Reencuentro
Sinopsis: Reencuentro cuenta la historia de Alec Lightwood y sus descendientes buscando
mantenerlo junto a Magnus, en contra de la naturaleza humana y teniendo como
principal enemigo, como siempre, el tiempo.
* * * * *
Siempre pensé… Toda mi vida tuve la convicción de
que la vida de los mundanos era insípida y sin sentido. El hecho de haber
tenido un deber y que este haya sido más grande que mi propia existencia, me
dejó, intente convencerme a mí mismo de que mi vida era superior a la de ellos,
los protegía, mas no los valoraba, ahora... Ahora les envidio. Tener una vida finita,
con el brillo de lo cotidiano, con plena conciencia de tus capacidades y
limitaciones, parece ser la vida perfecta, enamorarse, tener familia y morir es
a lo que ellos aspiran. Morir para ellos es simple e inevitable, llegan a un
momento en sus vidas en la que la paz les alcanza antes de que su ultimo aliento
lo haga, se van y quedan quienes les conocieron, se van junto a ellos a su
tiempo y esperan verlos en ese lugar a donde todos queremos ir y en donde confiamos
encontrarnos con los que se fueron antes que nosotros. Morir es simple en la
vida de un mundano, para mí que soy un Cazador de Sombras es imposible, para mí
que me enamore de alguien que no puede seguirme, para mí que no estoy dispuesto
a dejarlo porque mi muerte lo destruirá. Morir para mi es imposible, no puedo
hacerlo y no lo haré, me aferraré a mi débil cuerpo mientras que mi corazón
siga latiendo, me quedaré junto a mis seres amados hasta que me sea posible, no
los devastaré con mi muerte, mientras ellos sigan aferrados a mí, yo me empeñaré
en vivir, sin importar lo difícil que esto sea.
– Alec. – Me llamó Magnus, mí amado Magnus, como lo
hace cada mañana. – Ten cariño, es tea. – El amor en su voz es como un manto
que me envuelve y me da la fuerza necesaria para abrir los ojos y sonreírle.
– Buenos días. – Le digo débilmente, mi voz es
rasposa y baja, sin la fuerza que tenía hace años. Siempre intento estar bien
para él, cada día es más y más difícil. Me ayuda firme pero cuidadosamente a
incorporarme sobre las almohadas de nuestra cama, lo veo por un momento, no se
ha quitado la pijama, hace días que no lo hace, solo cambia una por otra, no se
viste como solía hacerlo, quizás piense que no tiene sentido cuando lo único
que hacemos es permanecer en nuestra habitación, me pone triste verle sin su
brillo habitual, intento que no lo note mientras pasa su mano por mi cabello
blanco y doy el primer sorbo al te que me prepara cada mañana, una infusión con
ingredientes que me ayudan a calmar el dolor de mis débiles músculos.
– ¿Estas bien? – Pregunta preocupado al ver la tristeza
que inútilmente intenté ocultar. Le entrego la taza para que la coloque sobre
el mueble a nuestro lado.
– Estaría mejor si salieras a dar una vuelta. -
Claramente mis palabras le molestan, no importa lo mucho que intente alejarlo,
por lo menos unas horas para que su mente se despeje, Magnus no se aleja de mi
ni por momento. Debería estar feliz por eso, debería.
Magnus sonríe, y toma mi mano, la diferencia entre
mi piel surcada y la suya es absurda, siento sus labios en ella y nuestros
anillos Lightwood brillan en comunión. - ¿Cuándo vas a dejar de intentar
alejarme, Alexander? – dice tierna y dulcemente, aun después de todos estos
años, sus palabras me provocan una agradable sensación en la boca de mi
estómago, es tan bello como siempre, tan hermoso como el primer día y lo amo mucho
más que entonces. Sus labios dejan mi mano y llegan a los míos, un beso dulce y
lento. – Eres todo cuanto necesito. – Me dice y le creo, por supuesto que le
creo, no hay ni un asomo de arrepentimiento en él, hay una contundente
felicidad en sus ojos, felicidad que es tan frágil, como lo son ahora mi cuerpo
y mi corazón.
Pensar en eso me golpea y me da la fuerza para
soportar, para exigir a mi cuerpo que no se rinda, que se quede más tiempo con
él. También Magnus lo es todo para mí, justo ahora podría renunciar a todo por
él, justo ahora solo quiero darle lo que más desea y me siento impotente cada
vez al darme cuenta de que no puedo darle nada, no puedo darle resignación y no
puedo evitarle la pena que es cada vez más inminente. Solo puedo seguir dándole
lo que hasta ahora le he dado, más tiempo.
- Mira lo que encontré. – Me dice animado y se
recuesta a mi lado. – Estaba en el desván y lo encontré en un mar de
fotografías. – Magnus tomó el álbum con su portada en piel negra, comienza a
dar vueltas a las páginas con los recuerdos en ellos, somos nosotros, había
imágenes de nuestra boda, de nuestros pequeños hijos caminando por el pasillo
mientras todos les miraban encantados por su dulzura. - ¿Recuerdas esto? – Me
pregunta con su sonrisa deslumbrante y señalando la imagen de nosotros bailando
frente a todos con mi rostro oculto en su hombro. – Estabas tan avergonzado. –
Me recordó y estuve de acuerdo, nunca en toda mi existencia pensé bailar con mi
esposo frente a tantas personas, pero era mi boda y ese era Magnus.
– Claro que
lo estaba. – Le dije. – Aún no puedo creer que me hayas convencido. Magnus, sin
que su sonrisa desapareciera me miró. – Siempre he sido muy persuasivo.
– Me gustaría tener ese don.
– Tienes
muchos otros, mi amor.
- ¿Cómo cuál?
– Bueno… Esto
será tardado pero podemos empezar con… - La voz de Magnus se fue alejando sin
que yo pudiera hacer nada, de repente sólo escuchaba el arrullo de su voz
ilegible y podía oler su aroma a mi lado. Fue cuando me di cuenta y abrí los
ojos de inmediato.
– Perdóname. – Le dije alterado, sentí mucha
vergüenza. – No pude mantenerme despierto.
Magnus sonrió. – No tienes por qué pedir disculpas,
amor. – Me dijo mientras me ayudaba a volver a las almohadas y se metía a la
cama conmigo. – Creo que estoy listo para tomar una siesta contigo.
– No. – Le dije en una súplica. – No tienes que
hacerlo, no…
– Tranquilo. – Me pidió tiernamente. – Solo
descansemos. - Nuestros rostros estuvieron uno frente al otro mientras el
acariciaba con su dedo mi frente y yo no pude más que cerrar mis cansados ojos
y pedir al ángel que le diera a mi corazón la fuerza para seguir funcionando y
permitirme despertar de nueva cuenta. Despertamos un par de horas más tarde
para comer, Magnus había preparado una sopa de verdura que llevó a la cama y la
comimos juntos.
– Esta buena ¿cierto? – Era deliciosa, en verdad lo era, era el
alimento perfecto para un anciano como yo, pero no para un joven con la
vitalidad de Magnus, no quería decírselo, no quería arruinar su estado de
ánimo, no quería hacer más daño del que ya le hacía.
– ¿En dónde la pediste? – Le pregunte bromeando y
cumpliendo mi objetivo de que se ofendiera.
– ¿Cómo te atreves, Alexander Lightwood? – Me reclamó
con exagerado reproche. – Es una receta exclusiva, preparada por mi persona.
Ambos reímos y conversamos durante las horas que me
mantuve despierto. Me ayudó como todas las noches a tomar un baño y volver a la
cama, sus cuidados siempre fueron especiales, siempre dispuesto y siempre
sonriendo; un ángel no reconocido cuidando a un guerrero agotado. La noche pasó
como las ultimas, me tomaba de la mano y me hablaba hasta que me dormía,
entonces dormía conmigo, muchas veces me preguntaba cómo era que alguien como
Magnus, un joven siempre en movimiento, incapaz de mantenerse quieto, podía
dormir tanto y no necesitar salir corriendo desesperadamente, cuando yo comía
el comía, cuando dormía él lo hacía, ser un anciano era una noción desconocida
para él, pero pareciera que ahora la estaba experimentando a mi lado, como si
nuestros corazones se hubieran acompasado en una sintonía que le permitía estar
al lento ritmo al que ahora yo vivía. Unas horas más tarde después me desperté
y el rostro sereno y azul de Catarina me observaba con detenimiento. Ella
sonrió y yo le respondí igual.
– Hola Cata. – Le dije intentado incorporarme,
Magnus y ella se movieron de inmediato para ayudarme.
– Tómalo con calma, niño. – Me dijo Catarina. – ¿Cómo
te sientes? – preguntó.
– Aun puedo
bailar. – Le dije y ambos sonrieron con melancolía, no importaba lo que
intentara los dos siempre se veían tristes.
– Revisé tu
corazón. – Me dijo con eficiencia. – Es fuerte.
Había cosas en Catarina que a lo largo de los años
había aprendido a entender, y esto fue fácil, esa descripción de mi corazón era
más bien hacia mi voluntad, mi voluntad, que de alguna manera mantenía
funcionando a mi débil corazón. Los ojos de Catarina se cristalizaron, Magnus
no podía ver su rostro ya que estaba de espaldas, la sujeté de la mano y ella
entendió que era mi suplica para que Magnus no viera una lagrima surgir, porque
entonces entendería que mi final estaba cerca. Catarina me ayudó y se compuso
deprisa.
– No
deberías llamarme solo porque duerme de más. – Le regañó la bruja y Magnus
abrió mucho los ojos, claramente Catarina con su broma había dicho algo que no
quería que yo escuchara. Protegiéndome de todo, ese era Magnus.
– No se lo
tomes a mal. – Le dije rápidamente. – Solo quiere una excusa para tenerte aquí.
– Los hombros de Magnus se relajaron, y una vez más yo lo había logrado, había
logrado darle unos segundos de paz a mi amado.
Catarina se inclinó hacia mí. – No se lo digas. –
Me dijo en un murmullo, – Pero desde
hace unos cincuenta años me agradas más que él.
