto. – Me pidió Tío. – Tus heridas son delicadas. Te haré dormir.

- No. – Le pedí pero mi voz sonó muy débil.

- Esta bien, cariño. – Me habló de la misma manera que hacía cuando tenía miedo de niño, - Duerme y cuando despiertes estaremos en casa, lo prometo. – Me sonrió.

Quizás fue la magia, quizás mis heridas, pero no pude seguir manteniendo mis ojos abiertos.

- Lo logramos, lo hiciste bien. – Me dijo Tío y fue lo último que escuché antes de que todo se volviera oscuro.


* * * * *


            No fue difícil darme cuenta del lugar en donde estaba al abrir los ojos, la gran ventana que daba a los jardines traseros del instituto estaba frente a mí, los edificios de Nueva York se veían de multicolor por las luces que surgían de ellos, había luna y estrellas, me quedé mirándolas antes de que mi cerebro reaccionara, ahora estaba en casa como Tío había prometido. No era que estuviera del todo feliz, me había arrojado a una misión sin autorización, había robado un libro valioso, había entrado al reino hada sin avisar y casi provocamos una guerra, ahora sabía lo que vendría para mí, una larga fila de reprimendas y sermones desbordados de “No puedo creer lo que hiciste”, de mi familia formados en línea, podía ver el rostro de mi padre, de mi madre y el de mis hermanos mayores, todos esperando su turno apropiadamente para repetir lo que el anterior había dicho con más severidad. Aún mirando mi futuro penitente no podía dejar de sonreír, recordé la palabras de Tío. Lo logramos. La tranquilidad me inundo, no podía pedir nada más.

Me moví torpemente intentando incorporarme en mis almohadas cuando sentí un peso a mi lado que mantenía sujeta mi mano. Al verificar lo pude ver, estaba sentado en el suelo y su cabeza descansaba en mi cama, sobre sus brazos y el mío, el cabello negro como tinta cubría sus ojos, pero su piel pálida resaltaba en la oscuridad, aun cuando intente moverme, Julian no despertó, saber cuánto tiempo había estado ahí no era sencillo, pero su respiración era profunda, el cansancio pareció haberle alcanzado. Lentamente gire mi cuerpo para alcanzar su cabello con mi mano libre, me sentía entumido, pero no sentía dolor, tocar su cabello era algo que había querido hacer desde la primera vez que lo había visto; cuando llego al instituto y captó toda mi atención, después se encerró en la biblioteca y nunca había podido hacer que saliera de ahí. No había forma de que perdiera esa oportunidad, y fue tal y como lo imaginé, lo que nunca imaginé fue encontrarlo ahí, al lado de mi cama velando por mí, fue una sensación de alegría y resentimiento, ¿me había hecho sufrir por nada?

- Nefilim Estúpido. – Murmuré al cerrar mis ojos para dormir un poco más, con él a mi lado.

* * * * *


ALEC LIGHTWOOD

Cuando abrí los ojos pude verlo, su piel azul, sus ojos profundos y preocupados, mi corazón saltó en mi pecho y mis manos se movieron de inmediato a su rostro.

- ¡Max! – Le dije con toda mi energía. El verlo ahí, frente a mi era la más grande alegría que pudiera tener. – Te eché tanto de menos, Blueberry.
Max apresó mis manos contra sus mejillas, - También te eche de menos, no tienes una idea de cuánto, papá.

Entonces mi hijo se inclinó hacia mí y descansó su cabeza en mi pecho, podía escucharlo llorar. Y podía sentir sus manos aferradas a mí. – Perdóname. – Me dijo. – Perdón por haberme ido, por haberte dejado.

- Lo que sucederá no es algo que ansió veas. – Lo tomé del rostro para levantar su mirada y verle a los ojos. – Pero es algo inevitable y debes… Deseo que lo entiendas, quiero que te des cuenta que sin importar que no esté físicamente a tu lado, yo encontraré la manera de estar contigo, por que fuiste el más bello regalo que la vida me dio, porque eres mi primer hijo y el primero que me enseñó a ser mejor persona, que me demostró que sangre no es amor, que el amor, como un jardín, se construye, se cuida y se protege para que crezca y sea inmune a cualquier cosa, sin importar lo que sea, hijo, sin importar la distancia o la misma muerte.