– ¡Oye! – Reclamo Magnus desde atrás. – ¿Cómo
puedes decir eso? – Ambos comenzaron una cómica discusión con el desborde de
sincero cariño detrás de los insultos, tallé entre mis ojos para que estos no
se cerraran y Magnus se movió a mi lado muy rápido.
– Está bien. – Me advirtió. – Cata te ha traído una
medicina que es muy fuerte, te hará dormir, así que puedes descansar. ¿Más? Pensé sin decir nada, no iba a ser
la victima que no era aquí. – Gracias. – Le dije a la bruja que estaba parada a
lado de nuestra cama.
Ella me sonrió y me dijo: – Te veo pronto, Alec.
Entonces yo cerré mis ojos víctima de la
medicación. Aún no entraba en el sueño profundo cuando escuche las voces de
ambos.
– Sé que no
quiere que te diga esto. – Le dijo Catarina y yo luche con todas mis fuerzas
para abrir los ojos y hacer que ella se detuviera de lo que iba a decir, pero
fue inútil. – Pero no puedes seguir haciéndole esto, no es justo.
– ¿De qué estás hablando? – La voz de Magnus se
escuchaba tan sombría, como si estuviera hablando con un desconocido, aun así,
podía sentir como me arropaba y acariciaba mi cabello.
– Lo sabes, claro que lo sabes, Magnus. – No, por favor, por favor no le hagas esto, mis
pensamientos, por muy fuertes que eran no podían hacer que mis ojos se
abrieran, era tan débil. – Alexander sigue con nosotros porque sabe que no
estás listo, sabe que no lo están.
– No sabes lo que dices. – Le dijo mi amor, pero al
escucharlo me di cuenta de que ni él mismo creía en sus palabras. – Nadie puede
mantenerse con vida solo por…
– ¡Puede! – Le dijo Cata levantando su voz.
Desearía que no lo hiciera, que no le dijera todo lo que estaba por decir y que
no lastimara a Magnus, pero ni siquiera eso soy capaz de evitar. – Es su
voluntad lo que lo está manteniendo con vida, pero su cuerpo no resistirá
tanto, su cuerpo sucumbirá y entonces se ira sabiendo que ustedes se quedaran
sufriendo y…
– ¡Calla! – Rogó.
- Tienes que saberlo, si siente que tiene un asunto
pendiente, su alma nunca descansara.
– ¡Cállate! – dijo muy afligido.
Y mi corazón se rompió por el dolor, escuchar la
agonía de Magnus me partió, me destrozó haciendo tiras lo que fuera que dentro
de mí me mantenía vivo y lo que fuera que quedaba de mi cuerpo. Entonces quise
irme, quise desaparecer y la oscuridad me llamó… Y dejé que me llevara, porque
no podía soportar su dolor, no quería sentirlo y no quería saber que estaba
sufriendo, entonces dormí, dormí todo cuanto pude.
* * * * *
– Te amo, te amo, no puedo, no puedo dejarte ir.
Por Dios, no me dejes. - La voz de Magnus no fue lo que me despertó, pero
quizás fue su desesperación, podía sentir su cuerpo junto al mío, mis manos entre
las suyas y la humedad en la almohada por sus lágrimas. Me moví para abrir los
ojos y su voz había guardado silencio. Cuando logré abrirlos su rostro estaba
frente al mío, sus ojos estaban aún cristalizados y sus mejillas enrojecidas.
– Oye. – Me dijo saludándome y me besó antes de que
pudiera preguntar o decir cualquier cosa. – ¿Estás bien? – Me preguntó como si
sólo yo existiera en esa habitación. Como si los segundos recién transcurridos
nunca hubieran pasado. Le concedí eso
– ¿Has hablado con Max? – Le pregunté por nuestro
hijo, ahora no era exactamente un tema alegre, pero necesitaba saber que se
encontraba bien, que volvería a verle. – ¿Sabes en dónde está ahora?
Magnus suspiró – La última vez que hablé con él
estaba en algún lugar de Egipto. Egipto era un lugar fuera de nuestro alcance,
para todo el mundo excepto para Magnus.
– ¿Podrías…? – Quise saber.
– No. – Me dijo de inmediato sin siquiera dejar que
terminara mi pregunta. – No me lo pidas. – Me insistió. – No me pidas que vaya
por él. No voy a dejarte.
Podría habérselo pedido de tal manera que no se
habría negado, podría haberle dicho las ganas incesantes que tenia de verle y
hablarle de nuevo, pero no podía hacerlo, no cuando era como maltratar la
herida abierta y que se hacía cada día mas grande, así que no insistí mas y
decidí hacer lo que hacía desde hace tiempo, resistir, resistir y pedir al
ángel que me dejara ver a mi hijo una vez más.
Max se había alejado hacia poco menos de cinco
años, una tarde comíamos en la terraza junto a Rafe, y Gideon, su ultimo nieto,
él había venido del instituto en donde vivía con su hijo mayor; Santiago, quien
dirigía el instituto de Nueva York, ya que los descendientes de Jace y Clary se
había mudado al instituto de Londres el cual dirigían desde hace casi media
década y hasta apenas un par de años habíamos dejado de ir a visitarlos ya que
mi condición no me permitía atravesar portales.
Gideon, el nieto más joven de Rafe, era un alegre
Cazador de Sombras que había crecido a nuestro lado, consentirlo se había
convertido en el deporte favorito de Magnus y mío, él me recordaba mucho a
nuestro Rafe cuando era adolescente.
Estábamos riendo de nuestro nieto Santiago, el
líder actual del instituto y su rigidez, y de las sorpresas de la vida, ya que
el hijo de Rafe era muy parecido a su bisabuela Maryse Lightwood. Fue un
sobresalto cuando la hija de mi hermana Isabelle, Cecily, nos dijo sobre sus
sentimientos por Rafael, fue igual de extraño saber que Rafe sentía lo mismo,
ellos no eran parientes, pero habían crecido juntos y que el amor hubiera
nacido entre ellos fue algo revelador e inesperado, tal y como fue la felicidad
de su boda y el nacimiento de Santiago, el primer nieto de Magnus y mío, él
tenía la combinación Lightwood, cabello negro y ojos azules. Es todo un Lightwood, había dicho Magnus
cuando se dio cuenta de la madurez y exigencia del niño ante cualquier aspecto
de la vida.
Gideon era diferente a su padre en todas las formas
posibles, los genes de Rafe estaban presentes con demasiada fuerza en él,
lamentablemente Magnus y yo no habíamos conocido a Rafe cuando era un bebe,
pero estábamos seguros de que no podía verse de otra manera, fue como si el
destino nos diera a nuestro pequeño de nuevo, y hasta ahora seguíamos
disfrutando eso. Acaricié el cabello enredado de mi adorado Gideon antes de
levantarme para tomar más café. Esa tarde los músculos de mi mano me jugaron
una muy mala broma y no pude mantener la taza sostenida, el vidrio y el líquido
mancharon el suelo y Magnus se levantó enseguida preocupado por mí, le dije que
nada malo pasaba, que mi mano era torpe y nada más, Max y Rafe estaban
conversando y riendo como siempre lo hacían, ambos se preocuparon al igual que
su padre, mis hijos me observaron fijamente y fue entonces que la vi, esa
mirada en el rostro de mi hijo, sus ojos azules profundos y sensibles mirando a
su padre deteriorado y me di cuenta de que aun viendo mi apariencia, antes de
ese día, nunca había pensado en mi muerte, la vio de frente y no pudo o no
quiso aceptarla. Ahora va por el mundo buscando la manera de que no suceda.
Esa misma tarde, cuando decidí ir a descansar
después de que Rafe y Gideon habían vuelto al instituto, logré escuchar como
Magnus y Max discutieron sobre mí, aún escucho los reclamos en mi cabeza.
– ¿Te quedaras
así? – Le preguntó Max a su padre con su voz inundada de enojo injustificado. –
¿En verdad no piensas hacer nada?
– Max. – Le
pidió Magnus. – Por favor, podría escucharte.
- Está agotado, padre. Su cuerpo lo está, ¿y sólo
dejarás que muera?
– No se puede hacer nada, hijo. – Dijo Magnus y
pude escuchar el dolor en su voz, mi corazón nunca se había sentido tan pequeño
en toda mi larga vida.
– ¿Desde cuándo lo aceptaste? – Le preguntó mi
hijo, pero no se escuchaba enojado, parecía no estarlo, pero sí muy sorprendido
por su reciente descubrimiento.
Magnus y yo nunca hablamos sobre ese momento
inevitable, era como si solo quisiéramos que nunca llegara, me obligue a mí
mismo a creer que se había encargado de sus propios sentimientos, que su amor
había creado un escudo de resignación en su corazón, nunca creí que estuviera
tan equivocado con algo relacionado con Magnus.
– No lo hice. – Le dijo Magnus, la manera en lo que
le dijo fue desgarradora, podía ver las lágrimas en su rostro y podía sentir las
mías corriendo por el mío.
La voz de Max fue más comprensiva después de eso.
Mi hijo le habló a su padre con demasiado cariño. – Yo lo haré. – Lo escuché
con decisión, pero no estaba seguro a que se refería. – Encontraré la manera de
que se quede con nosotros.
No escuché la respuesta de Magnus, pero desde ese
día mi hijo se fue de casa y no le he visto desde entonces.
Esa noche los recuerdos me torturaron, en ocasiones
era así, dormía tranquilamente la mayoría de las veces pero había unas en las
que me despertaba pensando o llamando a mis seres queridos, a Isabelle a Jace…
El primero en irse fue Jace, aún recuerdo y siento
aquella noche en la que lo perdí. Recuerdo el dolor y como me tiré al suelo al
sentir como nuestro lazo se rompía, fue tan doloroso, desgarrador en todos los
aspectos posibles, recuerdo como en ese momento no me importó nada más que
seguirlo, con mis gritos intentaba pedirle que me llevara con él, me tomó días
de consuelo de Magnus despertar de mi aturdimiento, después de eso vivía un día
a la vez, intentando asimilar que ahora las cosas serían así, que ahora viviría
con la mitad de mi mismo, era como si me hubieran quitado una capa de piel, me
sentía más débil, mi sonrisa cambió y mi alma nuca volvió a ser la misma, un
fragmento en mi corazón se hizo oscuro y hasta ahora no se ha vuelto a encender,
Clary me consolaba diciéndome que había muerto de la única manera que le
hubiera gustado, luchando, dando su vida por alguien más, protegiendo a los
humanos.
Tengo presente la noche en la que el cuerpo de mi parabatai se unió a la ciudad de Hueso,
cómo el fuego consumía su cuerpo y de nuevo me sentí morir. Estábamos los cinco
tomados de la mano, rodeados de nuestros hijos y nietos, habían venido
Cazadores de todas partes del mundo a presentar sus respetos a su ídolo. Aún
ahora la leyenda de Jace Herondale sigue viva, el mejor Cazador de la historia,
mi parabatai el que nunca será
olvidado, el que vivirá en mí hasta en el último de mis alientos.
Aún estábamos intentando tener una vida con
resignación por Jace cuando La Academia cayó bajo ataque masivo de demonios y
perdimos a Simón. Entonces tuve que ser fuerte, por Izzy, por Magnus y por
Clary, ver a mi hermana deshecha era difícil, ver a Magnus perdiendo cada vez
más y más el brillo de su sonrisa, frustrante y a Clary, sólo yo podía
entenderla… Desde ese día nosotros nos hicimos más unidos porque ahora ambos
estábamos partidos a la mitad. Los alumnos y maestros habían luchado valerosos
para defender su casa de estudios, Simón como decano nunca abandonó a sus
estudiantes, luchó hasta el último momento a su lado. Siempre dispuesto a
ayudar, a enseñar, Cazador de Sombras y reclutador, el único que podía entender
lo que era haber sido mundano, subterráneo y un Cazador de Sombras, no había
mejor persona que él para comprender a los jóvenes que no encontraban su lugar
y que no tenían rumbo. Isabelle se mantuvo fuerte, tan firme como roca por
fuera y destrozada por dentro. Cada año, en la conmemoración del ataque, rinden
homenaje a Simón Lovelace, rodeado de sus hijos y nietos, el mejor Lovelace de
la historia que les dio un motivo para estar orgullosos de su nombre para
siempre.
Fue la primera vez que vi un cambio en Magnus y la
primera vez en la que me pregunte como había logrado atravesar por esto por
tantas veces a lo largo de todos sus años, siempre perdiendo, siempre
extrañando. Entonces me di cuenta que no cualquiera tiene la capacidad de ser
inmortal sin perderse, no todos deciden ser valientes como Magnus lo hizo.
Logramos tener vidas tranquilas, en paz e incluso
felices, nos teníamos el uno al otro y nuestros hijos y nietos, que cada vez
eran más, eran más y más personas por las que preocuparnos, más y más en quien
derramar nuestro amor. Pasaron muchos años antes de que mis hermanas cayeran en
cama por la debilidad de sus cuerpos cansados. Fue la primera vez que le pedí a
Magnus que se fuera, se enojó tanto con migo, me pidió que no lo volviera a
mencionar, pero no le hice caso, mis hermanas seguían empeorando, el final
estaba cerca y se lo volví a pedir, esta vez no se enojó, me tomo de la mano y
me hablo con tranquilidad.
- ¿Por qué me pides que me vaya? ¿Acaso no te das
cuenta que eres lo que más amo?
- Eres tú el que no se da cuenta. - Le dije,
nosotros éramos ya unos ancianos y el seguía siendo el hermoso Magnus Bane. –
Veo cómo te apagas cada día, como si con nuestra partida nos lleváramos una
parte de ti, no es justo y por eso te pido que te vayas, no veas como nosotros nos
desvanecemos porque eso te consume.
- Puedo entender por qué me pides que me aleje. –
Me dijo sujetando mis manos. – Me amas lo suficiente como para pedirme algo que
te destroza el alma, pero entonces, debes entender que de igual manera irme me
la destrozaría a mí. – Entonces no se lo volví a pedir, le dije que no quería
que se fuera, que por favor nunca se fuera, que lo amaba como el primer día e
incluso más. Me abrazó y me besó y me aseguró que no se arrepentía de nada, que
incluso dudaba que la misma muerte pudiera alejarnos, y le creí.
Magnus nunca se alejó, incluso ahora sigue estado a
mi lado, recuerdo todas las atenciones que tuvo con mis hermanas, las cuido
hasta el último momento. Ellas habían querido volver al instituto de Nueva York
en donde habíamos vivido tantas cosas y en donde habían conocido a sus amores.
Los hermanos silenciosos caminaban de una habitación a la otra esperando ese
momento, Magnus y yo estábamos con Clary aquella tarde.
- Recuerdo la primera vez que te vi, Clary Fray. –
Magnus acariciaba su cabello blanco con cariño. – Un lio en miniatura.
Clary le sonrió débilmente y movió su mano, yo no
pude evitar acercarme, me senté del otro lado de la cama y la sujete.
- Lo veo. – Nos dijo, pero no logramos entender a
lo que se refería.
- ¿Qué ves, Galletita?
Clary sonreía y por alguna razón Magnus y yo comenzamos
a llorar, fue como si supiéramos que ella nos estaba regalando su última
sonrisa.
- A Jace.
Fue lo que dijo mi pequeña hermana con su último impulso
de vida. Entonces Magnus lloró y llamó por ella, se quedó sobre su pecho
durante mucho tiempo y yo lo sujete y sujete la mano de Clary durante todo el
tiempo que nos permitieron hacerlo.
Aún no salía el sol esa madrugada, de la partida de
Clary cuando entré a la habitación de Izzy, no quería decirle nada sobre
nuestra hermana, mantener el secreto no duro mucho.
- Te quedarás con ellos. – Me dijo seguramente al
darse cuenta de mi tristeza. – No te rindas.
Sonreí y le mire extrañado. - ¿De qué hablas, Izz?
Ella levantó su mano para acariciar mi cabello que
también era blanco. – No estés triste por mí, iré a donde debo.
Tomé su mano y la bese. – Te veré ahí pronto. – Le
dije.
Los ojos intensos de mi hermana nunca se apagaron,
hasta el último minuto se veían feroces y fuertes. – No. – Me dijo. – No es ahí
donde debes ir. No te rindas… No los dejes.
- ¿Izzy?
Mi hermana cerró los ojos y sonrió. – Me espera mi
mundano. – Y como si Clary hubiera tomado su mano para acompañarla en el camino
que tenía frente a sí, Izzy se fue.
Aún cuando ella me pidió que no estuviera triste...
Nunca había llorado tanto y nunca había gritado como lo hice esa noche, en la
orilla de esa cama la sujete con fuerza y desee irme con ella, me tomó meses de
consuelo de Magnus no despertar en las noche gritando su nombre, incluso ahora,
hay madrugadas e las que despierto llamando por ella, por Jace.
La pérdida de Isabelle me hizo darme cuenta de lo
que yo podía hacerle a Magnus cuando me fuera, entonces entendí lo que me dijo
con sus últimas palabras, que debía permanecer aquí, con él, y desde entonces
lo he hecho, he estado luchando en contra de mi propio cuerpo para no dejarlo,
para darle el tiempo suficiente para que esté listo, el problema es… Que
ninguno de los dos está listo para dejar ir al otro. Nunca lo estaremos y
tenemos que aceptar nuestro cruel e injusto destino.
* * * * *
GIDEON JOSEPH LIGHTWOOD
- Debe haber algo que se pueda hacer.
- ¿Algo como que, padre? – Le preguntó padre a mi abuelo, estar escuchando a hurtadillas a través de una puerta no cerrada no era
precisamente lo mejor que un Cazador de Sombras podía hacer, pero en el
instituto, era una de las mejores formas que se tenían para enterarte de lo que
ocurría.
- Mis padres, tus abuelos, están sufriendo y sólo
te quedas ahí siendo completamente inútil. – Tuve que llevar mis manos a mi
boca para no dejar escapar la risa que me provocó ese comentario. Mi abuelo
Rafael era siempre duro con papá, pero papá era siempre duro con todos y era la
mejor forma de hablarle.
Escuché como mi padre dejaba salir el aire con
exasperación. - ¿Qué hay de mi tío?, ¿haz sabido algo de él? Se supone que debe
estar aquí para cuando mi abuelo…
-Mi hermano no volverá, no hasta que encuentro lo
que está buscando.
- Es lo que puedo hacer, padre. – Dijo papá ahora
con amabilidad. – Enviaré a alguien a buscarlo y…
Mi padre se quedó callado y escuché los pasos de mi
abuelo y su bastón acercándose a la puerta, me quedé muy quieto esperando que
no se diera cuenta de mí. – ¿Mandarlo a buscar? - Se quejaba mi abuelo mientras
se alejaba de papá. – Es mi hermano, ¿crees que no lo puedo hacer venir cuando
quiera?
- Padre. – Le dijo papá, pero mi abuelo no se
detuvo, cerró la puerta de la oficina de papá y caminó por el largo pasillo, yo
me había movido detrás de un pilar para no ser visto, pero mi abuelo era un
experimentado Cazador de Sombras.
- ¿Vas a venir? ¿O te quedaras ahí como tonto? –
Quiso saber.
Salí de mi escondite y corrí para alcanzarlo. -
¿Cuál es el plan? – Le pregunté, de todos en la familia, mi abuelo y yo éramos
los más cercanos a los Ancestros Lightwood, me gustaba llamarlos así, el abuelo
Magnus lo odiaba. - ¿Quieres que vaya a buscar a tío Max?
- La última vez que hablé con él me dijo que estaba
cerca de encontrar lo que buscaba. – La voz de mi abuelo era rasposa, un
anciano cascarrabias pero había ilusión en sus palabras en esta ocasión. – Me
pidió algo, lo tomaras y se lo llevaras.
- ¿No puede tomarlo él? – Le pregunté y moví mi
mano imitando a las suyas cuando hacia magia.
- No con esto, por eso me lo pidió a mí.
- ¿Qué es? – Mi abuelo y yo seguimos caminando por
los pasillos del instituto, el guardó silencio, una mala señal en lo que a mí
respecta. - Es ilegal ¿Cierto? – Quise saber.
Mi abuelo sonrió.
Esa tarde después de terminar con mi abuelo Rafe,
fui a visitar a los ancestros.