- ¡Papá!

- Daría cualquier cosa por evitarte esta pena, a ti, a tu padre, pero hice cuanto pude y ahora solo me queda intentar hacer que comprendan, que descubran el valor que sé hay en sus corazones, porque se tienen el uno al otro y eso será para siempre, te necesito, hijo. Necesito que tu mano sea la mía y tome la de tu padre para que no caiga, para que tenga el apoyo que necesitará y que encuentre la fuerza para sonreír de nuevo, porque entonces, cuando él lo haga, cuando el vuelva a sonreír yo podre estar en paz.
Mi hijo lloró con más fuerza y podía sentir su dolor como algo que me escarbaba el corazón sin piedad y que me mataba. – Debes saber, – le dije. – hace tiempo me despedí de tu hermano, él te ayudará y cuando él no esté lo harán sus hijos y los hijos de ellos, ya que estarán aquí para ti, y tú lo estarás con ellos, aférrate a su amor, el que has sembrado y seguirás cosechando para siempre. Eres mi orgullo, tan valiente como tu padre y con el corazón más noble que nunca conocí, vive como hasta ahora, hijo mío, con alegría, esperanza y… Sin… Sin remordimiento.
Pude escuchar como mi hijo me llamaba, pero no podía responderle más, esa era toda la energía que me quedaba, había llegado mi final, largamente postergado, pero inevitable. Pude sentir el rostro de mi hijo en mi frente, sus lágrimas corriendo por mi rostro y no podía pensar en una mejor forma de morir. Antes de que todo fuera silencio y oscuridad, Max habló cerca de mi oído. – Sin remordimiento. – Dijo y sentí como su mano levantaba mi cabeza, colocó algo en mis labios y percibí calor atravesando mi boca y bajando por mi garganta. Y fue lo último que sentí.

* * * * *


- ¡No! ¡Por Dios, no! ¡No me dejes!

Esa era la voz de Magnus, su desolación me hizo querer llegar a él desesperadamente. Abrí los ojos y podía ver su cuello, me mantenía sujeto con fuerza y moví mi mano para tocar su mejilla e intentar calmarlo. Se alteró y me miro.

- ¡Por Dios! – Me dijo con ojos muy abiertos. – Estabas… tu corazón… tu corazón se había detenido.

- Aquí sigo. – Le dije. Al hablar me di cuenta de que algo había cambiado, mi pecho no dolía más y la fuerza en mi voz era mayor. – Perdón por asustarte.
Magnus sonrió como alguien que acababa de salvarse de morir. – Mi corazón. – Me dijo y acaricio mi cabello. – Le pedí a Max que me dejara contigo. – Magnus talló su rostro para secar las lágrimas. - Debo llamarlo.

Se movió pero lo detuve. – No lo hagas, necesitamos hablar.

- Podemos hacerlo después.

- No, no podemos, sabes que no.

- Por favor, no hagas esto.

- Es necesario, lo acabas de vivir, tienes que… - Mi voz fue interrumpida. Algo se había asentado en mi garganta, no tarde mucho en darme cuenta de lo que era; agua, era agua la que estaba en mi garganta y en un instante la podía sentir por todo mi cuerpo, como si algo me hubiera jalado a las profundidades de un pozo, todo era oscuro y podía sentirme flotando en la oscuridad, intenté gritar pero nada surgió, mi cuerpo se rindió y me dejé llevar por el agua hacia la superficie, hacia la única luz que era visible, había paz y tranquilidad, ¿Esto era la muerte? Comencé a toser cuando sentí el aire de nuevo en mis pulmones, ahora estaba en el suelo y Magnus parado a un metro de mí. Estaba empapado, sin ninguna razón aparente, estaba sobre mis rodillas y manos en el suelo de mi habitación como si hubiera salido recién del mar.