- ¡Que gusto verte, chocolate! – Me dijo el abuelo
Magnus. - ¿Está todo bien en casa?
- Todo normal. – Le dije. – Mis hermanos luciéndose
en Alicante, mi padre luciéndose aquí y tu hijo quejándose de todo.
- Lo normal. – Me dijo y sonrió. Le pregunté si
podía subir a ver a mi abuelo Alec, aceptó, no sin antes pedirme que intentara
no despertarlo.
Me gustaba estar con ellos, me gustaba ver a mis
abuelos juntos y ver la forma en la que se comportaban, cuidándose mutuamente.
Muchos Cazadores de Sombras que venían de Idris me decía que era extraño verles
juntos, para mí no lo era, ellos eran Alec y Magnus, mis bisabuelos, había
leído y había escuchado tanto de ellos que lo único que yo hacía era
admirarlos, por lo que hicieron para salvar el mundo, por lo que hicieron para
salvarse y para salvar su amor.
Entré a la habitación y me arrodillé a un lado de
la cama sin tocarla, miraba a mi abuelo y pensaba en lo difícil que fue para él
ser un Cazador de Sombras que necesitó aceptarse y hacer que los demás le
aceptaran, gracias a él y a los que le siguieron detrás, ahora yo podía ser
pleno con mi elección de pareja, la cual era un chico de cabello negro que solo
pensaba en los libros, y que había rechazado mis últimas invitaciones a salir,
pero yo era un Lightwood y no me iba a rendir, y también era un Bane e iba a
conquistarlo.
Me acerqué un poco más y cuidadosamente coloqué mi
mano sobre el pecho de mi abuelo, cerré los ojos y lo pude escuchar, su corazón
latía lento pero constante; un guerrero invencible. Sin hablar le hice la
promesa que haría todo lo que estuviera en mi poder y más para ayudarlo. Es lo
menos que podía hacer después de que fueran los causantes de las vidas tan
excepcionales que habíamos tenido.
Volví al instituto y mi parabatai ya estaba ahí, volvió de una misión, el rubio no se había
despeinado un solo cabello, era un Herondale después de todo. No hablé con él,
no lo necesitaba, tomé mi equipo y mis armas, un arco y flechas que mi abuelo
me había dicho eran del ancestro Alec, no me pareció que nada fuera más
apropiado, esta misión era en su nombre. Caminamos rápidamente hacia el techo del
instituto, había guardado el encargo de mi abuelo Rafe en una mochila que debía
ser cuidadosamente custodiada.
Luke se quedó en la escalera mientras yo preparaba
el portal, Los Cazadores de Sombras normales no podían hacer portales, pero en
mi caso era diferente, usaba las runas que una vez creó Clary Herondale, más
las runas mágicas que los brujos hacían, la magia estaba prohibida para los
Cazadores de Sombras, pero no para mí, en mi nombre estaba el derecho de usar
magia y nunca, a diferencia de mis hermanos, temí usarla. Tracé las runas del
ángel y las prohibidas, di un paso atrás y el portal apareció. Luke usó su
estela para que la puerta no se abriera con facilidad y se colocó a mi lado.
- ¿A dónde vamos? – Me preguntó solo por
curiosidad.
- Mis ancestros tienen una mansión en Egipto y mi
abuelo cree que quizás ahí encontremos a mi tío.
Luke sonrió. – Guíame, Gi. – Lo tomé del brazo y
ambos saltamos al portal.
* * * * *
Me tomó unos segundos reconocer el lugar, los
grandes jardines, con las fuentes y las paredes multicolor, mis ancestros me
habían traído aquí un par de veces para vacacionar, todo el lugar estaba lleno
de gratos recuerdos, lo que me llenó aún mas de esperanza, fue la vida que
tenía la casa, había asistentes caminando por aquí y allá. Uno de ellos me reconoció
de inmediato, me saludó y me guió hacia la tercera planta en donde estaba la
biblioteca y el estudio principal, abrí la puerta, todo estaba iluminado,
detrás del escritorio, con la mirada clavada en los pergaminos pude ver al
joven que vine a buscar, era un semblante duro y serio de adulto, pero en una
rostro que no aparentaba ser mayor al mío, ahí estaba Max Lightwood-Bane, mi
tío.
Habían pasado cinco años desde la última vez que lo
vi, él no había cambiado nada, pero yo seguramente si y de una manera drástica,
pero pareció que eso no importaba, levantó la vista, me miro y sonrió
abiertamente.
- ¡Gideon! – Me dijo y se acercó para abrazarme, un
abrazo pleno y largo, me sentí tan feliz de que me hubiera reconocido de la
manera que lo hizo. – No puedo creerlo, cariño. ¿Qué haces aquí? O mejor dicho…
¿Quién te envió? ¿Mi padre o mi hermano? – Dijo con media sonrisa.
Yo sonreí y él lo supo. – ¡Mi hermano, por supuesto
que fue mi hermano!
- Está preocupado. – Le dije y él no había soltado
mis brazos, seguía mirándome con una fascinación con la que sólo me miraban mis
ancestros. – No puedes culparlo. – Le recordé.
- No lo hago, chocolate. – Me dijo y Luke se rio.
La atención de mi tío se fue a él. – Lucían ¿cierto?
- Luke, - Le corrigió amablemente planteándole que
podía llamarlo como solo dejaba hacerlo a los amigos. – Lamentamos llegar sin
anunciarnos. – Dijo con cordialidad.
- ¡Tonterías! – Dijo mi tío, retomó su lugar detrás
del escritorio y nos pidió que nos sentáramos. – Esta casa es de Gideon y por
lo tanto también de su parabatai.
- Mi abuelo me dijo dónde buscarte.
- Rafe siempre sabe cómo encontrarme. – Dijo, era
un poco extraño, no se veía con mayor edad que nosotros, aun así sus
movimientos y la manera de hablar le hacían tener un aire de adulto. - ¿Qué
cuentas de casa? – Me preguntó con seriedad, al parecer estaba preocupado.
- Los ancestros están bien, ya sabes… soportando
cada día.
- Se me acaba el tiempo. – Se inclinó en el
escritorio a ver los documentos dispersos ahí.
- Por eso vinimos. – Le dije y de mi mochila tomé
el libro que llevaba y lo puse frente a él. – Creo que esto ayudará.
Mi tío le miró con detenimiento, le tomó muy poco
tiempo descubrir lo que era. – Esto… ¿Cómo? ¿Cómo lo has conseguido? – Preguntó
sorprendido.
- De la Ciudad de Hueso. – Le dijo Luke.
- Si, eso lo sé. ¿Tienen una idea de cuantas
peticiones hice para tener acceso a este libro?
- Ese fue el
problema. – Le dije. – Pedirlo.
Levantó su mirada y buscó la mía, se miraba
asustado, más que eso, aterrado. – Gideon Joseph Lightwood-Bane ¿Lo has tomado
sin permiso?
- Tomamos. – Dijo Luke, mi parabatai nunca me dejaba solo, ni siquiera en un evidente reproche
y desaprobación.
- Esto no es un juego. – Nos regañó. - ¿Sabes lo
que podrían hacerles?
- ¿Trabajo forzado acomodando libros en La
Academia? – Pregunté. – Somos Nefilims, podemos acceder a los libros de La
Ciudad de Hueso.
- No a este tipo de escritos. – Mi tío abrió el
libro con mucho cuidado. – Consideré que quizás no era bueno decirle que lo
dejé caer un par de veces. – Aquí vienen las más antiguas leyendas, las
primeras y las que por obvias razones, se han mantenido como ecos a lo largo de
la historia.
Luke y yo nos miramos, quizás el castigo podría ser
un poco más severo de lo que pensábamos.
- Vine aquí siguiendo una de ellas, con la
esperanza de encontrarla. – Dijo.
Me levanté, no teníamos tiempo, Tío se puso
nervioso al verme manipular el libro, pasado las hojas con un poco más de
velocidad con la que él lo hacía. Entonces encontré lo que había ido a mostrarle.
– Aquí. – Le dije y señalé con mi dedo por encima del papel amarillento, las
letras eran doradas y antiguas. Ahí decía Fons
Luventatis. Tío se inclinó para ver más de cerca, sus ojos se iluminaron y
su boca se curvo en las comisuras.
- Todas las leyendas son cierta. – Dijo y nos miró.
– Lo hemos encontrado.
- Así es, - Le dije y seguimos estudiando la
información, sabía algo de lectura y escritura antigua, mi ancestro Alec me
había enseñado a amar lo antiguo y los misterios de ello. – Pero si buscamos
una interpretación moderna a este mapa. – Le dije y le mire a los ojos. –
Estamos del lado equivocado del planeta.
- Incluso en las tierras equivocadas. – Agregó
Luke. – Según esto, las aguas sagradas alimentan los terrenos del pueblo que no
envejece.
- El reino Hada. – Dijo Tío. – Tiene sentido. Aun
así, debemos entrar ahí sin ser detectados, las hadas son aprensivas con sus
reliquias, está la han mantenido oculta desde hace miles de años.
- El rey hada. – Le dije sin temor a equivocarme. -
¿No fue tu novio?
El sonrojo en tío siempre fue gracioso, su piel
azul le tornaba las mejillas en un escarlata intenso. – Eso fue hace mucho,
mucho tiempo.
No pude evitar sonreír. - ¿Desde cuándo a los
brujos o las hadas les importa el tiempo? – Pregunté.
- De acuerdo, chico listo. Hay que ponernos en
movimiento.
- Será un reencuentro emotivo. – Dijo Luke y tío le
miro con gracia e incluso cariño.
- Había olvidado que era tener a un Herondale
cerca.
Las cosas se movieron alrededor nuestro en toda la
habitación, en realidad había visto eso muchas veces antes, estaba empacando. -
¿Listos? – Preguntó, tomé el libro y lo coloqué de nuevo en mi mochila, Luke y
yo pusimos una mano en cada hombro de tío, chasqueó sus dedos y entramos en un
remolinó de energía mágica.