- ¿Qué? – Le dije. - ¿Qué paso? – No recibí respuesta, levanté mi mirada a Magnus quien estaba mirándome perplejo, sus ojos estaban muy abiertos y reflejaban terror. – ¿Magnus? – Le llamé y estiré mi mano hacia él. Entonces entendí su estado al ver mi propia mano, la acerqué a mí para verla más de cerca, la piel surcada se había ido al igual que las manchas, mi piel seguía siendo blanca, pero ahora era como había sido antes, hacía muchos años atrás. Me puse de pie de un salto asustado por la situación, me quedé quieto al darme cuenta; hacia unos minutos luchaba por mantenerme consiente, ahora me movía con completa libertad y agilidad. – ¡Oh Dios! – Le dije a Magnus. - ¿Qué ocurrió? ¿Qué me paso? – Creo que fue el terror en mi voz lo que lo hizo reaccionar, Magnus se acercó a mí y me sujeto con fuerza.

- Tranquilo, tranquilo. – Me pidió. – Estás bien, estás… Descubriremos que pasó, solo cálmate.

Pero yo no podía, mi corazón estaba latiendo a mil por hora, mis sentidos estaban encendidos completamente, podía ver todos los colores, podía escuchar todo y sentirlo todo. El aturdimiento en el que mi cuerpo había estado durante décadas se había ido, ahora estaba, según recordaba, como lo había estado en mis días de juventud, caminé hacia el espejo de nuestra alcoba y lo confirmé, era yo, era el chico de dieciocho años que Magnus había conocido. Toqué mi rostro, mi cabello y mis brazos.

- Perdí la cabeza. – Le aseguré a Magnus quien volvió a mí.

- Nada de eso, también lo veo. – Magnus sujetó mi rostro. – Eres tú, en verdad lo eres.

Podía sentir sus manos en mis mejillas, su piel suave haciendo brincar la mía, mis sentidos restablecidos me estaban volviendo loco, me quede hipnotizado por el dorado de los ojos de Magnus, los había mirado todo este tiempo, pero ahora los volvía a ver con la claridad real que tenían. Su piel canela, su cabello negro y las joyas en lo largo de su oreja, todo parecía ser nuevo, como verlo por primera vez. Moví mis dedos a través de sus labios, sus pómulos, todo su rostro, necesitaba sentirlo, estar seguro de que no era un sueño.

Él se dio cuenta y su boca formó una sonrisa que hizo que mi piel se erizara. – Sí. – Me dijo. – También soy yo. – Su mano se movió a mi cuello y me sujeto para llegar a mis labios, cerré los ojos y fue como una explosión, una que comenzó en sus labios y se trasladó por todo mi cuerpo.

- Oye. – Me dijo cuándo nos separamos con la respiración acelerada. – Calma, o te dará un infarto.

Me reí y Max entro a la habitación.

- Funcionó. – Dijo y Magnus explotó en su contra, Max nos contó lo que había sucedido, yo les miraba discutiendo sin moverme, Magnus se dio cuenta y se acercó a mí.

- ¿Estas bien?

- No lo sé.

Magnus me abrazó, y yo hice lo mismo, lo sujete con fuerza y cerré los ojos para que mi mente se calmara, me convencí a mí mismo de que todo estaría bien, siempre y cuando estuviéramos juntos, fue lo que me permitió dormir esa noche y las siguientes a esa.
* * * * *
Los días pasaron y poco a poco me fui acostumbrando a mi cuerpo, de nuevo. Max y Magnus se habían dedicado a buscar algún posible efecto secundario del elixir, ninguno de los dos logró encontrar algo. Max seguía yendo por las noches al instituto para vigilar a Gideon y sus heridas casi sanadas.

Magnus salió de la ducha y entro a la habitación cuando me vió parado frente al espejo.

- ¿Estas bien? Has estado muy callado estos últimos días.

- Es difícil de explicar. – Le dije. – Mi cerebro funciona mil veces más rápido que mi boca, no logro llevarle el paso.

- Pasará. – Me dijo. – Debes asimilar, ser consciente de lo que eres capaz de hacer de nuevo, entonces tu cuerpo y tu mente comenzaran a actuar en afinidad.