Max Lightwood-Bane, mi tío abuelo era un ser
poderoso, había dedicado gran parte de su vida a estudiar y mejorar la magia, el
portal no tenía ahora que ser trazado en una pared, los brujos más sofisticados
habían logrado, gracias a él, concentrar su magia y hacerse aparecer en
cualquier parte del mundo, la regla de conocer tu destino era aún obligatoria,
pero aun así, la mejora que había logrado era algo que ayudó a los de su
especie hasta el final de los tiempos.
- ¿En dónde estamos? – Preguntó Luke cuando
aparecimos en terrenos verdes. Había mucha gente alrededor, usábamos los tres
un glamour y nadie nos veía, solo pasaban de nosotros. Darme cuenta del lugar
fue sencillo, había viajado aquí con los ancestros en varias ocasiones, el
ambiente era festivo, como siempre en este bosque, había canales cubiertos con
lirios y en ellos los botes que los lugareños llamaban chalupas.
Cuando miré a tío él también sonreía, uno de sus
lugares favoritos en el mundo. – México. – Le dije y me sonrió dándome la
razón. – Estamos en Xochimilco, que significa “Lugar de sembradíos de flores”.
- ¿Flores? – Preguntó Luke.
- Los aztecas fundaron su ciudad sobre huertos
flotantes situados sobre una laguna y en donde se cultivaban flores y hortalizas.
Los aztecas, antiguos, llevaron a cabo en esos jardines plantaciones intensivas
por medio de las cuales ampliaban las extensiones de tierra firme. De hecho, la
propia Tenochtitlan fue erigida por
aquéllos en el siglo XIV sobre una isla del lago Texcoco.
- No estamos aquí por las flores. – Dijo Luke, - Si
no por el agua.
- El agua que alimenta al pueblo que no envejece. –
Repetí. – Debe haber una entrada al reino hada en alguna parte por aquí.
- La hay. – Me aseguró tío. – Síganme.
Caminamos entre la abundante vegetación, sin darnos
cuenta de pronto estábamos en terrenos de las hadas. Luke y yo sacamos nuestras
piedras de luz mágica. Mientras que afuera había luz de medio día, ahí había
oscuridad.
- El libro. – Me pidió tío y se lo di, usó magia
para iluminar sus páginas. – No creo que esto sea literal.
Antes de que cualquier cosa ocurriera, una flecha
atravesó el aire cerca nuestro, los tres logramos esquivarla y Ésta termino en
un árbol al otro lado. – Parece que no somos bienvenidos. – Dije y saqué mi
espada, Luke hizo lo mismo, susurramos los nombres de ángeles y se iluminaron
haciendo que todo fuera más claro.
- Sean precavidos. – Nos pidió tío. – No venimos
aquí a lastimar a nadie.
Eso era bastante razonable para todos, menos para
quienes si querían lastimarnos. En unos segundos nos vimos en medio de una
batalla, los tres a la defensiva sin lanzar ataques que pudieran herir a nadie.
Luke y yo usamos nuestra estela para dormir o inmovilizar a las hadas, tío
chasqueaba sus dedos haciendo que cayeran inconscientes, todo esto evitando las
flechas y las filosas espadas.
- No creo que esto nos lleve a algo. – Dije
brincando por sobre la cabeza de un guardia y golpeando con el mango de mi
espada su nuca, quien cayó inconsciente como el resto, pero parecían no tener
fin.
- Estoy de acuerdo. – Dijo mi tío y aplaudió, hubo
luz en toda el área, como si el sol hubiera obedecido a sus manos y brillara
sobre nosotros. – Nos rendimos. – Mi tío tenía sus manos al aire.
Luke y yo nos miramos. Este no era exactamente el
plan que teníamos en mente, pero de los tres, era el más sabio. Dejamos caer
nuestras armas y lo imitamos con nuestras manos levantadas. Las espadas de
inmediato amenazaron nuestras gargantas.
- No queremos lastimar a nadie. – Dijo tío. – Estamos
buscando algo.
- No fueron enviados por La Clave. – Nos dijo uno
de ellos. - ¿Qué han venido a buscar sin ninguna autorización?
- No hemos tenido
tiempo para eso. – Explicó. – Pero les aseguramos que podemos adquirir su
consenso, si nos dejan hablar con alguien a cargo.
- Estoy a cargo. – Anuncio una voz que se acercó,
el hada era alto y tenía el cabello amarillo, había marcas en su rostro, como
si trajera en su piel un árbol que crecía desde su cuello. Fue muy clara su
reacción al pasar por nuestros rostros para detenerse en el de tío. - ¿Maxwell
Lightwood-Bane?
- ¡Hola, Vladimir! – Contestó mi tío, Luke y yo
esperamos la siguiente reacción, fue un alivio ver al hada sonreír.
– ¡Ha pasado mucho tiempo, que gusto encontrarle! Libérenlos.
– Ordenó.
Tío y el hada llamado Vladimir se acercaron y
estrecharon sus manos, Luke y yo habíamos escuchado la historia, los Lightwood
y las hadas tenían una buena relación, eso era gracias a mis ancestros y
gracias a mi tío. Los detalles no los conocíamos, pero era más que evidente que
esa relación seguía intacta.
- Le dará gusto verte. – Dijo el hada y tío sonrió.
Su sonrisa me dejó muy claro que también a él le
daría gusto ver al Rey Hada. El Rey Seelie había vivido un tiempo, hacía muchos
años, como un Cazador de sombras, era hijo de la antigua Reina Seelie y de
Jonathan Morgenstern, el causante de la Guerra Oscura a la cual mis ancestros y
familia en ese tiempo, salieron apenas con vida. Los Herondale y los Morgenstern
estaban relacionados por sangre, mi parabatai
lo sabía por las historias contadas de generación en generación, pero nunca
había conocido a su pariente el Rey Seelie.
Los guardias y Vladimir nos condujeron hacia
palacio, era extraño estar en el reino hada y sentirse bienvenido, fue aún más
extraño la forma en la que trataban a mi tío, como si fuera parte de la realeza
del lugar, entramos a los grandes muros, Luke y yo no podíamos dejar de ver las
flores y las enredaderas que estaban en los altos techos, una impresionante
forma en la que todo en la naturaleza convergía con las construcciones
realizadas por ellos.
La guardia se abrió camino y frente a nosotros
estaba un gran trono vacío, El hada Vladimir que parecía ser un especie de
camarlengo real nos pidió que le siguiéramos, caminamos a lado del trono hasta
una habitación detrás de él. Era un lugar mucho más acogedor, había estantes
con libros, un escritorio y un par de muebles muy convencionales, un reflejo,
quizás, del Rey y su vida como Cazador de Sombras. Había un joven, en
apariencia no mayor a nosotros, estaba inclinado sobre lo que parecían ser unas
piedras grabadas, el chico levantó la mirada, fue impactante ver los ojos
verdes Fairchild y el cabello rojo, incluso Luke tenía una forma en el rostro
igual a él, un Cazador de Sombras por completo, a excepción de las orejas en
punta que sobresalían de su cabello revuelto color cereza. No lo pensó mucho, su
mirada se fijó en tío y caminó hacia él sin detenerse, entonces ellos estaban
besándose, mis ojos se abrieron, era algo que nunca esperé ver, fue cómico,
incómodo y esperanzador, tío lo sujetó por su espalda, ambos correspondiendo al
beso sin duda. Volteé hacia Luke y al hada Vladimir intentando saber que pasaría
a continuación.
- Será mejor que los dejemos solos. – Dijo el hada
sonriendo.
Los tres caminamos a la puerta y al voltear hacia
ellos antes de salir, les mire sonriendo con sus frentes pegadas, eso me hizo sonreír
a mí también.
Caminamos por un largo pasillo siguiendo a
Vladimir, no fue sutil al girar a verme. – Eres igual a tu abuelo. – Me dijo. –
Fue impactante verte en un principio. ¿Cómo esta él? ¿Sigue intentando cambiar
el mundo?
- Creo que lo logró.
- Nunca lo dude de Rafe Lightwood. - Nos indicó que
entráramos a una habitación, era muy lujosa y acogedora, había dos camas en
ella. – Deben estar cansados, El Rey y Max seguramente tienen mucho de qué
hablar, descasen por esta noche, me tomé la libertad de dejarlos en la misma
habitación, son parabatai ¿cierto? Entendemos
poco las hadas de eso, nuestro Rey nunca tuvo uno, pero conocimos a sus
ancestros, la historia sigue contando sus memorias de amor.
Luke y yo sonreímos, le agradecimos y nos indicó la
comida que estaba dispuesta para nosotros. – No está encantada. – Nos aseguró,
- Son invitados.
Vladimir salió y Luke me miró fijamente. - ¿Estas
bien?
- No entiendo. – Le dije. - ¿Por qué tío está
alejado del Rey?
- Sus mundos son diferentes.
- El de Ancestros lo era también, hicieron todo
para cambiarlo.
- ¿Aún hay personas que dependen de ellos? Es
decir, Uno es un Rey, no puede dejar a su pueblo y Max, bueno, ¿No estamos aquí
intentando ayudar a sus padres? Supongo que cuando sea el tiempo podrán estar
juntos, ellos tienen todo el que desean.
- Claro, pero aun así, no me hace sentir mejor. –
Luke me dio un recipiente con agua.
- ¿Estas mal por ellos o por ti? – Preguntó sin
rodeos.
Le miré.
- Ya sabes, Por Julian. – Continuó.
- A Julian no le importo, le dije que vendría y no
se tomó la molestia de levantar la mirada de su libro para verme. – Tomé una
fruta y me tire a la cama, disimular que algo no me afecta es difícil cuando se
trataba de Luke.
- Es un Blackthorn, - Intentó consolarme. – No
puedes culparlo por no ser el más emotivo.
- Supongo que debería rendirme.
- No es de mi parabatai
decir eso. – Me reprochó.
- En ocasiones solo tenemos que dejar ir. ¿Cierto?
Luke sonrió, una sonrisa que me intrigó y al mismo
tiempo me llenó de alivio y esperanza, una extraña mezcla.
- ¿Olvidas que estamos aquí exactamente porque no
queremos hacerlo? – Me recordó.
Eso era verdad, pero siempre he pensado que la
historia de mis ancestros había sido creada para tener un final diferente,
pensar en su adiós no se sentía correcto, incluso para mí, estar listo para la
muerte es parte de ser un Cazador de Sombras, estar listos para ver separados a
Alec y Magnus no era algo que nuestra familia quería dejar que ocurriera.
Luke y yo conversamos hasta que se quedó dormido,
aun cuando sabía que no iba a recibir respuesta, envié un mensaje de fuego a
Julian, no le dije nada inteligente, ni mucho menos cariñoso, solo quería
despedirme antes de cerrar los ojos, esto de estar enamorado era un asco.
* * * * *
A la mañana siguiente, Luke y yo salimos de la
habitación, Vladimir nos esperó en el pasillo y nos encamino de nuevo hacia la
habitación en donde estaban Tío Max y El Rey Seelie.
- La fuente de la juventud. – Dijo El Rey. – Es
verdad que la leyenda surgió de nuestro pueblo, sin embargo, eso no puede
indicar que…
- Si hubiera una posibilidad, si… - Dijo Tío con un
tono de desesperación. – Si existiera, ¿En dónde debería buscar?
El Rey me miró. – Eres increíblemente parecido a
Rafe.
- Siempre me lo dicen.
- ¿Tienes el libro?
Lo saqué de mi mochila y se lo mostré, El Rey identificó
de inmediato las palabras en él; Fons
Luventatis. Vladimir se acercó para examinar los escritos.
- Es una historia milenaria, aún para nuestro pueblo.
- Nat. – Dijo Tío. - ¿Puedes ayudarnos?
El Rey le miro. – Lo intentaré, hare lo que sea por
ti… Por tu familia.
- Nuestra familia. – Le dijo Tío y ambos sonrieron,
una sonrisa de complicidad, definitivamente habían hablado mucho en la noche
que pasaron juntos.
- ¿Qué nos pueden decir del mapa? ¿Existe ese
lugar?
- Existe. – Dijo Vladimir. – Lo más conveniente es
ir ahí directamente. Después de eso…
- ¿Qué sucede? – Pregunté.
- Las palabras aquí escritas. – Dijo El Rey. – Son una
especie de poema, no parece ser algo literal, por ahora sólo tenemos como hecho
el lugar en donde podría descansar la fuente.
- Para mí eso está bien. – Dijo Luke.
Su ánimo fue rápidamente contagioso. Salimos de
palacio preparados para la expedición, el Rey nos acompañó, nos proporcionaron
caballos espectaculares que nos llevaron al lugar en medio día.
Era como haber viajado a un mundo por completo
diferente, el fango cambio a piedra, la vegetación a rocas lisas y enormes.
- Considero que la fuente debe ser un manantial,
estos pueden ser constantes o intermitentes.
- Eso explicaría el tema de la búsqueda.
- Un manantial natural se filtra a la tierra.
- Alimentando el pueblo que no envejece.
- Todo encaja. – Dijo El Rey. – Sin embargo, nunca
ha sido visto por nadie.
- Quizás nadie lo ha buscado bien. – Dijo Luke.
El Rey bajó de su caballo color celeste. – Quizás,
Herondale. – Le dijo estando de acuerdo con él y sonriendo.
Tío hizo aparecer la imagen del mapa desde la palma
de su mano. - ¿Nos guías? – Pregunto al Rey. Caminamos detrás de él, se veía
como uno más de nosotros, había runas en su cuerpo y una espada larga estaba en
su mano con estrellas de plata en su mango. Los pasos eran por encima de las
rocas, estaban mojadas y eran resbaladizas, caminamos lentos pero con
seguridad, llegamos a una enorme caverna, la entrada era casi del tamaño de un
edificio de tres pisos, Luke, El Rey y yo hicimos brillar nuestras piedras
mágicas, Tío usaba el fuego azul de su mano para iluminar, de las paredes
brotaba un líquido gelatinoso de color azul.
- ¿Qué es? – Preguntó Luke acercando la luz a la
sustancia.
- Las hadas tienen prohibido entrar aquí. – Dijo el
Rey. – Hay guardianes que protegen esta caverna y lo que hay dentro, pero eso
fue hace siglos.
- No suena muy alentador. – Les dije y coloqué una
flecha en mi arco, escuchar sobre los guardianes me hizo estar preparado para
cualquier cosa que pudiera pasar, o cualquiera que nos quisiera enfrentar.
Caminamos por casi una hora, la caverna seguía
disminuyendo de tamaño y aumentando su oscuridad, entonces llegamos al final, en
donde se abrió un espacio circular. Tío lanzó una bola de luz a las alturas y
eso iluminó el lugar con un color azul claro. Frente a nosotros se encontraba
una pared de roca y de ella surgía, como si se hubiera fundido con la piedra,
una fuente de tres niveles, de todo en el lugar resaltaba, era del color del
marfil, había plantas creciendo a su alrededor, un lugar que no había sido
visitado por ninguna especie en siglos.
Nos quedamos perplejos, eso era demasiado sencillo
para creerlo. Tío se acercó y entró al agua que rodeaba la fuente.
- Esta vacía. – Nos dijo y miro a sus pies. - ¿Podría
ser?
Ciertamente no había manera de saber si el agua en
ese pequeño lago a sus pies era lo que habíamos venido a buscar.
- Quizás…
Entonces todos nos abalanzamos hacia enfrente, tío
había desaparecido de nuestra vista, como si algo lo hubiera jalado a lo
profundo del lago, era casi imposible de creer, ya que hacía unos segundos
caminaba en él y el agua no llegaba a sus rodillas, el que se movió con mayor
velocidad fue El Rey, gritó el nombre de Tío y entró al agua con sus brazos
hacia enfrente, sin dudarlo, como una aguja veloz. Luke y yo lo seguimos,
entonces todo cambio del color, habíamos entrado al agua y después trazamos la
runa que nos permitía respirar de bajo. A veces me preguntaba cómo era que los
Cazadores anteriores habían vivido y luchado sin estas runas creadas por la ancestro
de Luke.
Marqué a Luke y él a mí, nuestros pulmones se
llenaron de aire, estábamos bien, pero Tío y Nathan no, no sabíamos cuánto
tiempo tendrían, nadamos hacia abajo siguiendo la piedra mágica que Nathan no
había soltado. Nadaba con desesperación hacia tío, sin preocuparse de su propia
seguridad, Tío estaba siendo jalado por unas criaturas mitad humanos, mitad
peces, había mirado demonios con partes similares a los peces, esto no se
parecía en lo absoluto, eran escalofriantes y fuertes, Luke fue tomado por dos
de ellos y al estar sumergidos no podía usar mi arco, tome una espada larga y
libere a mi parabatai. Seguimos
nadando para alcanzarlos, pero más seres nos taparon el paso, hicimos brillar
nuestras espadas, pero nuestros movimientos en el agua eran lentos, y ellos
eran impresionantemente rápidos y agiles, sentí como uno rasgaba mi espalda con
una de sus garras, grite, pero de mi boca solo salieron gorgoteos y burbujas.
Luke me sujetó y me movió hacia una de las paredes, se colocó frente a mí en
una posición protectora, el agua tenia ahora manchas rojas que salían de mi espalda,
mire abajo y Tío y Nathan mantenían otra lucha feroz contra las criaturas.
Lo único que podía pensar, lo único que podía
salvarnos era salir del agua. Luke se movió hacia ellas, pero le rodearon y
sujetaron rápidamente, lo llevaron al fondo y yo me esforcé para alcanzarlos, seguí
intentando llegar a ellos, observé como Luke lograba liberarse y ahora peleaba
a lado de Tío y Nathan. Mis fuerzas estaban terminándose y mi cuerpo se hacía
cada vez más pesado, lo miré pero no pude moverme para esquivarlo, una de las
criaturas, con sus ojos grandes y negros se colocó frente a mí y enterró su
arma de tres picos en mi hombro y parte de mi pecho, el dolor fue insoportable,
a pesar de estar en el agua, mi cuerpo comenzó a arder. La criatura retiró el
arma y entonces todos se quedaron quietos, ellos miraban abajo y lo hice
también, El Rey tenía sus palmas levantadas y un remolino se formó desde sus
pies, el agua se unió a la precipitación y nos atrapo a todos. En el siguiente momento
el tornado nos había escupido fuera del agua, levante mi cabeza para ver, Luke
estaba tosiendo y se arrastró hacia mí. Tío se puso de pie y corrió hacia mí,
Nathan estaba parado frente a nosotros, las criaturas ahora estaban esparcidas
por el lugar, sin su elemento ahora ellas no podían moverse.
- ¡¿Cómo lo has hecho?! – Exigió saber una de ellas.
- Estos son mis dominios. – Dijo él y no sonaba
como un adolescente, había poder en su voz que hacía retumbar las paredes de la
caverna. – Los elementos me obedecen y ustedes deben hacerlo también.
Las criaturas se miraron entre ellas. - ¡Su
majestad! – Dijo finalmente uno de ellos. – Creímos, miramos las marcas…
- Soy un Cazador de Sombras. – Les dijo. – Y soy su
Rey.
Las criaturas cambiaron de forma, la mitad pez
transmutaron en un par de extremidades que podrían considerarse piernas. Todas
y cada una de ellas se pusieron en pie, para después arrodillarse y bajar sus
cabezas ante Nathan. – Nuestra insolencia fue grande. – Dijo el que se colocó
frente a los demás. – Le suplicamos nos perdone, los confundimos con intrusos,
han venido aquí desde hace siglos buscando el líquido. Solo intentábamos
proteger lo que es de su majestad.
- Están haciendo su trabajo. – Dijo Tío, sus manos
estaba sobre mis heridas, no sentía dolor, pero si un agotamiento que estaba
aumentando. – No puedes castigarlos por eso.
- No lo hare. – Dijo Nathan sin perder su postura
de Rey. – Pero solicito tomar del líquido que custodian.
- Lo que usted demande, Majestad. – Dijeron las
criaturas al mismo tiempo. Y la fuente que estaba en la pared comenzó a dejar
brotar agua, un líquido de un azul brillante, que reflejaba destellos de oro.
Intente levantar más mi cabeza para poder observar,
el movimiento me causó dolor punzante. – Quédate quieto. – Me pidió Tío. – Tus
heridas son delicadas. Te haré dormir.
- No. – Le pedí pero mi voz sonó muy débil.