- Lamento si soy algo sombrío andando por ahí sin hablar.

- En lo absoluto, me gusta ver cómo te redescubres.

- ¿Y tú? ¿Qué sientes con respecto a mí? Todo esto debe ser…

- Nunca, nunca Alexander Lightwood, dudes de mi amor. Porque es eterno.

Había demasiadas cosas que quería decir, todas ellas girando en mi cabeza sin piedad, cerré los ojos y respire profundo, fue la mejor forma de no volver a perder el control. Supe que no había nada que no le hubiera dicho ya, que no había algo que Magnus no supiera de mí. Tenía razón, todo iba a estar bien.

No hablé, moví mis manos al cinto de la bata de baño y lo desanude. Su cuerpo era tan perfecto como lo recordaba, Magnus dio un paso hacia mi cuando la bata cayó y pude sentir su cuerpo con mis manos, recorrí sus brazos, su estómago, su pecho y continúe sin detenerme hasta que mis manos pudieron sentir todo su cuerpo. Levantó mi rostro para ver mis ojos, sentía mi propio pulso acelerado en mi garganta.

- Sin sonrojo. – Me dijo. – Eso es nuevo.

Habían sido décadas de ser compañeros, podía desnudar mi alma y mi cuerpo a él y sentir nada más que confianza.

Nuestras manos se movieron lentas pero seguras, lo besé, me besó y mi ropa desapareció con un chasquido, reímos y nos movimos por la cama hacia la cabecera, pude sentir sus manos por mi espalda y quise probar su cuello, su pecho y él quiso mucho más. Hizo un sonido de placer sutil a diferencia de mi jadeo desesperado al momento de entrar en él, fue abrumador y desquiciante volver a sentirlo, deseaba volver a saber lo que era estar con él, me dejó disfrutarlo, me dejo percibirlo todo y se aferró a mi espalda, dijo mi nombre y acaricio mi cabello, y yo no podía hablar o si quiera respirar, me sentía feliz, fue como la primera vez, desesperado y ansioso por lo que añoraba sin saber que lo hacía. Nuestros movimientos se aceleraron y acompasaron a nuestra respiración, repitió mi nombre y su voz era hermosa en mis oídos, seguía repitiéndolo y yo me aferraba más y más a él hasta que ambos gritamos con la culminación explotando en nosotros. Caí sobre su pecho por completo agitado, más no cansado, ciertamente podía hacerlo una y otra vez, ¿Cómo podría ahora detenerme?

Nos quedamos en silencio, no me aparte de él, me quede con mi cabeza descansando en su pecho, escuchando su corazón  y sintiendo sus dedos recorriendo mi espalda, cada caricia se sentía como algo nuevo. Conversamos por horas, hicimos el amor de nuevo y nos quedamos dormidos.
Así fueron las noches siguientes y los días siguientes, el miedo se fue desvaneciendo y la seguridad fue llegando hasta que nos sentimos afortunados, hasta que entendimos el milagro y de la oportunidad que se nos había dado.
Eventualmente comenzamos a no solo vivir, si no a disfrutar cada segundo juntos, enseñar a nuestros bisnietos, compartir con nuestros hijos y dejar de pensar en el futuro, ahora más que nunca sabíamos que sin importar lo que pasara, siempre había esperanza.

- Esa película fue horrible. – Le dije a Magnus mientras subíamos las escaleras de nuestro apartamento.

- Teníamos que darle una oportunidad. – Me dijo y se miró extraño como en toda la noche.

- ¿Me dirás ya que pasa? – Magnus sonrió.

- Feliz cumpleaños, mi amor. – Dijo y abrió la puerta, había un mundo de gente dentro, todos gritaron Feliz cumpleaños y lanzaron a nosotros papeles de colores y confetis. No era una sorpresa, habíamos salido precisamente a festejar mi cumpleaños, encontrar nuestro hogar lleno, si lo fue.
Los rostros comenzaron a viajar frente a nosotros, Mis sobrinos, nietos de Izzy y Simón estaban ahí, Luke y su familia Herondale, Estaba Max con Nat, eso me lleno de tranquilidad, ellos debían poder estar juntos. Catarina sonreía al igual que Lily, quien estaba cargando a la tataranieta de Maia, la bebé tenía el mismo nombre que su ancestro. Al final de la habitación, apartados de todos, pude ver a Gideon, su chico Blackthorn mantenía su mano sujeta y parecía que estaba quejándose de todo, ver la sonrisa de Gideon cuando este le abrazó me hizo sentir una explosión de alegría en mi pecho.