- Esta bien, cariño. – Me habló de la misma manera
que hacía cuando tenía miedo de niño, - Duerme y cuando despiertes estaremos en
casa, lo prometo. – Me sonrió.
Quizás fue la magia, quizás mis heridas, pero no
pude seguir manteniendo mis ojos abiertos.
- Lo logramos, lo hiciste bien. – Me dijo Tío y fue
lo último que escuché antes de que todo se volviera oscuro.
* * * * *
No fue difícil darme cuenta del lugar en donde estaba al abrir los ojos,
la gran ventana que daba a los jardines traseros del instituto estaba frente a
mí, los edificios de Nueva York se veían de multicolor por las luces que
surgían de ellos, había luna y estrellas, me quedé mirándolas antes de que mi
cerebro reaccionara, ahora estaba en casa como Tío había prometido. No era que
estuviera del todo feliz, me había arrojado a una misión sin autorización,
había robado un libro valioso, había entrado al reino hada sin avisar y casi
provocamos una guerra, ahora sabía lo que vendría para mí, una larga fila de
reprimendas y sermones desbordados de “No puedo creer lo que hiciste”, de mi
familia formados en línea, podía ver el rostro de mi padre, de mi madre y el de
mis hermanos mayores, todos esperando su turno apropiadamente para repetir lo
que el anterior había dicho con más severidad. Aún mirando mi futuro penitente
no podía dejar de sonreír, recordé la palabras de Tío. Lo logramos. La tranquilidad me inundo, no podía pedir nada más.
Me moví torpemente intentando incorporarme en mis almohadas cuando sentí
un peso a mi lado que mantenía sujeta mi mano. Al verificar lo pude ver, estaba
sentado en el suelo y su cabeza descansaba en mi cama, sobre sus brazos y el
mío, el cabello negro como tinta cubría sus ojos, pero su piel pálida resaltaba
en la oscuridad, aun cuando intente moverme, Julian no despertó, saber cuánto
tiempo había estado ahí no era sencillo, pero su respiración era profunda, el
cansancio pareció haberle alcanzado. Lentamente gire mi cuerpo para alcanzar su
cabello con mi mano libre, me sentía entumido, pero no sentía dolor, tocar su
cabello era algo que había querido hacer desde la primera vez que lo había visto;
cuando llego al instituto y captó toda mi atención, después se encerró en la
biblioteca y nunca había podido hacer que saliera de ahí. No había forma de que
perdiera esa oportunidad, y fue tal y como lo imaginé, lo que nunca imaginé fue
encontrarlo ahí, al lado de mi cama velando por mí, fue una sensación de
alegría y resentimiento, ¿me había hecho sufrir por nada?
- Nefilim Estúpido. – Murmuré al cerrar mis ojos
para dormir un poco más, con él a mi lado.
* * * * *
ALEC LIGHTWOOD
Cuando abrí los ojos pude verlo, su piel azul, sus
ojos profundos y preocupados, mi corazón saltó en mi pecho y mis manos se
movieron de inmediato a su rostro.
- ¡Max! – Le dije con toda mi energía. El verlo ahí,
frente a mi era la más grande alegría que pudiera tener. – Te eché tanto de
menos, Blueberry.
Max apresó mis manos contra sus mejillas, - También te eche de menos, no
tienes una idea de cuánto, papá.
Entonces mi hijo se inclinó hacia mí y descansó su cabeza en mi pecho,
podía escucharlo llorar. Y podía sentir sus manos aferradas a mí. – Perdóname.
– Me dijo. – Perdón por haberme ido, por haberte dejado.
- Lo que sucederá no es algo que ansió veas. – Lo
tomé del rostro para levantar su mirada y verle a los ojos. – Pero es algo
inevitable y debes… Deseo que lo entiendas, quiero que te des cuenta que sin
importar que no esté físicamente a tu lado, yo encontraré la manera de estar
contigo, por que fuiste el más bello regalo que la vida me dio, porque eres mi
primer hijo y el primero que me enseñó a ser mejor persona, que me demostró que
sangre no es amor, que el amor, como un jardín, se construye, se cuida y se
protege para que crezca y sea inmune a cualquier cosa, sin importar lo que sea,
hijo, sin importar la distancia o la misma muerte.
- ¡Papá!
- Daría cualquier cosa por evitarte esta pena, a
ti, a tu padre, pero hice cuanto pude y ahora solo me queda intentar hacer que
comprendan, que descubran el valor que sé hay en sus corazones, porque se
tienen el uno al otro y eso será para siempre, te necesito, hijo. Necesito que
tu mano sea la mía y tome la de tu padre para que no caiga, para que tenga el
apoyo que necesitará y que encuentre la fuerza para sonreír de nuevo, porque
entonces, cuando él lo haga, cuando el vuelva a sonreír yo podre estar en paz.
Mi hijo lloró con más fuerza y podía sentir su dolor como algo que me
escarbaba el corazón sin piedad y que me mataba. – Debes saber, – le dije. – hace
tiempo me despedí de tu hermano, él te ayudará y cuando él no esté lo harán sus
hijos y los hijos de ellos, ya que estarán aquí para ti, y tú lo estarás con
ellos, aférrate a su amor, el que has sembrado y seguirás cosechando para
siempre. Eres mi orgullo, tan valiente como tu padre y con el corazón más noble
que nunca conocí, vive como hasta ahora, hijo mío, con alegría, esperanza y…
Sin… Sin remordimiento.
Pude escuchar como mi hijo me llamaba, pero no podía responderle más, esa
era toda la energía que me quedaba, había llegado mi final, largamente postergado,
pero inevitable. Pude sentir el rostro de mi hijo en mi frente, sus lágrimas
corriendo por mi rostro y no podía pensar en una mejor forma de morir. Antes de
que todo fuera silencio y oscuridad, Max habló cerca de mi oído. – Sin
remordimiento. – Dijo y sentí como su mano levantaba mi cabeza, colocó algo en
mis labios y percibí calor atravesando mi boca y bajando por mi garganta. Y fue
lo último que sentí.
* * * * *
- ¡No! ¡Por Dios, no! ¡No me dejes!
Esa era la voz de Magnus, su desolación me hizo querer llegar a él
desesperadamente. Abrí los ojos y podía ver su cuello, me mantenía sujeto con
fuerza y moví mi mano para tocar su mejilla e intentar calmarlo. Se alteró y me
miro.
- ¡Por Dios! – Me dijo con ojos muy abiertos. – Estabas… tu corazón… tu
corazón se había detenido.
- Aquí sigo. – Le dije. Al hablar me di cuenta de que algo había
cambiado, mi pecho no dolía más y la fuerza en mi voz era mayor. – Perdón por
asustarte.
Magnus sonrió como alguien que acababa de salvarse de morir. – Mi
corazón. – Me dijo y acaricio mi cabello. – Le pedí a Max que me dejara
contigo. – Magnus talló su rostro para secar las lágrimas. - Debo llamarlo.
Se movió pero lo detuve. – No lo hagas, necesitamos hablar.
- Podemos hacerlo después.
- No, no podemos, sabes que no.
- Por favor, no hagas esto.
- Es necesario, lo acabas de vivir, tienes que… - Mi voz fue
interrumpida. Algo se había asentado en mi garganta, no tarde mucho en darme
cuenta de lo que era; agua, era agua la que estaba en mi garganta y en un
instante la podía sentir por todo mi cuerpo, como si algo me hubiera jalado a
las profundidades de un pozo, todo era oscuro y podía sentirme flotando en la
oscuridad, intenté gritar pero nada surgió, mi cuerpo se rindió y me dejé
llevar por el agua hacia la superficie, hacia la única luz que era visible,
había paz y tranquilidad, ¿Esto era la muerte? Comencé a toser cuando sentí el
aire de nuevo en mis pulmones, ahora estaba en el suelo y Magnus parado a un
metro de mí. Estaba empapado, sin ninguna razón aparente, estaba sobre mis
rodillas y manos en el suelo de mi habitación como si hubiera salido recién del
mar.
- ¿Qué? – Le dije. - ¿Qué paso? – No recibí respuesta,
levanté mi mirada a Magnus quien estaba mirándome perplejo, sus ojos estaban
muy abiertos y reflejaban terror. – ¿Magnus? – Le llamé y estiré mi mano hacia
él. Entonces entendí su estado al ver mi propia mano, la acerqué a mí para verla
más de cerca, la piel surcada se había ido al igual que las manchas, mi piel
seguía siendo blanca, pero ahora era como había sido antes, hacía muchos años
atrás. Me puse de pie de un salto asustado por la situación, me quedé quieto al
darme cuenta; hacia unos minutos luchaba por mantenerme consiente, ahora me movía
con completa libertad y agilidad. – ¡Oh Dios! – Le dije a Magnus. - ¿Qué ocurrió?
¿Qué me paso? – Creo que fue el terror en mi voz lo que lo hizo reaccionar,
Magnus se acercó a mí y me sujeto con fuerza.
- Tranquilo, tranquilo. – Me pidió. – Estás bien,
estás… Descubriremos que pasó, solo cálmate.
Pero yo no podía, mi corazón estaba latiendo a mil
por hora, mis sentidos estaban encendidos completamente, podía ver todos los
colores, podía escuchar todo y sentirlo todo. El aturdimiento en el que mi
cuerpo había estado durante décadas se había ido, ahora estaba, según recordaba,
como lo había estado en mis días de juventud, caminé hacia el espejo de nuestra
alcoba y lo confirmé, era yo, era el chico de dieciocho años que Magnus había
conocido. Toqué mi rostro, mi cabello y mis brazos.
- Perdí la cabeza. – Le aseguré a Magnus quien
volvió a mí.
- Nada de eso, también lo veo. – Magnus sujetó mi
rostro. – Eres tú, en verdad lo eres.
Podía sentir sus manos en mis mejillas, su piel
suave haciendo brincar la mía, mis sentidos restablecidos me estaban volviendo
loco, me quede hipnotizado por el dorado de los ojos de Magnus, los había
mirado todo este tiempo, pero ahora los volvía a ver con la claridad real que
tenían. Su piel canela, su cabello negro y las joyas en lo largo de su oreja,
todo parecía ser nuevo, como verlo por primera vez. Moví mis dedos a través de
sus labios, sus pómulos, todo su rostro, necesitaba sentirlo, estar seguro de
que no era un sueño.
Él se dio cuenta y su boca formó una sonrisa que
hizo que mi piel se erizara. – Sí. – Me dijo. – También soy yo. – Su mano se
movió a mi cuello y me sujeto para llegar a mis labios, cerré los ojos y fue
como una explosión, una que comenzó en sus labios y se trasladó por todo mi
cuerpo.
- Oye. – Me dijo cuándo nos separamos con la
respiración acelerada. – Calma, o te dará un infarto.
Me reí y Max entro a la habitación.
- Funcionó. – Dijo y Magnus explotó en su contra,
Max nos contó lo que había sucedido, yo les miraba discutiendo sin moverme,
Magnus se dio cuenta y se acercó a mí.
- ¿Estas bien?
- No lo sé.
Magnus me abrazó, y yo hice lo mismo, lo sujete con fuerza y cerré los
ojos para que mi mente se calmara, me convencí a mí mismo de que todo estaría
bien, siempre y cuando estuviéramos juntos, fue lo que me permitió dormir esa
noche y las siguientes a esa.
* * * * *
Los días pasaron y poco a poco me fui acostumbrando a mi cuerpo, de
nuevo. Max y Magnus se habían dedicado a buscar algún posible efecto secundario
del elixir, ninguno de los dos logró encontrar algo. Max seguía yendo por las
noches al instituto para vigilar a Gideon y sus heridas casi sanadas.
Magnus salió de la ducha y entro a la habitación cuando me vió parado frente al espejo.
- ¿Estas bien? Has estado muy callado estos últimos días.
- Es difícil de explicar. – Le dije. – Mi cerebro funciona mil veces más rápido que mi boca, no logro llevarle el paso.
- Pasará. – Me dijo. – Debes asimilar, ser consciente de lo que eres capaz de hacer de nuevo, entonces tu cuerpo y tu mente comenzaran a actuar en afinidad.
- Lamento si soy algo sombrío andando por ahí sin hablar.
- En lo absoluto, me gusta ver cómo te redescubres.
- ¿Y tú? ¿Qué sientes con respecto a mí? Todo esto debe ser…
- Nunca, nunca Alexander Lightwood, dudes de mi amor. Porque es eterno.
Había demasiadas cosas que quería decir, todas ellas girando en mi cabeza sin piedad, cerré los ojos y respire profundo, fue la mejor forma de no volver a perder el control. Supe que no había nada que no le hubiera dicho ya, que no había algo que Magnus no supiera de mí. Tenía razón, todo iba a estar bien.
No hablé, moví mis manos al cinto de la bata de baño y lo desanude. Su cuerpo era tan perfecto como lo recordaba, Magnus dio un paso hacia mi cuando la bata cayó y pude sentir su cuerpo con mis manos, recorrí sus brazos, su estómago, su pecho y continúe sin detenerme hasta que mis manos pudieron sentir todo su cuerpo. Levantó mi rostro para ver mis ojos, sentía mi propio pulso acelerado en mi garganta.
- Sin sonrojo. – Me dijo. – Eso es nuevo.
Habían sido décadas de ser compañeros, podía desnudar mi alma y mi cuerpo a él y sentir nada más que confianza.
Nuestras manos se movieron lentas pero seguras, lo besé, me besó y mi ropa desapareció con un chasquido, reímos y nos movimos por la cama hacia la cabecera, pude sentir sus manos por mi espalda y quise probar su cuello, su pecho y él quiso mucho más. Hizo un sonido de placer sutil a diferencia de mi jadeo desesperado al momento de entrar en él, fue abrumador y desquiciante volver a sentirlo, deseaba volver a saber lo que era estar con él, me dejó disfrutarlo, me dejo percibirlo todo y se aferró a mi espalda, dijo mi nombre y acaricio mi cabello, y yo no podía hablar o si quiera respirar, me sentía feliz, fue como la primera vez, desesperado y ansioso por lo que añoraba sin saber que lo hacía. Nuestros movimientos se aceleraron y acompasaron a nuestra respiración, repitió mi nombre y su voz era hermosa en mis oídos, seguía repitiéndolo y yo me aferraba más y más a él hasta que ambos gritamos con la culminación explotando en nosotros. Caí sobre su pecho por completo agitado, más no cansado, ciertamente podía hacerlo una y otra vez, ¿Cómo podría ahora detenerme?
Nos quedamos en silencio, no me aparte de él, me quede con mi cabeza descansando en su pecho, escuchando su corazón y sintiendo sus dedos recorriendo mi espalda, cada caricia se sentía como algo nuevo. Conversamos por horas, hicimos el amor de nuevo y nos quedamos dormidos.
Así fueron las noches siguientes y los días siguientes, el miedo se fue
desvaneciendo y la seguridad fue llegando hasta que nos sentimos afortunados,
hasta que entendimos el milagro y de la oportunidad que se nos había dado.
Eventualmente comenzamos a no solo vivir, si no a disfrutar cada segundo
juntos, enseñar a nuestros bisnietos, compartir con nuestros hijos y dejar de
pensar en el futuro, ahora más que nunca sabíamos que sin importar lo que
pasara, siempre había esperanza.
- Esa película fue horrible. – Le dije a Magnus mientras subíamos las escaleras de nuestro apartamento.
- Teníamos que darle una oportunidad. – Me dijo y se miró extraño como en toda la noche.
- ¿Me dirás ya que pasa? – Magnus sonrió.
- Feliz cumpleaños, mi amor. – Dijo y abrió la puerta, había un mundo de gente dentro, todos gritaron Feliz cumpleaños y lanzaron a nosotros papeles de colores y confetis. No era una sorpresa, habíamos salido precisamente a festejar mi cumpleaños, encontrar nuestro hogar lleno, si lo fue.
Los rostros comenzaron a viajar frente a nosotros, Mis sobrinos, nietos
de Izzy y Simón estaban ahí, Luke y su familia Herondale, Estaba Max con Nat,
eso me lleno de tranquilidad, ellos debían poder estar juntos. Catarina sonreía
al igual que Lily, quien estaba cargando a la tataranieta de Maia, la bebé
tenía el mismo nombre que su ancestro. Al final de la habitación, apartados de
todos, pude ver a Gideon, su chico Blackthorn mantenía su mano sujeta y parecía
que estaba quejándose de todo, ver la sonrisa de Gideon cuando este le abrazó
me hizo sentir una explosión de alegría en mi pecho.
Magnus me abrazo y al oído me dijo: - Pide un deseo.
Habían traído un pastel y tenía dos velas en forma de numero encendidas al centro, pensar en algo que pudiera desear en ese momento fue difícil, finalmente lo hice y me incline para apagar las dos mechas de las velas, el numero noventa y siete se apagó dejando un rastro de humo gris, Magnus me abrazo de nuevo y me beso, entonces, mi deseo se había cumplido.
FIN
@MayGraciel♥
Beta: @PitaGonzalezMe
Este..este capitulo me mata de felicidad May, me matas en serio.
ResponderBorrarNo me canso de leerlo (te dije que vendria) es taaan hermoso y mas despues de lo que pasaron en guerra fria. Me encanta que tengan su para siempre
Gracias, muchisimas gracias por escribir <3 <3
Ohh fue triste y hermoso a la vez 😍😍
ResponderBorrarRealmente hermosa, felicitaciones y mil gracias por compartir 😍 😘
ResponderBorrarDIOSS me llego mucho esta historia, fueron transmitidos tantos sentimientos que incluso llore!
ResponderBorrarComo amo a la familia Lightwood-Bane y como amo Magnus y Alec *. *
May... I love you! Adoro tus historias, de verdad que me llegan al alma y hacen que ame a esta maravillosa pareja cada vez más. �� mi fic favorito es te encontraré. Que te vaya muy bien con tu libro ��
ResponderBorrarPodrías escribir sobre Gideon y Julián?
ResponderBorraroh si,esa es buena idea!!!
BorrarAdoroo tus historias... continua con max y nathan me encanta esa pareja igual julian y gideon
ResponderBorrarJoder, todas tus historias son increíbles, me la leí a todas en tres días ya que no podía parar de leer, espero tenga mucho éxito en tu vida, escribes hermoso.
ResponderBorrarEn unos días será mi cumpleaños....
ResponderBorrarSolo digo xd ahre
Hola! si alguien me pudiera responder en que orden debo leer el fanfic? apenas lo encontre, pero incie como aparece aquí pero no me concuerda el orden y no le entiendo :( por favor
ResponderBorrarHola!
BorrarEste es un OneShot, pero algunos personajes vienen del fic Guerra Fría, por si te interesa leerlo también ;)
hola! no vi que habias respondido hasta hoy que relei la historia. :) me han encantado. seguiras escribiendo otros relatos ? como por ejemplo de mundo invertido. o de algun otro :)
BorrarWhoow ha sido el mas inpactante de todos como describiste todo realmente fue genial me erizo la piel, me encantaria leer alguno en el que algun amor antigua de magnus venga a asele pelea a alex en el corazon de magnus , ya que magnus siempre ha luchaso conrra otros me parecio interesante la idea , un fuerte abrazo y espero muchos mas fanfics tan increinles como este
ResponderBorrarEres realmente increíble, sabes llegar al alma del lector, ojalá podamos seguir disfrutando de tus historias.
ResponderBorrarHermoso profundamente hermoso descubrir esta historia en la serie y la ame y despues busque algo de los libros pero aunque alec parecia un poco malcriado he insoportable recuerden que eran todas cosas que tenía que vivir ya que realmente era un niño Magnus era un hombre con toda una vida o varias vidas yo creo que sabia y lo aceptaba .Lo único que realmente era eterno era su gran amor en distan lineas de tiempo y con distintas experiencias y de alguna manera siempre terminaba elijiendolo por sobretodo dándole una familia para que lo cuidara cuando el ya no estuviera un amor eterno de Ángel y demonio escrito en él mismo cielo espero le den un final hermoso a esa pareja en los libros también gracias por emocionarnos tanto con tu maravillosa forma de escribir ❤❤❤❤❤❤❤❤😘
ResponderBorrar