Magnus me abrazo y al oído me dijo: - Pide un deseo.

Habían traído un pastel y tenía dos velas en forma de numero encendidas al centro, pensar en algo que pudiera desear en ese momento fue difícil, finalmente lo hice y me incline para apagar las dos mechas de las velas, el numero noventa y siete se apagó dejando un rastro de humo gris, Magnus me abrazo de nuevo y me beso, entonces, mi deseo se había cumplido.

FIN

@MayGraciel♥
Beta: @PitaGonzalezMe

Comentarios

  1. Este..este capitulo me mata de felicidad May, me matas en serio.
    No me canso de leerlo (te dije que vendria) es taaan hermoso y mas despues de lo que pasaron en guerra fria. Me encanta que tengan su para siempre

    Gracias, muchisimas gracias por escribir <3 <3

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  2. Ohh fue triste y hermoso a la vez 😍😍

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  3. Realmente hermosa, felicitaciones y mil gracias por compartir 😍 😘

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  4. DIOSS me llego mucho esta historia, fueron transmitidos tantos sentimientos que incluso llore!

    Como amo a la familia Lightwood-Bane y como amo Magnus y Alec *. *

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  5. May... I love you! Adoro tus historias, de verdad que me llegan al alma y hacen que ame a esta maravillosa pareja cada vez más. �� mi fic favorito es te encontraré. Que te vaya muy bien con tu libro ��

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  6. Podrías escribir sobre Gideon y Julián?

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  7. Adoroo tus historias... continua con max y nathan me encanta esa pareja igual julian y gideon

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  8. Joder, todas tus historias son increíbles, me la leí a todas en tres días ya que no podía parar de leer, espero tenga mucho éxito en tu vida, escribes hermoso.

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  9. En unos días será mi cumpleaños....

    Solo digo xd ahre

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  10. Hola! si alguien me pudiera responder en que orden debo leer el fanfic? apenas lo encontre, pero incie como aparece aquí pero no me concuerda el orden y no le entiendo :( por favor

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    Respuestas
    1. Hola!

      Este es un OneShot, pero algunos personajes vienen del fic Guerra Fría, por si te interesa leerlo también ;)

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    2. hola! no vi que habias respondido hasta hoy que relei la historia. :) me han encantado. seguiras escribiendo otros relatos ? como por ejemplo de mundo invertido. o de algun otro :)

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  11. Whoow ha sido el mas inpactante de todos como describiste todo realmente fue genial me erizo la piel, me encantaria leer alguno en el que algun amor antigua de magnus venga a asele pelea a alex en el corazon de magnus , ya que magnus siempre ha luchaso conrra otros me parecio interesante la idea , un fuerte abrazo y espero muchos mas fanfics tan increinles como este

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  12. Eres realmente increíble, sabes llegar al alma del lector, ojalá podamos seguir disfrutando de tus historias.

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  13. Hermoso profundamente hermoso descubrir esta historia en la serie y la ame y despues busque algo de los libros pero aunque alec parecia un poco malcriado he insoportable recuerden que eran todas cosas que tenía que vivir ya que realmente era un niño Magnus era un hombre con toda una vida o varias vidas yo creo que sabia y lo aceptaba .Lo único que realmente era eterno era su gran amor en distan lineas de tiempo y con distintas experiencias y de alguna manera siempre terminaba elijiendolo por sobretodo dándole una familia para que lo cuidara cuando el ya no estuviera un amor eterno de Ángel y demonio escrito en él mismo cielo espero le den un final hermoso a esa pareja en los libros también gracias por emocionarnos tanto con tu maravillosa forma de escribir ❤❤❤❤❤❤❤❤😘

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